Boric Pacolover: Ley de Gatillo Fácil abre el camino a la reacción

Los marxistas hemos advertido desde el primer día que el gobierno de Gabriel Boric viene bailando al ritmo de la derecha. Desde la segunda vuelta de la elección presidencial denunciamos el uso populista de cuestiones de inmigración y seguridad pública en la campaña. Con este tipo de agenda represiva pretende ganar el apoyo de sectores moderados o despolitizados y restarlos a la derecha. En realidad, al final solo lleva más agua al molino de la reacción y la ultraderecha. La última semana, con el impulso de una ley de gatillo fácil para carabineros, conocida como Ley Naín-Retamal, el presidente Boric encabeza una política rebasada de traiciones y volteretas.

Toda reacción, nutre, refuerza los elementos del pasado histórico sobre el que la revolución ha descargado un golpe sin haber logrado aniquilarlo” L. Trotsky

Los marxistas hemos advertido desde el primer día que el gobierno de Gabriel Boric viene bailando al ritmo de la derecha. Desde la segunda vuelta de la elección presidencial denunciamos el uso populista de cuestiones de inmigración y seguridad pública en la campaña. Con este tipo de agenda represiva pretende ganar el apoyo de sectores moderados o despolitizados y restarlos a la derecha. En realidad, al final solo lleva más agua al molino de la reacción y la ultraderecha. La última semana, con el impulso de una ley de gatillo fácil para carabineros, conocida como Ley Naín-Retamal, el presidente Boric encabeza una política rebasada de traiciones y volteretas.

La Ley Naín-Retamal, que lleva el nombre de dos carabineros muertos en servicio, entre varias medidas, endurece las penas para quienes agredan o maten a un policía. El aspecto más reaccionario de esta ley es la “legítima defensa privilegiada”, que establece la presunción de racionalidad cuando un policía use su arma de servicio. Es decir, facilita la impunidad para carabineros mientras las víctimas de disparos durante el estallido social de 2019 siguen sin recibir justicia. Durante el trámite legislativo, el ejecutivo introdujo algunas mociones para moderar este último aspecto. Los partidos de la coalición de gobierno, el Frente Amplio (FA) y el Partido Comunista (PCCh), se opusieron al artículo sobre la “legítima defensa privilegiada” y amenazaron con recusar el proyecto en el Tribunal Constitucional, pero vacilaron por la presión de la coyuntura en torno a otro policía muerto la noche antes de la votación, mientras el gobierno promulgó apurado la Ley para dejar esta potencial movida oficialista en fuera de juego.

El gobierno desata fuerzas que últimamente no puede controlar. Han pavimentado el camino para la reacción y un régimen autoritario más desbocado.

¿Un Gobierno reformista?

La coalición oficialista formalmente se compone del FA y PCCh, denominada Apruebo Dignidad (un nombre obsoleto una vez consumado el rechazo al borrador de constitución) y aunque mantiene a comunistas en algunos puestos importantes, ha venido desplazando cada vez más el peso del gobierno hacia figuras de la ex-Concertación, con las que mantienen una alianza coyuntural. Al momento de asumir, Boric designa como ministro de Hacienda a Mario Marcel, ex Presidente del Banco Central y cercano al Partido Socialista (PS), quien establece una política de ajuste y “responsabilidad fiscal”. Más recientemente, el poder factual recae en la nueva Ministra del Interior, Carolina Tohá, ex presidenta del Partido Por la Democracia (PPD), contaminada por escándalos de financiamiento irregular de la política y cara emblemática de los 30 años concertacionistas.

En diciembre del 2021 cuando Boric ganó las elecciones explicamos inmediatamente que este era un gobierno de conciliación de clases:

“En todo caso, Boric ni siquiera ha presentado un programa de reformas profundas. Nos habla de responsabilidad fiscal y cambios a ‘pasos lentos pero firmes’. En su programa insiste: ‘nuestro Gobierno tendrá como prioridad recuperar una trayectoria de consolidación fiscal creíble, con una reducción gradual y sostenida del déficit fiscal estructural’. Quiere probarse como un buen administrador de los negocios de la clase capitalista y así calmar a la burguesía. Su mensaje a los capitalistas es que ‘se necesita sanar la fractura social para que el país pueda crecer’ “  (https://www.marxist.com/chile-la-movilizacion-del-voto-obrero-y-popular-derrota-al-candidato-pinochetista.htm). 

El “programa transformador” de Apruebo Dignidad prometía, entre otras cosas: salud universal; pensiones dignas y el fin de las administradoras privadas de los fondos de pensiones (AFP); educación gratuita, pública y de calidad, avanzando en la desmunicipalización; y ser un gobierno ecologista y feminista. Para realizar los cambios profundos que se ofrecían, se planteaba que era clave asegurar financiamiento, sustentado en una reforma tributaria. Pero esto fue frustrado con la inesperada votación en contra de esta reforma en el Parlamento, que incluía, por ejemplo, un aumento de la Pensión Garantizada Universal. El gobierno creía que moderando su programa iba a apaciguar a la derecha, y ésta le dio la espalda.

Otra política clave para el gobierno, y en particular para el Partido Comunista, es la Ley de 40 horas, que pretende satisfacer una demanda histórica de la clase trabajadora en torno a la jornada laboral. El proyecto se negoció durante meses en reuniones entre la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), en manos del PS, los empresarios, parlamentarios de derecha y el gobierno. El resultado permite la flexibilización laboral, tan anhelada por los capitalistas, que coloca en una situación desventajosa a los trabajadores frente a decisiones unilaterales de los patrones.

Del disolver y refundar, al reformar y financiar

A pesar de que se prometió acabar con la infame Ley Antiterrorista y la militarización del territorio ancestral mapuche, ésta no ha cesado; más bien se ha profundizado. Con este gobierno se siguen aprobando prórrogas del estado de excepción en provincias de la llamada “Macrozona Sur”. Además, se estableció otra política de militarización en el norte, dando atribuciones extraordinarias a militares en el control de las fronteras. 

La pregunta ahora es ¿para cuándo la militarización de la “Macrozona Centro”? Senadores del PS ya se adelantaron con esta idea, proponiendo el estado de excepción para combatir el narcotráfico y la delincuencia en Santiago y Valparaíso. Esta iniciativa de momento no hizo eco en el gobierno, pero muestra la pendiente resbaladiza en que nos encontramos ante la incapacidad del pueblo trabajador de imponer sus demandas en la rebelión de octubre de 2019, y también de la derecha empresarial de controlar completamente la situación.

En la comuna de Santiago Centro, la alcaldesa comunista Irací Hassler ya implementa una política de seguridad pública, caracterizada por la persecución del comercio ambulante y la represión a los estudiantes secundarios. Por otra parte, las estaciones de Metro disponen ahora de “guardias tácticos” contra las evasiones. En última instancia, ¿quién se beneficia políticamente de esto? Se beneficiarán los alcaldes y candidatos de derecha que persiguen una política más consecuentemente reaccionaria.

Producto del desprestigio del parlamento, existe una alcaldización de la política. Esto es un fenómeno que en parte es producto de la herencia de la dictadura militar, que acabó con los derechos sociales asegurados por el Estado y transfirió la administración de las políticas públicas hacia los municipios y los alcaldes designados.

La última estrategia que anunció el ejecutivo es un plan de seguridad en 30 comunas, que concentran un tercio de la población y el 50% de los delitos violentos. También se anunció que se retomará el uso de la subametralladora UZI por carabineros, que se restringieron luego del asesinato con esta arma del adolescente de 16 años Manuel Gutiérrez durante las protestas estudiantiles del 2011.

Esta generación de reformistas y posmodernos pasó desde exigir la refundación de Carabineros de Chile y la disolución de Fuerzas Especiales durante el estallido, a luego en campaña a hablar de reformas y modernización, hasta hoy en el poder a facilitar la impunidad y financiar esta policía criminal.

Han adoptado la agenda policial y represiva de la derecha. Ya lo dijimos en noviembre de 2020: 

“Frente a la crisis de Carabineros se habla de una necesaria reforma. El ejecutivo (gobierno de Piñera) ha señalado cuatro proyectos clave: Modernización, Protección de las policías, Carrera policial, y, eventualmente, un Ministerio de Seguridad Pública. Se propone la revisión de los protocolos y la profesionalización. Ya no sorprende que algunos parlamentarios de la izquierda reformista o frenteamplista, que votaron las leyes represivas, ahora están cantando al ritmo de estas reformas ‘modernizadoras’. Los marxistas no alimentamos ninguna ilusión sobre estas reformas” (Qué pasa en carabineros de Chile).

El gato cuidando la carnicería

La experiencia del combate contra las drogas en México y Colombia, demuestra que la militarización y el aumento del financiamiento a las policías sólo incrementa el número de víctimas inocentes (Sobre la violencia y cómo combatirla realmente (marxismo.mx)). El armamento termina en manos de bandas criminales, como ya es el caso en Chile con las armas “perdidas” desde arsenales militares y de Carabineros. Recordemos que Carabineros es la institución más corrupta del país. El “pacogate” es el mayor fraude de toda la historia de Chile, avaluado en 35 mil millones de pesos. Y sin olvidar los miles de abusos policiales, entre asesinatos, torturas y mutilaciones, del estallido del 2019 y continuamente en el Wallmapu. ¿Esta es la policía a la que hay que financiar y dotar de impunidad? 

Las relaciones corruptas con el estado y el capital son parte constitutiva de una actividad tan lucrativa como el tráfico de drogas. Una “guerra contra el narco”, produce un reacomodo de las relaciones entre las bandas criminales y el Estado, favoreciendo a un grupo que desplaza entonces violentamente a otro grupo, pero la corrupción permanece. El incremento de la violencia entre bandas y con Carabineros, es un síntoma de esta fricción aguda en desarrollo. Los policías son una pieza más en esta guerra por el control del negocio de la droga. 

La pandemia, los vaivenes políticos y las migraciones masivas, han trastornado el anterior equilibrio relativamente pacífico entre el comercio internacional, las instituciones y los grupos criminales. Esto continuará intoxicando al pueblo y a la juventud, hasta que un nuevo equilibro vuelva a alcanzarse, que continúe asegurando tranquilamente las ganancias a miembros de las fuerzas armadas, empresarios y burócratas del estado, por un lado, y los pequeños distribuidores por otro, a menos que la clase trabajadora organizada diga otra cosa.

La juventud resiste 

En este contexto sórdido de fanatismo policial y xenofobia, es que el 29 de marzo se conmemoró otro Día del Joven Combatiente (El origen e historia del “29 de marzo”, Día del/a Joven Combatiente – Radio Villa Francia). En esta fecha se recuerda a jóvenes caídos en la lucha contra la dictadura, pero a la que también se agrega una lista de jóvenes asesinados “en democracia”. Y el día 30 de marzo se recuerda también el secuestro y asesinato de tres profesores comunistas, crimen cometido por Carabineros en 1985 durante la dictadura pinochetista.

Boric, igual que el año pasado, pasó el día dando su completo respaldo al actuar de las policías. Mientras, cientos de estudiantes secundarios se dieron cita en el centro de Santiago con un “Mochilazo” para conmemorar esta fecha, pero también por demandas relativas a la educación. El gobierno de los ex dirigentes estudiantiles que hicieron carrera política sobre los hombros del gigante movimiento estudiantil, hoy desata nuevamente la criminalización y la represión sobre la juventud movilizada. Boric y Hassler están jugando con fuego y se pueden quemar.

Muchos dirigentes del PCCh, sobre todo quienes están más cerca del gobierno, perdieron toda confianza en la revolución y la lucha por el comunismo. Pero definitivamente en las bases este tipo de volteretas no pueden pasar desapercibidas. ¿Qué va a pasar cuando un carabinero vuelva a asesinar a un joven estudiante, a un mapuche o a un trabajador en huelga?

La organización estudiantil universitaria fue llevada a la bancarrota por el frenteamplismo y la izquierda universitaria. En el movimiento secundario, se han desarrollado varios grupos revolucionarios que realizan acciones de protesta y combates con carabineros. Levantan demandas locales como la infraestructura y las becas de alimentación, además de exigir financiamiento y una educación no sexista. Han denunciado la farsa constituyente y a los “progresistas” en el poder que hoy los reprimen. 

Es en esta juventud donde permanece la chispa de la rebelión, así como una oposición al gobierno que pueda representar una alternativa revolucionaria. Su éxito depende de poder conectar con la clase trabajadora, y para esto debe superar el espontaneísmo y el sentido antipolítico, y construir una organización militante con un programa político de transformación revolucionaria de la sociedad, por la abolición del capitalismo y por un gobierno de trabajadores. Como respuesta a la agenda represiva contra la delincuencia, por su parte debe exigir vivienda y trabajo para todos. Equipamiento deportivos y culturales en los barrios para propiciar un ocio saludable en la juventud, bajo control de organizaciones territoriales y obreras. Expropiación de los beneficios del narco y abolición del secreto bancario. Contra la impunidad de un cuerpo policial corrupto, y por la organización obrera en los barrios contra los narcotraficantes. Unidad de la clase trabajadora nativa y extranjera, para ganar derechos iguales para todos.

Entrevista a SINACIN: “Los trabajadores obtendremos lo que somos capaces de defender”

Los compañeros de la Corriente Marxista Internacional hemos conversado con los dirigentes del Directorio de SINACIN, Miguel Barrera y Juan Navarrete, quienes explican la situación de los trabajadores faeneros, los cambios ocurridos en las últimas décadas en sus condiciones y organización, así como sus demandas entorno a la conocida reforma de las 40 horas.

El Sindicato Interempresa Nacional de la Construcción Industrial y Actividades Anexas, SINACIN, proviene del sindicato de montaje industrial. Organiza desde los guardias y trabajadores de servicio, hasta los de construcción. Sus miembros se encuentran en lugares de importancia para la capacidad productiva del país, como en puertos, minería y centrales de paso.

La entrevista expone la importancia de la organización sindical, conectando las luchas que dan en el corto plazo, con su rol histórico en las luchas del movimiento sindical y de todo el pueblo trabajador. Los trabajadores faeneros representan un sector estratégico de nuestra clase, su explotación permite la acumulación de capital en base a proyectos gigantescos en manos de los empresarios más ricos del país y del mundo. Se demuestra que el trabajo es el elemento fundamental de la sociedad y la economía, y que el gran capital es un obstaculo para el desarrollo y el bienestar de las mayorías explotadas . Los sindicatos, empujados por sus bases de trabajadores y trabajadoras, deben ponerse a la altura de las circunstancias como instrumento de la lucha de clases, y no de colaboración con los capitalistas y su gobierno.

¿Podria partir comentandonos sus condiciones de trabajo?

Nosotros somos trabajadores temporales, no tenemos permanencia en el tiempo en las empresas, ni de contrato ni de ningún tipo. Nosotros tenemos contratos por obras faenas. Hoy día esto es una trampa de los empresarios, es hacernos contratos indefinidos para intentar burlar pagar una conquista que nosotros tuvimos, la cancelación del mes por año para los trabajadores con contrato temporal. Es que logramos que a los trabajadores faeneros se les pague indemnización por año de servicio, cuestión que hasta hace muy poco no pasaba y los empresarios buscan eludir eso, nos hacen contrato indefinido, pero para burlar la ley. 

En Chile los empleadores se dan la maña, la mala arte de que te contrataban por 364 días, te finiquitaban al día 364 y el día 365 te echan, por lo que no cumplías el año para que te pagaran el mes por año, y después te contrataban 72 horas después con un contrato distinto. Y por eso nosotros dijimos “esta cuestión hay que cambiarla” e hicimos un proyecto de ley que finalmente dio frutos en abril de 2019, que es poco conocido por los trabajadores porque a los empresarios no les interesa.

¿Qué porcentaje cree que están sindicalizados de los trabajadores faeneros?

El 70 por ciento

Hoy día en Chile hay muchos sindicatos. Lo que pasa con los faeneros es que hay muchas organizaciones, que surgieron de este tronco que fue el SINAMI, una de las organizaciones más importantes, incluso en la pelea contra la dictadura jugó un rol importantísimo. Ahora hay unas de carácter más clasista y otras muy patronales, o muy ligadas a una cierta actitud mafiosa. Pero están: y ahí están organizados todos los trabajadores.

¿Qué fue el SINAMI y su rol en la lucha contra la dictadura?

Te cuento esa historia, porque yo fui parte. Empecé a trabajar el año 1977. Hasta ese minuto no había una organización sindical. En Chile no había organización sindical, estaban proscritas todas las organizaciones sindicales.

El Sinami fue muy importante en el período 1970 a 1973. En ese tiempo estaba en una de las obras más importantes que había en Chile, la Celulosa de Constitución, había más de cinco mil trabajadores en esa obra. Se llamaba Sindicato de Profesionales, de Mecánicos y Soldadores. Después pasó a ser el Sinami. Hubo incluso desaparecidos en 1973. 

Cuando después vino el período de la dictadura, después de 1973, se cerraron todos los sindicatos. Lo único que permaneció vigente fue el tarifado nacional del montaje, que perduró hasta 1979, por ahí, hasta la implementación del Plan Laboral en 1980.

El año 1978 se re-articuló el sindicato. Seguían las faenas, los trabajos, pero los viejos no se organizaban. Desde 1978 partí trabajando en esto, un hermano me llevó. Cuando comencé, los trabajadores del montaje se juntaban en un lugar en el centro de Santiago, en el Banco del Estado, en calle Bandera con la Alameda. ¿Por qué razón ahí? Porque históricamente, los trabajadores como iban a hacer trabajos fuera, llegaban a pagarse y se pagaban ahí. Iba el jefe al banco y les pagaba y por lo tanto empezaron a generar este núcleo ahí. Y ahí iban a veces después los ingenieros a buscar mano de obra para contratar. Esa tradición se mantuvo durante largo tiempo. 

Y en ese tiempo, el año 1978, los viejos inventaron un ardid para llevarnos a una reunión, nos dijeron que había una pega en Puerto Ordaz en Venezuela, en ese tiempo estaba el boom del petróleo, y que necesitaban camioneros, soldadores y todas las especialidades que nosotros hacíamos. Y partimos a la Pastoral Obrera y ahí apareció un viejo, y nos dice: “Compañeros, yo soy del sindicato, tengo los libros antiguos del sindicato”. Y ahí empezaron a juntarse. Yo era muy joven, y ahí nació el sindicato nuevamente. Y este sindicato –por eso te digo que el Sinami jugó un rol importantísimo– fue el que le prestó la personería jurídica a la Coordinadora Nacional Sindical en 1978, organización que jugó un rol muy importante en la rearticulación del movimiento sindical durante la dictadura. ¡El sindicato había puesto la chapa para que funcionara la Coordinadora Nacional Sindical de trabajadores!

¿Quién era el dirigente?

En ese tiempo estuvo “el huaso” Bustos, Manuel Bustos, un hombre que uno podrá tener diferencias con él, pero hay una cosa que siempre digo cuando me preguntan por él: era prepotente, te trataba muy mal, pero sí tenía una particularidad: él nunca dejó de ir a marcar la entrada a la pega. Él trabajaba en Sumar y nunca dejó de ir a marcar la tarjeta. Pero era muy pesado, en ese tiempo se agarraban tupido y parejo. En ese tiempo se hacían los Confasines, estas reuniones ampliadas de los dirigentes, y ahí los democratacristianos decían: “Yo no sé lo que opinan los comunistas, pero me opongo”. Así funcionaba. Me tocó vivir todo ese tiempo, conocía a todos los dirigentes, a Bustos, después a Martínez y a todos los que pasaron por ahí. Así que tengo mucha historia de ese tiempo, de conocer al movimiento sindical muy desde adentro. 

En 1982 a Bustos lo mandaron al exilio después de un Primero de Mayo, al “loco” Cuevas y a Bustos, porque el loco era de la construcción y Manuel era el presidente. Los mandaron al exterior, y aquí en Chile descabezan a todo el movimiento sindical, los mandaron relegados, una historia de casi todos los dirigentes sindicales. 

¿Cómo nace la CUT y cómo se va relacionando el Sinami con la CUT después de la dictadura? 

En 1989, 1990, o por ahí, producto de todo el desarrollo que había de la lucha social, surgió la idea de la CUT, surgió la idea de organizar –para los comunistas era la Central Única, pero las posiciones más de centro, más amarillentas, finalmente determinaron que fuera Central Unitaria. Y ahí surgió esta central, que la presidió Manuel Bustos en su primera etapa y después Martínez.

¿Y cuál es tu visión hoy de la CUT?

Lo que nosotros necesitamos es que la organización sindical sea fuerte y ahí viene la crítica seria que tenemos hacia la CUT. 

A partir de –voy a decirlo así–un cagazo que se mandó la central en el primer gobierno de Bachelet, cuando aceptó un aumento del salario mínimo de cinco mil pesos, creo que fue, hipotecó la libertad y la independencia del movimiento sindical. Porque la CUT no puede estar al servicio de ningún gobierno. La CUT debe estar al servicio de los trabajadores, no de un gobierno de turno, por mucha plata que le pasen. Porque el Estado le pasa plata, ¿para qué estamos con cuestiones?, o sea nosotros no somos ilusos. Yo soy un viejo dirigente sindical. Cuando hipotecas tu independencia, jodiste. Y la CUT hipotecó su independencia. Y de ahí para adelante vino todo el desbarajuste que tenemos hoy día.

Lo que ocurre en la actualidad es que hay un intento de recomponer el trabajo social. Pero hoy día la CUT no juega ese rol. Perdió el vínculo, perdió el nexo. Generó una distancia entre los trabajadores y la central. Si miras las redes sociales, pasan en puras reuniones. Y ¿dónde está la visita a los trabajadores, a la base misma? Se gobierna la CUT desde ahí de su sede en la Alameda.

Se juntan más con los empresarios que con los trabajadores…

Se perdió el nexo. Se perdió la vida que había desde la CUT, desde esa CUT original, peleadora, en la calle. La CUT actual se ha entregado al modelo. Trabaja más para el gobierno. 

Por ejemplo, el gobierno de Boric le acaba de tirar un balón de oxígeno con este aumento del sueldo mínimo a 350 mil pesos, a 400 mil pesos en un par de meses más. Fue un salvavidas, porque la CUT estaba muerta.

A nosotros nos tocó vivir el asunto de la última elección de la CUT, una elección que fue universal por primera vez en la historia de esta CUT. ¿Qué ocurrió? Tienes un universo de votantes de 670 mil trabajadores, inscritos en la CUT, figurando en la inspección del trabajo, pero en plena pandemia las organizaciones estábamos desarticuladas. Y surge la inquietud: “Oye, ¿qué hacemos?” con los trabajadores. Entonces, para empeorar las cosas aún más, los dirigentes plantearon que para poder votar tienes que tener las cuotas al día. De los 670 mil, pagaban cotizaciones 195 mil, más o menos, por ahí andan los números. Y de esos 195 mil que estaban al día para tener derecho a votar, votaron 34 mil. En la elección en la CUT votaron menos del cinco por ciento. Esta es la central que hay hoy día. Además, se cometió el error político de pasar a manos de los socialistas toda la infraestructura que había en la CUT. Ganaron los socialistas porque hicieron una pega con los trabajadores de los servicios, de los supermercados y del comercio. Y murió la CUT.

Y tenemos esta visión, como te decía de la CUT, porque la CUT no incide, no se mete, no juega. Por ejemplo, en la construcción, ¿quiénes están? Estamos nosotros, hay otras organizaciones, pero no hay un departamento en la CUT que se haga responsable, por lo menos, para decirte: “Oye impulsemos esta reivindicación de la construcción para ver qué pasa”. 

Volviendo a 1990, ¿Qué pasó entonces con las leyes laborales?

Te voy a dar un ejemplo. Cuando vino la seudo democracia después de 1990, se llenaron la boca con la libertad sindical, pero lo que hace es desvirtuar el trabajo del sindicato. Esta famosa “ley de libertad sindical”, que en el fondo, en vez de ayudar al movimiento sindical, lo mandó a la cresta. Cuando tú, hoy día, con ocho personas puedes hacer un sindicato, ¿qué dijiste?: florezcan como callampas. 

Te voy a poner un ejemplo: Trans Santiago en Chile: se juntan ocho choferes y hacen un sindicato. ¿Qué validez tiene ese sindicato si hay 300 o 400 trabajadores? Entonces se juntan otros ocho, hacen otro. Entonces al final, dividir para reinar. Una atomización del movimiento sindical terrible. Por otro lado, está la otra postura, esto de negociar por rama. Es una falacia. ¿Por qué razón? La diferencia entre las organizaciones sindicales es tal, que va a ser muy difícil ponerse de acuerdo. A mi juicio, lo que hay que hacer es una negociación como piso nacional. Por ejemplo, para la gente de la construcción: “este es el mínimo que puede pedir un viejo de la construcción”, y de ahí partimos. Que cada organización se haga cargo del tema particular de cada organización, los flecos que nosotros decimos del convenio. Pero tener una banda mínima de peticiones, un salario mínimo decente, no la porquería que tenemos hoy día. Entonces ahí podemos ponernos de acuerdo.

¿Y cómo eran las condiciones de trabajo de los faeneros después del año 90?

Cambiaron mucho porque nosotros hasta el 81, 82 tuvimos tarifado nacional y de ahí para adelante ya no existe más el tarifado, por lo tanto ya es la ley del mercado. Nosotros partimos organizándonos desde el 83 para adelante, muy fuerte. Y pasa todo este período, un período difícil donde había muy poca pega… Pero los faeneros siempre ganaban un poco más de plata que otras pegas, históricamente siempre la gente que trabaja en faenas porque hay un trabajo distinto, siempre hay un salario distinto. Y ya no teníamos el tarifado, así que había que pelear con la empresa y darnos la maña para poder ir logrando avanzar con respecto a algunas cosas que se habían perdido. 

A partir de 1984, 1985, con el nuevo código del trabajo de José Piñera, surge este tema de los contratistas, principalmente en la minería. Salen los supervisores y otros y empiezan a formar estas empresas de servicios, externalizando cuestiones que hacían antes las mineras. Eso precariza absolutamente la labor. Porque, te digo, los elementos de seguridad… los lentes eran de baquelita, no de seguridad, eran de baquelita y se quebraban y se nublaba a cada rato la vista. Los guantes, para poder trabajar con los guantes teníamos que agarrarlos a martillazos. Y los zapatos de seguridad eran de plástico, entre plástico y goma, una cuestión muy precaria. Teníamos que vivir en pensiones. Nosotros hemos avanzado un siglo, gracias a la pelea que hemos dado. Vivíamos en pensiones, teníamos que llevar la vianda y calentar arriba. Entonces era muy precario. Hoy día uno se para a mirar y dice: “Sí, hemos avanzado un montón”. Y es lo que tratamos de hacerle ver a las nuevas generaciones. Yo soy parte de la generación más antigua. 

¿Cómo eran los turnos, y el descanso…?

Nosotros hablábamos de un veinte por cien. Los trabajos eran muy lejos. Por ejemplo, a mí me tocó trabajar el año 1981 en Mejillones. El viaje para allá eran 27 horas, más o menos, desde Santiago. Entonces era veinte por ciento, decíamos nosotros, ¿por qué?, porque te ibas y después allá generalmente tenías libre el domingo, pero no podías venir para tu casa. Yo era soltero, no tenía problema. Pero los viejos que eran casados tenían que irse por tres, cuatro meses, juntar días para venir una semana para su casa. Esos eran los turnos. Las horas que se trabajaba eran las mismas, diez horas, once horas. A Punta Arenas, por ejemplo, que también hubo harta pega en ese tiempo, también, ahí eran cincuenta días por cinco de descanso.

Y desde ahí fuimos luchando hasta llegar al turno un poco más decente que era el veinte por diez. Veinte días de trabajo por diez de descanso. 

Tengo entendido que el 91 fue el veinte y dos por ocho y el 92, en Arauco, el veinte por diez. Es que hoy día hay tantos turnos que uno ya se pierde. Por ejemplo, en Arauco, en Concepción, había una faena, que era la celulosa, casi la mayoría trabajaba once por tres. Entonces hubo una lucha de los sindicatos hasta lograr lo que tenemos que es un poco más decente: diez por cinco, catorce por siete. Pero si uno lo analiza bien, ese turno es terrible –o sea, es terrible para ambas partes, para los empresarios, por un lado, y para nosotros– porque al día diez ya estás muerto, ya no te dan las fuerzas; entonces el resto, los otros cuatro días, son para cumplir. Hoy día queremos un diez por diez, pero distinto. El turno que nosotros planteamos es diez días de trabajo por diez días de descanso, con diez horas, incluyendo la hora de colación. Por lo tanto las horas efectivas de trabajo deberían ser nueve. 

Entonces, ¿cómo se va colocando el diez por diez por diez?

Nosotros presentamos un proyecto de ley el año 2011. Éramos todavía Sinami. El año 2010, 2011 presentamos un proyecto de ley hablando de este diez por diez, pero poniéndole una condición: los viejos que trabajaran sobre los tres mil metros de altura. Todavía duerme ese proyecto en el senado.

Porque ¿qué pasa con el trabajo en altura? Este tema de la apnea del sueño, por ejemplo, es un tema importante: no puedes dormir. El desgaste físico es terrible. Hemos estado tratando de conseguir algunos estudios que se han hecho, en Chile son muy pocos, acerca del efecto nocivo del trabajo en altura. Y además, del trabajo por turno. 

La cantidad de riesgos que tenemos… O sea, un viejo que duerme mal, malamente va a rendir, y segundo, va a tener también problemas de seguridad, obviamente. Porque no durmió. 

Nosotros en ese tiempo planteábamos que deberían estar todos los campamentos bajo dos mil, para que el viejo pudiera dormir. Por ejemplo, hoy día están trabajando los faeneros en un proyecto sobre cuatro mil metros de altura. La pega la van a hacer igual, pero las condiciones en que están esos compañeros son terribles, por los efectos que tiene el trabajo en altura. Hace poquito nos conseguimos unos estudios, incluso hay unas tesis por ahí de algunos estudiantes que hicieron unas pruebas con ratones. Lo estamos empezando a estudiar porque necesitamos argumentar por qué razón necesitamos que el proyecto del diez por diez con diez horas se apruebe. 

Nosotros nos planteamos mejorar la calidad de vida de los trabajadores. ¿Por qué? Porque solo el tema de la salud, y el impacto que produce en la familia, el desarraigo de los catorce días. Cada doce o catorce días ven al papá, o a la mamá, porque hoy en día hay muchas mujeres que trabajan en faena, también es un tema importante. En Chile hay poco estudio. Claro, a nadie le interesa. A los empresarios, obviamente, no les interesa hacer estudios de ese tipo, y las organizaciones sindicales –nosotros, por ejemplo– no tenemos recursos para poder hacer, o encargarle a una universidad, a alguien, que hagan esos estudios. Esos estudios nos permitirían reforzar nuestra tesis de que necesitamos trabajar de una manera distinta. 

Que hay que seguir haciendo esta pega, nosotros estamos claros que sí, pero con condiciones distintas de salud, por ejemplo. Hoy día, a un viejo le hacen un examen para llevarlo a la altura, se lo hacen aquí en Santiago. Por ejemplo, nosotros nos compramos una cámara hiperbárica, como sindicato, para ponerla al servicio de los viejos, para permitirle recuperarse algo de la salud, porque el viejo baja descompensado de una faena 

Existía una idea de que con el nuevo gobierno, con el nuevo ministerio del trabajo, había una posibilidad –no sé si ustedes la sintieron– de avanzar en estas demandas históricas y que parece que fueron tomando forma en esto que se llamó el proyecto de 40 horas. 

Que nos deja afuera a nosotros….

Esto de las 40 horas, uno de los fenómenos de las 40 horas, es que cada uno ha ido mirando su feudo. 

O sea, las cuatro centrales…

Ni siquiera las cuatro centrales, sino que cada sector de trabajadores. Porque nosotros participamos de las reuniones del comando de las 40 horas, estuvimos con Camila Vallejos. El trabajo previo que hizo Camila Vallejos muy bueno, no tenemos nada qué decir, pero de ahí en adelante, el asunto fue de mal en peor. ¿Por qué? Porque cada sector intentó imponer su visión de las cuarenta horas. 

Nosotros tuvimos una reunión con el comité de expertos –¿cómo se llamaba?–, la mesa esa. Fuimos a exponer a una reunión donde invitaron a varios, incluso invitaron a gente que había hecho un estudio mandatado por Piñera, no sé si era una ONG. Lo que se suponía que iban a hacer ahí era escuchar qué queríamos nosotros de las 40 horas. Nosotros siempre dijimos, “estamos por las 40 horas pero con este esquema, no nos sirve otro esquema”.

¿Y qué pasó?

Por ejemplo, hay una federación minera. Yo no sé de dónde salió. Supuestamente tiene sesenta y tantos sindicatos, yo todavía estoy tratando de buscar dónde están esos sindicatos. Llegaron a un acuerdo que van a hacer una suerte de “banco de horas”, van a trabajar las 40 horas, pero las horas que sobren las van a juntar y van a tener nueve días más de vacaciones. Pero los trabajadores no queremos más vacaciones, si no tenemos plata para gastarnos en las vacaciones. El problema que tenemos es el problema del salario de hoy día. Entonces nosotros dijimos que no y por eso estamos trabajando con unos diputados para presentar este proyecto, como proyecto individual aparte. Para que se legisle para nuestro sector.

O sea, ¿en el fondo este proyecto de las 40 horas es muy limitado en cuanto a la diversidad de sectores que incluye?

Se mandó el proyecto al Congreso y cada sector empresarial, a través de sus senadores, le fue quitando cosas y al final a lo que se llegó fue lo que se tranzó. 

¿Qué planteamos nosotros? El otro día un compañero me planteó que fuimos a perder el tiempo a esta mesa técnica. Lo que hay que hacer es decir: “De mañana en adelante empezamos a trabajar 40 horas”. Punto. Cada sector verá cómo lo hace, con un reglamento adecuado para su función, cómo aplica las 40 horas. Porque si tú intentas que todo el mundo se ponga de acuerdo, el proyecto nunca va a ver la luz. 

Lo que pasa es que cuarenta horas en este momento puede salir aprobado, y va a salir aprobado porque la derecha le dio el visto bueno. El problema es el siguiente: ¿Cómo le dices a ese viejo de la construcción: “mañana empezamos a trabajar 40 horas”? “No viejo”, le va a responder el empresario, “tú eres transitorio, no estás en el proyecto”.

Hay una cuestión que es importante, cuando hubo el cambio de las 48 a las 45 fue así: “48 a 45. Vean cómo cada sector ordena las horas”. Y acá debió haber sido lo mismo. Esto debió haber sido: “Oye, 40 horas de aquí para adelante”. Y gradualmente, porque ellos le ponen la gradualidad de cinco años.

A mi juicio, lo que debería decirse es: “Se implementan las 40 horas, cada sector vea cómo la acomoda a su sector”. En el caso nuestro, nosotros decimos: “Esta es la fórmula, diez, por diez, por diez”. 

Pero además, ¿qué significa esto? –que lo conversábamos en la mañana con el director del trabajo–, esto significa un 33,3 por ciento más de contratación de mano de obra. Eso es lo que en realidad significa trabajar uno por uno, o diez por diez. Funciona así: hoy día nosotros trabajamos una faena de diez por cinco, o catorce por siete, faenas de dos por uno. El empresario necesita tener siempre cien viejos trabajando, dos turnos de cincuenta. Están, digamos, el turno A, el turno B y el turno C, cada uno tiene 50 viejos, con las mismas especialidades, la misma cuestión. En el primer turno, están el A y el B. Unos viejos terminan de trabajar, y entran estos otros. Sigue manteniendo cien. Hace el nuevo cambio, estos descansan, y sigue manteniendo cien. Pero cuando uno tiene trabajo de uno por uno, o diez por diez o catorce por catorce… necesita… en vez de contratar 150, necesita contratar 200. Esa es la lógica de esto. Por esa razón es que a muchas empresas les conviene trabajar en una jornada de dos por uno y no de uno por uno. Ahí está la madre del cordero. Porque es un tercio más de plata. Por esa razón es que nosotros hoy día tenemos tan clara la película respecto de este tema de la jornada.

¿Ustedes están quedando fuera de este proyecto de las 40 horas…? 

La clase política se puso de acuerdo, el PC aguantó… “Oye, esto sí… –porque suena bonito 40 horas– pero no vamos a tocar estos intereses… ni estos otros intereses. Eso lo sacamos para afuera”. Por lo tanto va a salir bonito, a Boric se le van a caer las lágrimas de emoción, 40 horas en Chile, junto a los empresarios que ya lo aceptaron. ¿Y por qué aceptaron? Porque áreas estratégicas como los temporeros, los viejos de la construcción, nosotros… toda esa gente queda fuera. En el fondo, las 40 horas queda como sumida a un sector periférico determinado.

¿Qué podemos hacer? Nos amarran porque el denunciarlo es dividir, oponernos a los sectores de trabajadores beneficiados, apoyar el modelo actual, y por otro lado, no podemos quedarnos callados.

Es que el artículo 38 te deja fuera a toda la gente que tiene este tipo de jornadas especiales. Contratos transitorios, te caga a todos…, te caga al viejo de la construcción, te caga al viejo faenero, te caga a todos…

Ahí es donde estamos complicados. Por eso lo que nosotros buscamos con el proyecto es que cada sector trate de adecuarlo a sus necesidades.

Nosotros tenemos claro que los trabajadores vamos a obtener lo que seamos capaces de defender. Es decir, no podemos quedarnos solo en la cuestión de conversar con el diputado, con el senador. No. Tendremos que movilizar a los trabajadores, tendremos que hacer paralizaciones, empezar a jugar el rol histórico de la clase obrera. Si a nosotros nunca nos han regalado nada. Ese es el asunto de fondo. Si aceptamos que nos dejaron afuera, si nos quedamos esperando… No po!!!

¿Por qué es importante incluir esta demanda del diez por diez por diez en una reforma –no solo ya de las 40 horas–, sino también por ejemplo, modificar el código del trabajo?

Porque va a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, que es uno de los propósitos del sindicato. Va a entregar más empleabilidad, va a haber mayor cantidad de trabajadores, van a tener que contratarlos, para que no se use la calidad de vida de los trabajadores como mecanismo mercantil. 

Esa es la razón fundamental, o el principio fundamental. Primero, mejorar la calidad de vida de los trabajadores, porque trabajar doce horas en situaciones extremas, mucho frío, mucho calor, alturas muy grandes, no podemos seguir aceptando. Y segundo, el tema social, la calidad de vida de sus familias, que es muy importante. Hoy día un viejo, cuando está catorce días fuera de su casa, cuando llega es casi un invitado.

Hay un síndrome que lo vimos años atrás con la doctora Allende, que se llama del reloj roto. Se rompe tanto el reloj biológico, que en un momento determinado dependes de dormir cinco horas, no más. Cuatro o cinco horas. Y aunque estés en tu casa, duermes las cinco horas. O sea, es que incluso, aunque te trasnoches, si te acuestas a las tres de la mañana, estás a las cinco de la mañana despierto. No puedes dormir más. Eso va generando un cansancio sicológico tremendo que termina en un serie de enfermedades, que esta doctora nunca pudo terminar porque no pudo conseguir financiamiento para terminar estudiando este tipo de cosas.

Más allá de las demandas laborales, ¿qué contribución crees que pueden hacer como sindicato a cuestionar el modelo de producción actual?

Tiene que haber un cambio de la matriz productiva. Si nosotros en Chile no somos capaces de ponerle valor agregado a lo que estamos vendiendo para afuera, estamos jodidos. Y vamos a estar jodidos para siempre. Por ejemplo, no podemos permitir que el cobre se lo sigan llevando en concentrado, porque ahí se llevan el molibdeno y muchos otros minerales. Pero para eso tenemos que tener también claridad de que tenemos que mejorar el sistema en, por ejemplo, poner una fundición de última generación como las que hay en Alemania y en otros países. Hay que hacerlo, y aunque cueste cinco mil millones de dólares, hay que hacerlo porque necesitas fundir el cobre que hay en Chile y procesarlo. Antes teníamos en Chile empresas como Madeco, Cobre Cerrillos y otras que producían cañerías y muchas otras cosas de cobre. ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué tenemos que entregárselo a los chinos o a los gringos para que se la lleven y después nos vendan los productos que han hecho con el cobre que han sacado de acá? Lo mismo pasa con los árboles de la industria forestal, por ejemplo. En Puerto Montt las montañas de chips son enormes. Siete segundos se demora una chingeadora en hacer mierda un árbol que costó diez y seis años que creciera. 

Lecciones tras la derrota del Apruebo: El proceso de Octubre no está cerrado, ¡la lucha continúa!

Los resultados del plebiscito de salida para refrendar la propuesta de nueva constitución emanada de la Convención Constituyente han dado una amplia mayoría a la opción rechazo, con un 62% de los votos. Este resultado es incluso peor de lo que preveían las encuestas. Es necesario explicar el porqué.

La primera observación es que la distribución del voto fue parecida a la de la segunda vuelta de la elección presidencial. En el gran Santiago y en el gran Valparaíso, las comunas obreras y populares votaron en mayor proporción por el apruebo (aunque en muy pocas superó al rechazo) y las comunas burguesas de clase alta votaron aplastantemente por el rechazo. Sin embargo, a diferencia de entonces ahora el voto de las comunas obreras no fue suficientemente favorable al apruebo como para contrapesar el voto de los ricos.

Por dar un solo ejemplo, en Lo Espejo, Boric sacó 34.000 votos ante los 12.000 de Kast (73% contra 26%). Ahora el apruebo logró 36.000 votos, pero el rechazo contó con prácticamente el mismo número (50% contra 49%). Ahí está una de las claves. El plebiscito contó con una participación récord en virtud de la aplicación por primera vez de la combinación inscripción automática más voto obligatorio, lo que movilizó a un bolsón de votantes habitualmente apáticos y escépticos, siempre más susceptibles a la propaganda del miedo de la derecha y los grandes medios de comunicación, y que aparentemente se inclinaron por mantener el estado actual de las cosas. Esto afectó además de manera desproporcionada a las comunas obreras y pobres que son tradicionalmente más abstencionistas.

Pero esto no era algo automático ni inevitable. Algunos de los mismos dirigentes que son responsables del desastre, ahora culpan al pueblo “ignorante”. Hay que decir claramente que la nueva Constitución propuesta no logró conectar con las angustias reales de la población y los trabajadores, con pocas soluciones concretas a las demandas que llevaron a la revuelta popular de 2019, tales como el fin de las AFP, la renacionalización de los recursos naturales, la refundación de la policía y el ejército, etc. Los sectores populares más desilusionados de la política suelen inclinarse hacia programas decididos, que aborden sus problemas cotidianos con firmeza; ni el gobierno, caracterizado por su apatía, ni la Convención, enmarañada en ideas postmodernistas, han logrado entusiasmar a las masas. La propuesta de Constitución, al quedarse en los márgenes estrechos de la propiedad burguesa, es incapaz de responder a cuestiones básicas como la educación, la salud, la jubilación, el empleo, etc. Las frases altisonantes sobre un “estado social de derecho”, el carácter “plurinacional” (al tiempo que se encarcela a los dirigentes mapuches y se mantiene la militarización de la Araucanía) no podían convencer a un sector lo suficientemente amplio de los trabajadores y los oprimidos. Una propuesta más clara y radical, de ruptura abierta con el capitalismo, de proponer la resolución de los problemas acuciantes de las masas sobre la base de la expropiación de los ricos y poderosos, hubiera sido la única con capacidad de romper la propaganda del miedo y convencer a los sectores anteriormente abstencionistas.

Otro elemento a considerar fue que el rechazo se impuso prácticamente en todas las regiones del país, pero sacó una amplia ventaja en áreas rurales y en el sur de Chile. Esto demuestra que los principales partidos por el apruebo, el PC y el FA, e incluso mucho de los movimientos sociales representados en la Constituyente, carecen de una base firme en sectores campesinos y semi-rurales, y han basado sus campañas en núcleos pequeñoburgueses y progresistas, desdeñado la construcción de partidos de masas con sólidas bases ideológicas. La construcción de una conciencia obrera robusta no se logra de la noche a la mañana, a través de memes ingenuos en redes sociales o volantes simplistas.

Como era de esperar los partidos del apruebo no han sacado ninguna conclusión, o mejor dicho han sacado la conclusión contraria a la que se necesitaría. El gobierno y sus partidarios tempranamente han dado señales de un giro a la derecha, han hablado de “sintonizar mejor con las mayorías”, que no es otra cosa que morigerar aún más su ya diluido programa, y abrir espacio a elementos de centro y derecha de la extinta concertación, que esperaban como buitres una oportunidad como ésta para levantarse de sus ataúdes. Buena parte de la coalición gobernante estaba incómoda con un programa más radical, y veían en la propuesta constituyente una amenaza a su tranquilidad, por lo que han recibido esta oportunidad con satisfacción. Pero se equivocan quienes añoran un retorno a la aparente estabilidad de los gobiernos de la Concertación. El “Acuerdo por la Paz”, una componenda diseñada para cerrar por arriba la revuelta de Octubre, buscaba restablecer una solidez institucional, y lo que se logró fue todo lo contrario: incertidumbre institucional y crispación popular.

En las calles no se escucharon manifestaciones masivas ni festejos desbordados. El voto rechazo no es un voto ideológicamente duro; más bien era un voto alimentado por el miedo y la incapacidad de la propuesta de constitución de dar respuesta a las dificultades reales de un sector del electorado que ya venía de una posición de falta total de confianza en las instituciones. No han logrado ninguna victoria real, pues todo retorna a la Constitución de Pinochet, que ya fue rechazada por un 80% de la población. Los caminos que se abren son múltiples y precarios. Se reunirá el gobierno con los partidos del apruebo y del rechazo, para buscar un nuevo acuerdo para salir de este intríngulis, intentando mantener las definiciones tras las gruesas paredes del Congreso Nacional, el órgano más desprestigiado de la nación.

Los círculos progresistas no tardan en mostrar signos de desmoralización. No es de extrañar; su visión mecanicista de la realidad no les permite escudriñar más allá de la superficie de las cosas. Los marxistas, en cambio, no podemos darnos el lujo de desmoralizarnos y unirnos al coro de lamentos en redes sociales. Comprendemos que las profundas corrientes subterráneas no revierten su flujo producto de votaciones circunstanciales. Las manifestaciones en apoyo al apruebo de las últimas semanas de campaña arrojaron a las calles cientos de miles de jóvenes y trabajadores determinados y radicalizados, un escenario que no estaba en los papeles de la élite hace unos pocos años atrás. Esas capas multitudinarias no se satisfarán con nada menos que las demandas básicas de Octubre de 2019, con la promesa del fin del neoliberalismo, es decir del único capitalismo posible en esta fase de crisis orgánica del sistema y recesión mundial. En un estado de crisis económica y social que se arrastra por años, buscarán otras salidas a sus problemas más angustiantes, solidificarán sus organizaciones territoriales y volverán, más pronto o más tarde a las calles. La idea de que las aspiraciones de un cambio radical en las masas de la clase obrera y los oprimidos, que se expresaron en la histórica revuelta de 2019 no se pueden resolver con un cambio constitucional, como ya advertimos en su momento, ha sido puesta a la práctica y ha fracasado. Los trabajadores chilenos más comprometidos comienzan a despertar de las ilusiones democráticas propuestas por la clase dominante, y al calor de esta frustrada experiencia, retomarán su espíritu de lucha, pero esta vez con un nivel de consciencia cualitativamente superior.

Estas capas constituyen un campo fértil en el que se han depositado los sedimentos de la revuelta de Octubre, que espera ser arado con la yunta del marxismo y sembrado de ideas revolucionarias. El fruto madurará silenciosa pero irrevocablemente, y debemos estar preparados para cosecharlo. La CMI- Chile lo dijo claramente antes del plebiscito y lo repite ahora: ¡la lucha continúa!

Aprobar para seguir luchando

El régimen, con el Acuerdo por la Nueva Constitución y auxiliado por la pandemia, logró efectivamente desmovilizar el impulso revolucionario de los cinco meses que siguen al estallido. Ahora nos enfrentamos a tomar una posición frente a la coyuntura inmediata, que es por el Apruebo, el Rechazo, o anular y boicotear el plebiscito. Algunos grupos de izquierda han hecho el llamado por estas últimas opciones, regando el pesimismo dentro de la clase trabajadora. El triunfo del rechazo representa la mantención del statu quo y cederle a la derecha más recalcitrante un sentimiento de confianza. Peor aún, presenta el riesgo de infundir en las masas la desmoralización y el descrédito de la importancia cardinal que tuvo el estallido. Aunque fue finalmente desviado dentro del proceso constituyente, es necesario reivindicar el impulso revolucionario original de la Rebelión de Octubre, el levantamiento insurreccional, y la Huelga General, para defender ese legado de autoorganización de la clase trabajadora y acción directa de las masas. Debemos por lo tanto llamar a votar Apruebo, pero sin sembrar ilusiones en el pueblo.

La nueva constitución representa un intento de algún sector de la clase dominante para cerrar la crisis por arriba. Pero en la situación económica mundial, se engañan si creen que pueden cerrar la crisis, como también se engañan los que sinceramente crean que esta constitución produce una grieta en el sistema económico capitalista. Hay avances democráticos importantes, pero en realidad no toca el capitalismo. Se establecen derechos sociales, pero no se arma políticamente a la clase trabajadora de los medios necesarios para defender esos derechos y liberarse de la dominación capitalista.

Una Asamblea Constituyente, es en el fondo un parlamento democrático burgués, que tiene la particular tarea de escribir una constitución. Aquí se cobija la idea de que la clase capitalista impone su dominación a través de lo estipulado en un pedazo de papel como la Constitución. En realidad, los capitalistas son dueños del país, de las riquezas y de los medios de producción, y debido a esto pueden imponer su sistema económico, brutal y sin regulación. La constitución del 80 es el reflejo de esto, y no al revés. Esa constitución fue producto de la derrota histórica de la clase obrera chilena en el golpe de Estado del 73, es decir, producto de una real correlación de fuerzas entre las clases antagónicas.

A pesar de todas las concesiones, la propuesta final de la convención no satisface a los poderosos de siempre. Los marxistas sabemos bien que los burgueses no van a ceder un milímetro de sus prebendas sin antes dar una pelea. Es así como han echado mano a toda la maquinaria de que disponen para sembrar el miedo al cambio entre la población. Este mensaje, ayudado por la pusilanimidad del gobierno y los sectores que lo apoyan, logra calar en capas medias y populares, quienes no ven en el proyecto de constitución elementos concretos que les permitan esperanzarse.

Ante la opción del Rechazo, vemos claramente que en el triunfo del Apruebo puede existir un escenario más favorable para la clase trabajadora, bajo la condición fundamental de que el movimiento de masas se arme de ideas y métodos de lucha de clases, se generalicen las experiencias más avanzadas de combate y autoorganización de la Rebelión de Octubre, con la perspectiva de un gobierno de trabajadores.

La producción capitalista y su incidencia en la crisis climática

Mauricio Olave Sierra, Presidente EcoMaestranza

Existe una crisis planetaria sin precedentes y la complejidad de actores involucrados, incentiva una desbordada proliferación de teorías que explican este fenómeno, el fenómeno de la crisis ambiental, puesto que nos encontramos ante un hecho ineludible, que incorpora como actores, a prácticamente toda forma de vida en el planeta, y coloca a la humanidad ante un callejón sin salida

Lo particular de nuestra experiencia, se sustenta en una interpretación de la sociedad y de las bases materiales que le dan vida, puesto que no está en duda, que los actores originarios del daño causado a la naturaleza, tiene a nuestra especie humana como protagonista. En este sentido, los seres humanos hemos causado esta situación precisamente por la forma de relacionarnos con la naturaleza.

Es necesario precisar el punto de inflexión que marca las causas de esta crisis, no como un simple dato de la causa, sino como el aspecto central, sobre el cual repensar posibles soluciones profundas, sin embargo, conocer las causas de por si, no va a mejorar el escenario en que nos encontramos, puede permitir definir estrategias sobre las cuales, podemos reconstruir una nueva relación, está vez, armónica entre los seres humanos y nuestro entorno.

Mucho se ha escrito, sobre los orígenes de la sociedad humana, en donde entre otros factores, la construcción de las ciudades-estados, se convierte en un elemento por excelencia, del descubrimiento de la agricultura y domesticación de ganado, pasando la especie humana desde una vida predominantemente nómade, a predominantemente sedentaria; iniciando un largo camino de conquista de la naturaleza.

Si bien, en la actividad de recolección de frutos silvestres y de la agricultura antigua y medieval, se mantiene sin grandes alteraciones, un equilibrio entre la explotación de recursos, principalmente de la tierra, y la capacidad de la naturaleza de regenerarse; el hombre había logrado, con éxito subsistir del fruto de la tierra, paulatinamente aplicando los avances de la técnica en una mayor eficiencia de los procesos productivos.

Estos avances, incluyendo la voracidad de un nuevo sistema de sociedad que se abría paso, como consecuencia de la revolución industrial y la asunción de la burguesía como clase social dominante en el mundo moderno, va generando una perturbación en una de las fuentes de riqueza mas fundamentales, es decir, la naturaleza, teniendo como punto de partida, los nuevos medios de producción, que revolucionaron para siempre a la historia, surgiendo con ello, la denominada agricultura industrial durante el siglo XIX.

La aparición de la agricultura industrial, genera grandes consecuencias históricas, sumado a esto, el uso de la química con fines agrícolas, que permite ponen en el debate científico de la época, la calidad de los nutrientes de los suelos, en especial, para los fines de cultivar nuestros alimentos.

Destacados científicos en Alemania y Gran Bretaña, como Justus Von Liebig y James Johnston, respectivamente, señalaron lo perjudicial de la agricultura industrial para efectos de la preservación de la calidad de los suelos.

Hicieron fuertes criticas por la pérdida de nutrientes de la tierra (…) debido a la agricultura capitalista, culpando principalmente a la agricultura intensiva británica. En efecto, esto se extendió al robo de tierras de algunos países por parte de otros” (Foster, 2013).

Liebig en una de sus obras escrita en 1840, sostuvo que el problema de fondo, albergaba dos aspectos fundamentales: el primero, es el agotamiento de nitrógeno, fósforo y potasio; y el segundo, que estos nutrientes terminaban llegando a los grandes centros urbanos, provocando otro efecto, la contaminación de la población urbana. Esto nos lleva a afirmar, con evidencia palpable, que ya desde una etapa temprana del desarrollo de producción capitalista, este modelo de sociedad, mostraba sus primeras consecuencias sociales, la contaminación y degradación del suelo, por cuanto, somete por una necesidad intrínseca del sistema capitalista, a una ruptura con la agricultura medieval, otrora dominante. En este sentido, Marx y Engel, en el Manifiesto Comunista, señalan: “la producción feudal no era suficiente, para satisfacer la demanda de los nuevos mercados”, agregando que: “la gran industria creó el mercado mundial, preparado por el descubrimiento de América”, finalizando con la siguiente afirmación: “la expansión de la industria (…) se desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales”, con ello, esta nueva clase social gobernante se encarga de finalizar toda forma de producción del pasado.

Pero fue otro descubrimiento científico, que determinaría la cara más oscura del naciente capitalismo, en 1842, el químico británico J. B. Lawes, desarrolla la capacidad de producir superfosfatos, en base a convertir los fosfatos en elementos solubles, con ello, se da el primer paso para la creación de fertilizantes sintéticos; aunque durante el siglo XIX los países dependían del fertilizante natural, comienza y en esto, Inglaterra se instala como precedente, en una vorágine insaciable por satisfacer sus necesidades de fertilizantes naturales; mostrando en el intento, sus pretensiones imperialistas.

El autor Bellamy Foster, considera que en este contexto de agotamiento de nutrientes de los suelos, es Gran Bretaña el ejemplo por excelencia de la disputa arbitraria, en el despojo de otras naciones de sus recursos naturales a escala mundial; esto basado en aportes de Liebig, quien señala entre sus investigaciones, como la necesidad de contar con fertilizantes para subsanar el efecto colateral de la producción capitalista sobre la calidad de los suelos agrícolas, llevó a las grandes potencias, en especial, a la ya mencionada, a indagar en formas no convencionales, como: “el desentierro y transporte de huesos humanos de los campos de batallas napaleónicas y catacumbas europeas” (Foster, 2013).

La extracción, por medio de trabajo forzado, lleva incluso a poner sus ojos en las costas del Perú, abundante en guano, en especial, obtenido del excremento de aves marinas; si bien, se desata esta especie de fiebre del guano, indirectamente, desencadena en un conflicto bélico, que aún divide a países limítrofes, es decir, la denominada Guerra del Pacífico; que culmina con la anexión de territorio peruano y boliviano, a la soberanía territorial chilena hasta el día de hoy, pero que abre a la industria capitalista británica una fuente permanente de negocios, entre ellas, la industria del salitre.

Todo ese recorrido histórico, desde la irrupción de la producción capitalista en la agricultura, el daño causado al suelo, y la necesidad inherente de grandes potencias industrializadas, de obtener mediante cualquier medio, incluso el saqueo colonialista, de apropiarse de la riqueza de otras naciones; acrecentado por el descubrimiento de América, y particularmente, de países sudamericanos como el nuestro, para promover la industria de fertilizantes naturales, crea al mismo tiempo, las condiciones materiales para el surgimiento de una incipiente clase obrera local; son los primeros movimientos obreros que surgen en Chile, en torno, a la minería y extracción de recursos naturales, quienes impulsan movimientos huelguísticos y organizacionales; además de otros movimientos vinculados al transporte ferroviario y portuario, condicionando a Chile en su configuración urbanística y socio-política.

Por lo que podemos afirmar, que existe un conducto evidente y poco abordado, entre las grandes contradicciones de las sociedades capitalistas y los problemas ambientales, durante los últimos doscientos años, que crece de forma exponencial, hasta el límite de nuestra contemporaneidad; esta fractura entre los modos de producción, la sociedad humana y el entorno ambiental, tiene como elemento reactor, el afán de lucro de grandes industrias, partiendo de la agrícola, sin descartar otros rubros que cobran posteriores protagonismos, por sus emisiones contaminantes. Pero para efectos, de lo que tratamos, vamos a continuar esta linea de desarrollo económico.

Las potencias europeas sin querer, provocan en países como Chile, un efecto impensado, creando lo que Marx denominaría, “a sus propios sepultureros”, es decir, a la clase obrera chilena, que mas adelante, protagonizarían páginas gloriosas y estremecedoras de la historia nacional.

En el camino, se pueden observar una serie de contradicciones, entre ellas:

La primera contradicción que provoca esta fractura metabólica, esta supeditada, a lo que Carlos Marx menciona en El Capital, “que el rompimiento del ciclo de la tierra en la agricultura capitalista industrializada, constituía nada menos que una fractura, en la relación metabólica entre los seres humanos y la naturaleza” (Foster, 2013).

Cuando las clases dominantes de una sociedad dada, provoca como es el caso, una insustentabilidad entre sus propias necesidades mercantiles y productivas, con las necesidades de su propio entorno, entonces, no solo está dañando a la propia naturaleza, sino que se está dañando a si misma como especie, por cuanto, los seres humanos no somos entes externos, sino que formamos parte de la misma naturaleza, en ese sentido, podemos señalar que la afirmación marxista, que el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza, es decir, el trabajo y la naturaleza, es factible en esta situación, por cuanto, no solo se daña al planeta, sino que se expande al sometimiento de una incipiente nueva clase social, el proletariado.

La segunda contradicción, se desarrolla en las distintas relaciones de poder entre las naciones, ya que para que el sistema pueda funcionar, se requiere de un país explotador y otro país explotado, las grandes empresas que se instalan en Chile, son por cierto, británicas, por tanto, los dueños del capital; mientras el país explotado se regocija en la absurda creencia, que el camino a la independencia económica, se pavimenta incrementando la capacidad de exportar materias primas, sin ningún valor agregado.

Las autoridades políticas de la época, aunque con ciertas coincidencias, de las actuales autoridades, insisten en este camino, ya que comprenden que sus limitados espacios de libertad, están unidos al desarrollo de las grandes potencias, ante el miedo a su propio pueblo, prefieren conformarse con la parte de la ganancia que les toque.

La tercera contradicción, es el crecimiento de la población urbana, según Foster: “los grandes centros , acumulan la fuerza motriz histórica de la sociedad”, pero al mismo tiempo, agrega: “perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra”.

Lo que provoca un sentido contradictorio, puesto que es precisamente el desarrollo de la agricultura capitalista, quien tiende a incrementar la vida urbana, por sobre la vida rural.

Todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez, en el arte de esquilmar al suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad” (Foster, 2013).

Entonces, ¿qué viene a aportar a la historia, la producción capitalista en general, y la agricultura capitalista en particular?, más allá, de una mayor capacidad de extraer los “frutos de la tierra”, lo realmente relevante de destacar, es su responsabilidad histórica ineludible en la actual crisis ambiental. Como lo señala, la Corriente Marxista Internacional, en sus tesis acerca de la crisis climática “el capitalismo está matando al planeta”, agregando que el movimiento de masas debe señalar un camino, “el cambio de sistema, no el cambio climático”, es decir, “el planeta por encima de los negocios”.

En ese análisis, la CMI irrumpe con una fuerza teórica fundamental, poniendo sobre el banquillo, al verdadero causante:

Es el sistema capitalista, con su insaciable búsqueda de ganancias, el responsable de la destrucción del medio ambiente, de la destrucción de los ecosistemas y de la contaminación del aire que respiramos y del agua que bebemos (…), bajo el capitalismo, son las grandes empresas las que deciden lo que se produce y cómo se produce”. (CMI, 2020).

Lo más preocupante, es que la actual producción capitalista, casi doscientos años después, de las investigaciones de los científicos antes mencionados, y de reflexiones en torno a las condiciones materiales de la naturaleza; se ha acrecentado enormemente su capacidad destructiva, pues no estamos hablando de cualquier forma de producción, sino a una irracional que se autodetermina, sin control alguno salvo el mito que se ha creado de su famosa “mano invisible”, teniendo como único objetivo real, reducir costos, superar a la competencia, captar mercados y maximizar ganancias. En este escenario, ¿qué pueden importar las condiciones de trabajo, y menos aún, la preservación de la biodiversidad?

La CMI, continua en sus reflexiones y plantea, que no se puede esperar otro resultado de “un sistema basado en la propiedad privada, la competencia y la producción con fines de lucro”.

En este sentido histórico, no podemos hablar de una crisis ambiental o de un cambio climático, en el que todos somos por igual responsables, puesto que los niveles de producción planetaria, con un claro y evidente, efecto dañino a la naturaleza, se encuentra condicionado a las grandes decisiones de los dueños del capital; quienes se autodeterminan bajo la complicidad del poder político y mediático, es más fácil, culpar a la falta de educación ambiental y concientización de los millones de ciudadanos a pie, que asumir el deterioro de un sistema enfermo, que solo ha provocado desastres en los últimos siglos. Pero lo realmente cierto, que plantean los poderosos, es su llamado a los ciudadanos comunes y corrientes, a asumir el desafío de luchar contra el cambio climático, mientras ellos se lavan las manos.

Efectivamente, no hay una verdad tan elocuente, sobre el protagonismo que se debe asumir, desde los espacios fuera de las grandes esferas de poder, crear un movimiento de masas tan arraigado y profundo, que impulse una propuesta comunitaria y rupturista, una propuesta que permita recomponer los efectos de esta fractura metabólica, repensando una nueva forma de sociedad humana.

Luis Emilio Recabarren y el desarrollo de las fuerzas reales del sindicalismo chileno

Mauricio Olave Sierra

El contexto en que se expresan las primeras luchas proletarias en Chile, coincide con la dominación del imperio británico, que se profundiza con la “victoria” en la Guerra del Pacífico, conflicto bélico que anexa territorio peruano y boliviano al territorio nacional. Con esta conquista bélica, Chile adquiere control sobre grandes extensiones de territorio y con ello, se adueña del salitre irrumpiendo en la economía mundial, en pleno auge de los fertilizantes naturales.

En la mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo Chile, el camino que siguió la oligarquía terrateniente fue convertir a los países en exportadores de materias primas. El imperialismo británico se iba apoderando de las riquezas naturales, provocando que el presidente liberal José Manuel Balmaceda, se opusiera al predominio británico sobre el salitre, según sus propias palabras, no estaba dispuesto a que el país se convirtiera en “una simple factoría extranjera”. Como consecuencia de este acto de rebeldía en defensa de la soberanía, el imperialismo británico impuso una cruenta guerra civil en alianza con una burguesía local incapaz de generar un proyecto nacional, corrompiendo a políticos y militares. Balmaceda es derrotado, y el capital británico termina por imponer sus términos.

La industria salitrera crece de forma exponencial, y esto provoca un crecimiento demográfico de trabajadores de diversos países en las pampas salitreras. Ayuda en este proceso, los “enganchadores” que eran personas encargadas de atraer mano de obra barata, muchas veces con engaños sobre las bondades de la industria y excelentes condiciones laborales. Una vez contratados los obreros, se daban cuenta que sus jefes británicos tenían una sola cosa en mente, la rentabilidad, a costo incluso de las vidas humanas. La falta de regulación y de medidas de seguridad provocaban tasas elevadas de accidentes de trabajo, pero para las empresas salitreras era preferible a invertir en la seguridad de los trabajadores. Esta no era la única forma en que estos empresarios demostraban su desprecio hacia los obreros. Además, existían las pulperías, almacenes instalados al interior de las oficinas salitreras, en las cuales los obreros debían obligatoriamente comprar, incluso a precios que superaban el 100% del valor en el comercio regular. Estas pulperías eran de propiedad de las salitreras, y se pagaba con fichas que solo eran útiles en las pulperías de sus patrones, ya que a los obreros no se les pagaba con dinero real, como forma de someterlos y forzarlos a mantenerse trabajando bajo ese sistema de explotación.

Alguna prensa de la época, denuncia a las salitreras como centros de torturas, al margen de o protegidas por la ley. Se asumían a sí mismas como encargadas de impartir justicia dentro de los límites de su propiedad, con la existencia de cepos y garrotes para castigar a los trabajadores, aunque solamente sea por sospechas de haber cometido algún delito dentro de sus instalaciones. Por cierto, las faltas más comunes merecedoras de castigos brutales, podían ser: organizarse y comprar artículos fuera de las pulperías.

El descontento social se hizo latente con mayores niveles de organización y audacia. Y con ello, comienzan a naturalizarse las masacres obreras, teniendo un momento cúspide en la memorable Matanza en la Escuela Santa María de Iquique, el 21 de diciembre de 1907. Se habla de unos 3600 obreros asesinados junto a sus familias, obreros que exigían un petitorio tan básico y necesario, fueron engañados para esperar respuestas en aquella escuela. Presas del hambre continuaron con sus convicciones intactas, hasta que finalmente se da la orden de ejecución. Las primeras ametralladoras adquiridas por el gobierno para el ejército, serían estrenadas contra los pampinos en Iquique. Diversos consulados, entre ellos, el consulado boliviano, hacen gestiones para salvar la vida de los obreros extranjeros que se encontraban entre los huelguistas, pero su respuesta fue unánime: “con los chilenos vinimos, con los chilenos morimos”, desatando la masacre mas relevante de la historia de Chile.

La Matanza en la Escuela Santa María tiene un efecto inesperado para la clase dominante. Pretendieron dar una lección de terror a la clase obrera, pero lograron que esta adquiriera mayor conciencia de clase. Con Luis Emilio Recabarren, obrero tipógrafo, conocido hasta ahora como “el padre del movimiento obrero chileno”, antiguo militante del Partido Demócrata, comienza a germinar con fuerza la necesidad de que la clase obrera se representase a si misma, con los intereses propios de su clase social. En este sentido, Recabarren va rompiendo con su antiguo partido hasta crear un nuevo partido político independiente de las tendencias burguesas predominantes. Primero se crea la Federación Obrera de Chile (FOCH) en 1909, y desde ahí, los sectores mas avanzados de la FOCH, en 1912 fundan el Partido Obrero Socialista (POS), que diez años después pasa a llamarse Partido Comunista de Chile, al incorporarse a la III Internacional.

Desde un comienzo, existe una estrecha vinculación entre la FOCH y el POS, es decir, que se logra cohesionar la organización sindical con la organización política de los trabajadores, logrando impulsar una organización con un marcado sello clasista y revolucionario. En aquel tiempo las ideas anarcosindicalistas tenían un fuerte predominio, a las que Recabarren contrapone sus tesis, la necesidad de dar batalla a través de un partido político de origen obrero.

La ofensiva del capitalismo se expresaba en la creencia de su superioridad frente a la clase obrera. Es muy significativa aquella frase pronunciada por Eduardo Matte Pérez, dirigente político de una histórica familia oligarca, los “Matte”, que señala en 1892 “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciaste y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”. En este sentimiento de superioridad de la clase dominante se basaba la crudeza del enfrentamiento de clases, que tuvieron que enfrentar aquellos primeros dirigentes revolucionarios. La sensación de indefensión ante los poderosos, lleva a Luis Emilio Recabarren, a plantearse nuevas tesis en la lucha social. Sin tener en un comienzo contacto directo con las ideas marxistas, este dirigente y pensador chileno, logra interpretar críticamente la sociedad y sentar las bases de un pensamiento clasista.

Con plena conciencia de que el objetivo estratégico del naciente sindicalismo era la construcción de una nueva sociedad humana, comprende que las luchas reivindicativas son pasos necesarios dentro de un contexto superior. Aprovecha hábilmente cada conquista, como medio de una escalada creciente con perspectiva estratégica. Influye en su análisis una verdad incuestionable, que la clase obrera debía prepararse para grandes batallas, por lo que reconoce que hace falta un gran trabajo en esta perspectiva, señalando el desarrollo de las fuerzas reales del proletariado, es decir, trabajar sobre la capacidad real del pueblo, para lanzarse a la lucha de clases con posibilidades ciertas de vencer. En este sentido, el desarrollo de las fuerzas reales, adquiere un sentido conceptual. Su base son acciones en el campo de la educación popular, ideológica y de organización. Un aspecto central dentro de las fuerzas reales, son las fuerzas intelectuales, a las que otorga mayor importancia desde la práctica militante.

Con esta idea de las fuerzas reales, va impregnando a la organización obrera de un sello transformador y militante. Su principal contribución en este ámbito, es proporcionar fundamentos sólidos a la acción sindical, sin importar incluso si la organización es pequeña, esta puede ser influyente en su ambiente. Recabarren pensaba que la educación puesta al servicio de una causa colectiva, por medio de una acción inteligente y metódica, entregaba a las luchas sociales y sindicales un alto valor por sí misma. Los trabajadores debían capacitarse a través del sindicato, y en este campo de la actividad educativa de masas, se consideran dos elementos: el primero es la capacitación técnico industrial y el desarrollo de la cultura popular; el segundo es proporcionar las condiciones para el desarrollo del pensamiento, porque es efectivo que los seres humanos antes de ejercer la acción sindical y política, requieren comprender la educación en un doble sentido, es decir, la educación como medio de subsistencia y la educación como medio de pensamiento critico frente a la sociedad que requiere ser transformada.

En la conquista de aumentos salariales, reducción de la jornada laboral, mejoras en las condiciones de seguridad y salud en el trabajo, la huelga resultaba fundamental. Pero la huelga vista como un acto preparatorio, como un espacio de asimilación y formación donde por un lado, se pueden obtener estos u otros beneficios, es decir, conquistas que pueden lograrse sin afectar al sistema capitalista desde lo medular. Y por otra parte, conquistas que ocasionan un daño mayor a la clase patronal. De todas formas, cualquier conquista podía constituirse como un impulso moral, demostrando a las masas populares que la organización era el camino para lograr mejores condiciones laborales y la emancipación de la clase obrera.

Recabarren demostraba confianza en el espíritu revolucionario del pueblo, y solía decir que la “monstruosidad” de la explotación terminaría por impulsar a los trabajadores a la lucha frontal contra el régimen opresor, sacándolos de su estado de inacción y temor a los capitalistas. En ese sentido primario de organización, la clase obrera se enfrenta a sí misma, a sus propias vacilaciones e incoherencias. Este proceso de auto-aprendizaje va acompañado del debate en las asambleas, donde es posible que se generen múltiples demandas, sin que necesariamente apunten a soluciones reales. Este ejercicio dialogante entre pares que comparten miserias y esperanzas, es el germen de la revolución. Asumirse desde su realidad de explotado y reconocerse con un otro, es un aprendizaje tan significativo que sería injusto cuestionarlo solo aludiendo a lo precaria de la organización y las falencias en el petitorio de demandas.

El concepto de explotación desde la perspectiva de Recabarren, paulatinamente va adoptando la ideología marxista. Motivado por el triunfo de la Revolución de Octubre, el movimiento obrero chileno realiza actividades financieras para poder conocer la experiencia en Rusia, donde Recabarren viaja y trae grandes enseñanzas. En 1923, publica el libro “La Rusia Obrera y Campesina, algo de lo visto en una visita a Moscú”, síntesis de una estadía de 43 días en aquel país, donde Recabarren destaca su motivación para conocer la experiencia de los bolcheviques en el poder, de corroborar si efectivamente existía un gobierno de los trabajadores y más importante aún, si existía la posibilidad de la restauración del capitalismo. Ya un Recabarren más maduro, y asumido como marxista, declara: “quise convencerme si las condiciones del pueblo ruso eran más propicias para la revolución y para el comunismo que las condiciones del proletariado chileno para acometer la misma empresa”, y luego añade: “y creo no engañarme si aseguro que al proletariado de Chile solo le falta disciplinar un poco más su organización política y económica para encontrarse en capacidad de realizar la revolución social”, finalizando con la conclusión “solo así, expropiará todo el régimen de explotación capitalista, que termine definitivamente con el caos capitalista incapaz de producir el bienestar social que reclama la población de Chile”.

El viaje de Luis Emilio Recabarren a la Rusia Bolchevique en los tiempos en que Lenin aún vivía, logra cristalizar en este revolucionario chileno toda una serie de reflexiones entorno al marxismo y la experiencia de lucha del proletariado chileno. Pasando por grandes procesos, desde su adolescencia cuando a los 14 años ingresa a trabajar a una imprenta, dejando sus estudios, a tomar conciencia de las injusticias sociales e interpretar la realidad social, organizar a los trabajadores sindical y politicamente, asumir que la lucha del proletariado debía culminar en la construcción de una nueva sociedad, luego incorpora el marxismo como ideología, sin encontrar grandes contradicciones a sus contribuciones anteriores. Pero lo mas relevante, es que este recorrido reafirma sus tesis sobre las fuerzas reales, que lo convence aún más de que el proletariado chileno puede hacer la revolución, pero para ello requiere fortalecerse aún más. Es decir, debe seguir promoviendo el desarrollo de sus fuerzas reales, debe seguir educándose, mejorar sus organizaciones y prepararse para el enfrentamiento frontal que termine en la victoria.

Estas reflexiones de Recabarren al regresar a Chile tuvieron un gran impacto en el proletariado chileno. Es más, su prestigio y autoridad entre los trabajadores pudo haber sido un factor determinante en que el POS tomará la decisión unánime de pasar a llamarse Partido Comunista y asumirse como un partido marxista, cosa que no ocurrió en otros países, donde hubo escisiones mayoritarias y minoritarias al momento de tomar esa misma decisión. Esto es debido a un trabajo de años, en que Recabarren desde un inicio imprimió un perfil ideológico clasista y revolucionario.

Recabarren estaba firmemente convencido que las organizaciones de base, que cada persona que formaba parte del sindicato, incluidas sus familias, eran la fuerza vital para alcanzar una nueva sociedad humana. Por ello, es tan conocida esa anécdota en los tiempos del Partido Obrero Socialista, cuando algunos de sus compañeros deciden seguirlo a escondidas para corroborar las palabras siempre optimistas con que solía reportar sus encuentros con obreros. Para muchos dirigentes del POS, resultaba extraño tantas buenas noticias, y en eso, se encontraron con una escena que los llenó de dudas respecto a la honestidad de su compañero de lucha. Vieron a Recabarren conversar por horas con una sola persona, al fracasar la convocatoria de una asamblea de trabajadores. Como era de esperarse, sus compañeros le reprocharon su actitud, no podían entender que fuese considerada como exitosa una jornada donde llega solo un asistente. Leal a sus principios, éste responde que efectivamente fue una jornada de alegría para la causa del socialismo, porque en esa conversación de horas, había logrado incorporar un nuevo militante para el POS. Ese era Recabarren que anteponía lo estratégico, pues para él, haber logrado un militante para la lucha por una nueva sociedad, como para cualquier revolucionario verdadero, era en si misma una victoria para la causa proletaria, quizás incluso mucho mejor que haberse encontrado con una asamblea desbordante, pero sin obtener de ella fortalecer a la organización revolucionaria.

Las condiciones materiales con las que se enfrenta la organización sindical, no se puede separar de la realidad objetiva de los trabajadores como clase social, eso es parte de la esencia del marxismo. Recabarren estaba tan consciente de esta tesis, que sabia apreciar cada conquista, desde mejoras salariales hasta la afiliación militante revolucionaria. No se trataba de ser un dirigente conformista, sino todo lo contrario. Utilizaba hábilmente cada avance como parte de la construcción estratégica y no caía en la premura de lo urgente, como suele sucederle a esos dirigentes que se adentran tan profundamente en la contingencia, sin perspectiva histórica ni ideológica. Lo coyuntural era concebido como pasos necesarios, pero dentro de una perspectiva de mayor alcance. Por esto, esas conquistas que tienden a desmovilizar a las masas, es decir, que luego de alcanzadas ciertas demandas se termina debilitando la organización y la misma conciencia de las masas, eran vistas como algo perjudicial. Es en estos momentos cuando los cuadros dirigentes revolucionarios deben entregar claridad, con honestidad plantear una linea de acción, que permita darle conducción política revolucionaria al movimiento de masas.

Ahora entramos a la función de los dirigentes de la clase trabajadora, que cumplen un rol esencial para encauzar las luchas sociales. Este es un aspecto crucial, pues la clase obrera requiere luchar por una nueva sociedad, y por lo tanto debe incorporar a la acción sindical elementos políticos e ideológicos, de carácter revolucionarios, con un alto sentido de responsabilidad ante la historia y el conjunto de los explotados y oprimidos.

La cuestión política en el seno de los sindicatos es un asunto ético y de juicio, un dirigente realmente comprometido con la clase obrera, siempre buscará la forma de entregar elementos políticos-ideológicos para la discusión en el sindicato. Es una torpeza calificar de inmundo o no apropiado en los espacios del sindicalismo, el tratamiento de temas políticos. Esto sería favorecer las tesis burguesas sobre el rol gremialista de los sindicatos, pues conciben a estos como organizaciones que luchan por causas económicas dentro de los marcos institucionales, lo que en el Chile contemporáneo se ajusta a las negociaciones colectivas regladas por el código del trabajo. Esa relación entre el sindicato y la empresa, es contraria a las ideas de Recabarren que planteaba una lucha sindical compleja, amplia, solidaria y con perspectiva emancipadora.

Recabarren jamás oculto sus objetivos superiores, construir una nueva sociedad a través de la organización de los trabajadores. Incluso en un discurso pronunciado en la cámara de diputados en el año 1915, deja establecido como anhelo el derecho a conquistar el poder político, agregando a esto, “que si ese poder le es negado, el movimiento revolucionario no se quedará de brazos cruzados, luchará por el poder con firmeza por medio de la legalidad, y de no tener éxito”, afirma en la cámara que “nadie tendrá derecho a negarles hacer la revolución”. Pero este pensamiento es más anterior aún, en el año 1903, un artículo publicado por “El Trabajo”, periódico de la Mancomunal Obrera de Tocopilla, un obrero escribe: “La revolución seguirá impertérrita su marcha, tranquila si la libertad la ampara, violenta y terrible si se le pretende detener”. Esto también forma parte del desarrollo de las fuerzas reales, puesto que la clase requiere hacerse de todas las herramientas necesarias para la toma del poder, teniendo en claro, que la victoria revolucionaria será el resultado de un proceso de aprendizajes y luchas populares. Recabarren plantea claramente un horizonte estratégico a los trabajadores, y a la vez, es capaz de ir sentando las bases necesarias de preparación para afrontar las grandes batallas contra el capitalismo.

¿Cuánto de Recabarren existe en las luchas de la izquierda contemporánea?, aparentemente, su pensamiento sigue vigente y cumpliendo una función orientadora de la acción sindical, aunque llevado al extremo de la caricatura de dirigente formal y conciliador, pacifista y reformista. Recabarren fue un organizador y educador de masas por excelencia, mantuvo su claridad en los momentos más complejos dentro de la organización partidaria, pese a quedar en posición de minoría, despreciado por la tendencia que pretendió erradicar sus ideas al interior del Partido. Entrado el proceso denominado como “bolchevización del Partido”, después de su muerte ocurrida el 19 de diciembre de 1924, y pese a las grandes manifestaciones de masas, de trabajadores que le rinden homenaje, comienza a instalarse la idea que el legado de Recabarren carecía de fortaleza ideológica, siendo un verdadero peligro y desviación para impulsar un proceso revolucionario en Chile. Esta intención de opacar su legado coincide con la “estalinización” del Partido Comunista de Chile.

En la actualidad, entender a Recabarren es tarea sencilla cuando se continua luchando como él lo hizo, creando movimiento popular desde sus raíces, como expresión genuina de las necesidades mas sentidas del pueblo. Uno de sus grandes legados, pese a ser por momentos ignorado, es el desarrollo de las fuerzas reales con las que debe contar la clase proletaria, en su misión emancipadora, el poder que radica esencialmente en la organización de los trabajadores. En esto, Luis Emilio generó grandes aportes, no solo organizando mancomunales y sindicatos, sino creando una infinidad de periódicos obreros, bibliotecas y llevando el teatro y otras expresiones artísticas al alcance del pueblo, representando la sociedad de clase y que los obreros pudiesen verse a sí mismos representados. Además impulsó campañas contra los vicios, denunciando entre otros, al alcoholismo, como una de las trabas de la clase obrera en su misión revolucionaria.

Nuestra tradición centenaria de luchas obreras nos lleva a grandes desafíos, uno de ellos es retomar los valores y enseñanzas de luchadores como Luis Emilio Recabarren, que cobran vigencia a medida que el avance de las fuerzas políticas contrarias a los intereses de los trabajadores se consolidan, al menos electoralmente. Ante esto, la gran pregunta es, ¿se encuentran los trabajadores y sus organizaciones preparadas, para impulsar una alternativa con perspectiva socialista?, evidentemente, a pesar de nuestros anhelos, es necesario reconocer que no estamos preparados, por lo tanto, al igual que Recabarren en su propio tiempo, debemos analizar minuciosamente nuestra realidad y ponernos a dotar de fuerzas reales a la clase trabajadora. Nuestro trabajo debe abocarse entre otras tareas, al fortalecimiento organizativo e ideológico de las masas populares, sobretodo en este auge de descontento social que se vive en Chile, las luchas callejeras requieren de una perspectiva crítica, emancipadora y de transformación revolucionaria de la sociedad.

¿Qué fue y qué será de la rebelión de octubre? Necesitamos una Corriente Marxista de la clase obrera

El estallido social de octubre, marca un salto cualitativo desde los movimientos de masas y protestas que desde hace más de una década marcaron el paisaje del Chile post dictatorial. En una mirada global, es un punto de inflexión inscrito en el contexto de crisis mundial capitalista. Se trata de un levantamiento de masas, de carácter insurreccional, que desde el viernes 18 de octubre hasta fines de noviembre, involucró entre 5 y 6 millones de personas participando activamente.

El “Fuera Piñera”, sigue siendo desde el estallido una de las principales consignas, que expresa el ánimo generalizado contra el gobierno del empresario-presidente Sebastián Piñera. Pero el repudio general hacia todas las instituciones se arrastra desde antes. Con casos emblemáticos de corrupción en Carabineros y Ejército, la Iglesia, y el Congreso, por nombrar algunos.

El descontento se expresó en diversas luchas políticas. El movimiento estudiantil de 2006-2011. Revueltas regionales y ambientalistas. Los paros docentes. El mayo feminista y otras movilizaciones de mujeres. Las marchas por No Más AFP. Las protestas contra la privatización de recursos naturales en medio de la crisis hídrica que afecta a comunidades. La continua represión y resistencia en el Wallmapu, territorio ancestral mapuche. Las huelgas de subcontratados, en la minería, forestales, salmoneras y puertos. Además de conflictos laborales en retail, call center y otros.

La chispa de los secundarios encendió los ánimos y la solidaridad. En el octubre chileno todas las luchas convergieron. Todas las demandas se oyen en las calles y se ven en los muros. “No son 30 pesos, son 30 años” protesta contra todo el espectro político que administró la limitada transición democrática, sobre la base de la impunidad y continuidad del sistema capitalista, defendido por la constitución del 80. Entre las principales demandas del movimiento de masas encontramos Educación, Pensiones, Desigualdad, Salarios y Desempleo.

Después de una semana, el estado de emergencia y toque de queda fue derrotado por el ánimo combativo de las masas en las calles. Esto a pesar de la violencia ejercida por el Estado. El movimiento cuenta aún con una fuerza extraordinaria y un apoyo abrumador. Esto fue evidente en la convocatoria nacional a “la marcha más grande de Chile”, el 25 de octubre.

La Huelga General del 12 de noviembre, convocada por el Bloque Sindical de la Mesa de Unidad Social, fue la paralización más efectiva desde 1990. Esta entrada de la clase obrera como protagonista en el proceso, encendió las alarmas de la clase dominante, precipitando en 72 horas un acuerdo entre los partidos del régimen en crisis.

El clamor por una Asamblea Constituyente, para las masas en las calles, representa la aspiración a un cambio social fundamental y el repudio a todo el régimen existente. Incluso los partidos de derecha, ante el peligro de ser barridos por el levantamiento, se vieron obligados a forjar un acuerdo con la oposición, con el objetivo de desactivar el movimiento. El PS y el FA se prestaron vergonzosamente para esto. De aquí surge el llamado “Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución”. El régimen estaba contra las cuerdas, desbordado por la calle y los dirigentes de la izquierda parlamentaria vinieron a salvarlo sobre la base de la convocatoria de un proceso constituyente que no iba más allá de los límites del parlamentarismo burgués.

Cuando la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) convocó para el 11 de mayo de 1983 al primer paro en 10 años, se inició un proceso de radicalización política y movilización masiva contra la dictadura de Pinochet. Las jornadas de protestas tomaron matices insurreccionales. La transición democrática fue producto de un acuerdo por arriba, para evitar el desborde por abajo. Ese fue el rol jugado por la Concertación de Partidos por la Democracia. Las lecciones de este período evidencian que otro gesto en las urnas del régimen no es ninguna garantía para una transformación radical, que dentro de los límites del sistema capitalista no es posible.

Ya pasaron 30 años de “transición democrática” pactada sobre la base de la impunidad de los crímenes de la dictadura y la continuación del sistema económico capitalista. Y aún el reciente acuerdo del 15N busca canalizar las aspiraciones democráticas y de mejor calidad de vida, dentro de un marco institucional tutelado por el Congreso. Este acuerdo no toca los privilegios de la clase capitalista, no tocan las AFP, ni el negocio privado en la salud y la educación; no hablaba de justicia por las violaciones de DD.HH, ni de la liberación de los más de dos mil presos políticos.

La oligarquía empresarial chilena, componen una clase dominante ignorante y atrasada. Incapaz de desarrollar la economía por sus medios, débil frente a la inmensa clase obrera y los pobres, necesita someterse a la dominación imperialista. Las reivindicaciones democráticas chocan con las exigencias económicas del capitalismo en crisis, que impone la explotación rapaz de recursos naturales y trabajo humano. Las garantías democráticas para sostener todo aquello que es preciado para el desarrollo de las sociedades humanas, de salud, vivienda, educación, pensiones, etc., no vendrán por leyes firmadas sobre papel. Sino que están determinadas por la real correlación de fuerzas entre las clases en disputa. Una nueva constitución en los términos propuestos por el régimen es un engaño. Una nueva constitución que realmente sirva a los intereses de la mayoría oprimida sólo será posible cuando la clase trabajadora derroque el podrido régimen burgués y tome el poder, político y económico, en sus propias manos. Sólo expropiando a las multinacionales, podrán controlarse los recursos democráticamente al servicio de la mayoría.

La Unidad Social fue desdibujando cada vez más su rol en la oposición al gobierno, sin llegar nunca a plantearse de manera seria la demanda más popular de las protestas: “Fuera Piñera”. La CF8M y la ACES denunciaron el rol conciliador que algunos dirigentes del Bloque Sindical de Unidad Social adoptaban frente a un gobierno que literalmente declaró la guerra a los trabajadores y los pobres. Ni la represión ni falsas concesiones lograban aplacar la tremenda revolución que se desata en Chile. Pero las políticas de conciliación y colaboración con el empresariado de parte de los líderes sindicales y el papel de la izquierda con su política de cretinismo parlamentario dieron un respiro vital al régimen en crisis.

La economía se encontraba en una recesión severa y la pandemia precipitó la crisis mundial capitalista. El plebiscito por una nueva constitución ha sido aplazado hasta octubre. Mientras, se registran aún enfrentamientos callejeros y verdaderas protestas del hambre en varios puntos del país. Se destaca crudamente lo que el despertar chileno denuncia. La vulnerabilidad de amplios sectores de la población, la desigualdad, la precariedad de la salud pública, las pensiones y salarios que no alcanzan, la informalidad laboral y el desempleo. Los decretos laborales y medidas sanitarias, son una cuarentena hecha a la medida de la derecha y los empresarios, fiscalizada por los militares en las calles.

Sin “paz” ni “nueva constitución” a la vista, el acuerdo del 15N se encuentra desnudo de su predicado. Sólo expone la parte del “Acuerdo”. Es decir, como sostenimiento del régimen por el conjunto del sistema de partidos.

Hoy se fragua un nuevo “Acuerdo Nacional”, esta vez bajo los ropajes de la crisis sanitaria. En todo caso, esta situación no es nueva. Esta política de los acuerdos y las cocinas parlamentarias han sido la normalidad de los últimos 30 años.

Lo extraordinario del despertar chileno ha sido la energía de la juventud que ha mostrado que otra realidad es posible. Lo nuevo es la combatividad de las masas y las formas de autoorganización, que vimos en la Huelga General, en los Cabildos y Asambleas, en la Primera Línea y en las Brigadas de Salud. Estas son las formas organizativas que se ha dado la clase, y aunque quizás con otro nombre, muy probablemente volverá a agruparse de esta forma. Son formas embrionarias de poder dual, que levantan frente al poder oficial del estado burgués y sus instituciones, un poder potencial de la clase trabajadora.

Además de las poblaciones históricas de la izquierda y la lucha contra la dictadura, nuevos sectores de masas han tomado protagonismo, jóvenes y no tan jóvenes, de las poblaciones de Santiago y de regiones, barras bravas, etc. Particular importancia tiene el movimiento de mujeres, que batió todos los récords en la convocatoria del último 8 de marzo, pero que desde hace años viene construyéndose y denunciando la violencia machista y del Estado capitalista, además de levantar demandas por derechos sociales.

El levantamiento dio cuenta de su fuerza tremenda, pero evidentemente se alcanzaron ciertos límites. Las manifestaciones de masas son imprescindibles para crear la confianza de éstas en sus propias fuerzas. Pero no son suficientes para vencer al aparato estatal, los medios de comunicación de la burguesía, y el desgaste ocasionado por dirigentes conciliadores.

La Mesa de Unidad Social, presionada por las bases, por un tiempo fue virtualmente capaz de dar una dirección unificada por arriba. Pero carecía de mecanismos reales de democracia directa interna. Era una reunión por arriba de representantes de organizaciones y no una genuina asamblea de delegados electos en las fábricas, los puestos de trabajo, los barrios y las barricadas. Debido a esto, no expresaba hasta el final el ánimo combativo y las demandas de fondo de la clase trabajadora, como la salida de Piñera.

Ante la ausencia de una perspectiva clara de cómo avanzar, las huelgas generales por hito, parciales y limitadas en el tiempo, inevitablemente producen cansancio. Los límites fueron entonces dados por los dirigentes sindicales y de la izquierda reformista. O dicho de otra manera, el límite fue la ausencia de una dirección revolucionaria de la clase obrera.

Como quedó demostrado el 12 de noviembre, la clase trabajadora tiene la capacidad de paralizar el país y poner en jaque al gobierno patronal. El sujeto de la transformación revolucionaria necesaria es por lo tanto la clase trabajadora.

La crisis económica, ha puesto a la orden del día planes de intervención estatal en la economía. En particular, la aerolínea LATAM ha suscitado propuestas de representantes del empresariado para el rescate de empresas “estratégicas”. Estas propuestas revelan la hipocresía del capitalismo, que socializa las pérdidas pero privatiza las ganancias. Pero también Convergencia Social ha salido al paso, dando mayor énfasis a la participación estatal y la prohibición de los despidos. El PC habla de un fondo para el rescate de empresas esenciales, con carta dirigida al “Señor Presidente”. Se abre la puerta a un debate sobre el carácter socialista de esta política. De lo que se trata es de expropiar sin indemnización y bajo control de los trabajadores los sectores fundamentales de la economía, no de rescatar a los empresarios privados.

Si bien las medidas paliativas contra el desempleo y el hambre pueden en principio beneficiar a la clase trabajadora, este es dinero que debe ser pagado con impuestos y deuda pública. En última instancia, este dinero termina en manos de los bancos, de los dueños de los medios de producción. Se trata de medidas para salvar el capitalismo y evitar una explosión social. No serán decretos ni astucias parlamentarias que protegerán de los despidos. Sólo mediante la propiedad común de los medios de producción puede construirse un plan económico socialista. Sólo mediante la expropiación de los dueños de Chile pueden cumplirse todas nuestras demandas.

La clave será galvanizar la capacidad de movilización y organización de las millones de personas que han salido a luchar. Las demandas tienden a converger en un programa único. Por Salud y Educación Pública, Gratuita y de Calidad. Jornada laboral de 40 horas. Salario Mínimo de 700 mil pesos. No Más AFP, y por un sistema de reparto solidario y administración pública. Por la Nacionalización del Cobre, el Agua, el Litio y el Mar. Por la expulsión de las forestales y Fin a la Militarización del Wallmapu. Por el fin a la impunidad. Todas estas son demandas apoyadas por la gran mayoría del pueblo.

El programa mundial de la burguesía es salvar el capitalismo haciendo a los trabajadores pagar por la crisis. Asistimos a una etapa histórica de enfrentamientos agudos entre las clases. Durante el pasado Octubre Rojo Latinoamericano vimos órganos de lucha genuinamente emanados de la clase obrera y los oprimidos, con el potencial de ser órganos embrionarios de doble poder, como en Ecuador y en Chile. Vimos protestas masivas en Haití, Puerto Rico, Honduras y Colombia.

En Chile el pueblo trabajador desafió las fuerzas represivas, venciendo el estado de emergencia y toque de queda. Se asistió a una jornada histórica de protesta y Huelga General. Se organizaron Cabildos y Asambleas. Se organizó la Primera Línea contra la represión. Pero no se logró consolidar una coordinación regional y nacional de estos organismos. Para esto se necesitaba una tendencia política que luchara por profundizar el alcance de estos órganos emanados del octubre latinoamericano. Una tendencia que luchara dentro y fuera de los sindicatos, para generalizar las experiencias más avanzadas de la clase obrera. La construcción de una tendencia así es la tarea a la que nos abocamos en la Corriente Marxista Internacional, presente en más de 40 países. El desarrollo pleno de la inteligencia y fuerza creativa de la clase trabajadora, esta es la perspectiva por la que luchamos.

Para los marxistas resulta clave entender en qué medida y con qué medios la clase trabajadora puede ser capaz de colocarse al frente del movimiento y desarrollar organismos de poder propios, para derribar al gobierno de los empresarios, en la perspectiva de un gobierno de trabajadores. Para esto es importante además dialogar con las bases de los partidos de izquierda, como el PS, PC y el FA. Presentar una alternativa revolucionaria para todas aquellas personas que están desilusionadas en estas organizaciones.

El sistema capitalista enfrenta la más grave crisis de su historia. La propiedad privada y las fronteras nacionales son una barrera para la solución de los problemas fundamentales de la humanidad. La presente pandemia mundial así lo ha evidenciado. Los dueños de Chile no pueden hacer otra cosa que defender sus intereses capitalistas. Es hora de que los trabajadores defendamos también nuestros intereses. Las palancas fundamentales de la economía deben estar bajo control de los trabajadores y el pueblo. Una transformación socialista de la economía y la sociedad, dirigida democráticamente por la clase obrera, puede producir en beneficio de las necesidades del pueblo, y no para las ganancias de una minoría que amenaza la existencia de la humanidad y el planeta.

Una victoria revolucionaria en Chile, en el contexto actual de convulsión a nivel internacional, abriría las puertas a una oleada que barrería con los regímenes capitalistas podridos en todo el continente y más allá. Luchamos por un Chile socialista en el marco de una Federación Socialista de América Latina que sería un poderoso impulso para una Federación Socialista Mundial.

Si tienes acuerdo con lo que acabas de leer, no necesitas saber mucho más para sumarte a nosotros.

chile@americasocialista.org

Históricas: 8 de Marzo en Chile con millones en las calles denuncia el terrorismo de Estado

Este 8 de marzo una nueva marcha histórica ha colmado las calles de Chile en el contexto del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Según las organizadoras, alrededor de 2 millones marcharon sólo en Santiago, y la cifra a nivel nacional alcanza los 3,5 millones de personas. Dos jornadas de “Huelga General Feminista” fueron convocadas para este 8 y 9 de marzo, por la Coordinadora Feminista 8M. El llamado es en particular contra el Terrorismo de Estado. Las mujeres están en la primera línea de la rebelión iniciada en octubre, tanto físicamente como avanzando demandas, por los derechos sociales, y contra la violencia y la impunidad.

Este 8 de marzo del 2020 se encuadra en el marco del “Octubre Chileno”. Además es posible establecer un hilo continuo de movilizaciones de mujeres, que en parte llevan a las jornadas de protesta nacional iniciadas por las evasiones masivas de estudiantes secundarios la semana del 18 de octubre del 2019. Por ejemplo, desde la formación de secretarías de género en universidades en 2016 (al calor del movimiento Me Too a nivel mundial), pasando por el Mayo Feminista el 2018, y la también masiva e histórica marcha del 8M de 2019. Cientos de miles de mujeres se han manifestado durante años contra el acoso, los femicidios y el machismo. Se ha visto el carácter internacional de los movimientos de mujeres, con el “Ni Una Menos” que ha atravesado América Latina y las movilizaciones a favor del aborto. La viralizada performance “Un violador en tu camino”, impulsada por el Colectivo “Las Tesis”, une a las mujeres en todas las latitudes contra la violencia machista, contra el Estado y la policía. En esta histórica marcha del 8M de 2020 se escuchó fuerte y claro la exigencia de la renuncia del presidente Piñera.

Finalizando las vacaciones de verano, marzo obligadamente volvió a colocar al frente a los dos sectores más combativos en la lucha contra el gobierno. Las mujeres y la juventud. El regreso a clases desató un “Mochilazo”, movilizaciones de secundarios que provocaron el cierre de más de 20 estaciones de metro y protestas en varias ciudades de Chile, sobretodo protagonizadas por estudiantes de liceos de mujeres.

La Coordinadora Feminista 8M y la ACES se retiraron de la Mesa Unidad Social. Este organismo inicialmente agrupaba a cientos de organizaciones sociales y de trabajadores, llevando en su mejor momento a la convocatoria de la gran huelga general del 12 de noviembre, la más grande en décadas y que puso al régimen contra las cuerdas. Luego del llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre entre el gobierno y partidos de la oposición (con excepción del Partido Comunista y sectores del Frente Amplio), la Unidad Social fue desdibujando cada vez más su rol en la oposición al gobierno, sin llegar a plantearse nunca de manera seria la demanda más popular de las protestas: “Fuera Piñera”. La CF8M y la ACES denunciaron el rol conciliador que algunos dirigentes del Bloque Sindical de Unidad Social adoptaban frente a un gobierno que literalmente declaró la guerra a los trabajadores y los pobres. Hasta entonces ni la represión ni falsas concesiones lograban aplacar la tremenda revolución que se desata en Chile. Pero las vacilaciones de dirigentes sindicales y de izquierda dieron un respiro vital al régimen en crisis. El acuerdo del 15N busca canalizar las aspiraciones democráticas y de mejor calidad de vida, dentro de un marco institucional tutelado por el Congreso. El acuerdo no toca los privilegios de la clase capitalista, no tocan las AFP, ni el negocio privado en la salud y la educación; no habla de justicia por las violaciones de DD.HH, ni de la liberación de los más de dos mil presos políticos.

Es justo después del engañoso acuerdo que la performance de Las Tesis da un nuevo impulso a las protestas. Nos recuerdan que no puede haber perdón ni olvido por los abusos cometidos por policías y militares durante el Octubre Chileno. Ya aguantamos 30 años de “transición democrática” pactada sobre la base de la impunidad de los crímenes de la dictadura de Pinochet y la continuación del modelo económico capitalista. ¿Puede el pueblo chileno aceptar ahora este “Acuerdo” del 15N, nuevamente sobre la base de la impunidad y sin tocar el poder económico de los dueños de Chile? Los medios internacionales tuvieron que hacer eco del fenómeno viral de “Un violador en tu camino”, pero descafeinando muchas veces su contenido y explicando simplemente que se trata de una coreografía contra la violencia machista en general. La performance, por supuesto que denuncia la situación de opresión de la mujer, el acoso, los femicidios y las desapariciones, pero lo hace también muy en concreto denunciando a los agentes del Estado. En el contexto que vive Chile, el cántico lanza dardos directamente al gobierno criminal de Piñera y la normalidad violenta que quieren imponer.

La marcha del 8M éste 2020 coloca a las mujeres no sólo como un grupo víctima de abusos y demandando derechos al Estado, sino que sobretodo se colocan como protagonistas de sus propias vidas y al centro del momento histórico que vive el país. Históricas, dice un gran lienzo en la marcha. Reivindican además un método fundamental de la lucha de los explotados y oprimidos, la Huelga, que plantea la cuestión de quién hace funcionar realmente la sociedad. La “Huelga General Feminista” llama la atención sobre las labores domésticas y de cuidado, el trabajo de reproducción social que mayoritariamente ocupan las mujeres. A su vez, las precarias condiciones de trabajo, salarios y pensiones afectan más agudamente a las mujeres, el sector más explotado de la clase trabajadora. Luego de la épica jornada del domingo 8, el lunes 9 se trataba principalmente sobre la huelga. Javiera Manzi, vocera de la CF8M explicaba:

“Hoy nos levantamos en huelga en todo el territorio, en todo el país. El negacionismo histórico de quien niega los derechos humanos, la violación a los Derechos Humanos como lo ha hecho la ministra Plá amerita huelga, la deuda educativa amerita huelga, cerca de la mitad de las mujeres en nuestro país ganan el sueldo mínimo amerita huelga, los femicidios ameritan huelga, la represión que vivimos en la jornada de ayer amerita huelga. Salgan a las calles, y griten por otra vida.”

El Bloque Sindical de Unidad Social anunció su apoyo a las movilizaciones del 8 y 9 de marzo. Sin establecer nada concreto más que un llamado en solidaridad general. Para el aniversario de gobierno el 11 de marzo, anunciaron un paro a las 11 horas, ¡por 11 minutos! Quizás en sintonía con el sentido “performativo” de algunos grupos feministas, pero completamente desconectado con el ánimo de las marchas multitudinarias que exigen fuertemente la renuncia de Piñera, el fin de la impunidad, y derechos sociales para el pueblo. El gobierno ha perdido la iniciativa luego del 8M. Una vez más, como ha sido históricamente, la movilización masiva de las mujeres reconfiguran la relación de fuerzas en favor del conjunto de la clase trabajadora. Las organizaciones de base deben superar los límites impuestos por el acuerdo constituyente, que es una farsa que sigue contando abusos, heridos y muertos del Chile que despertó. El movimiento feminista y de mujeres bien podría haber interpelado a las direcciones sindicales, haciendo un llamado a los trabajadores y trabajadoras a organizar en asambleas de base un paro activo en los centros de trabajo.

Las marchas han sido maravillosas (y muy fotogénicas), pero eso no basta para derribar el régimen de los dueños de Chile. Luego de la crisis del 2008 y la recuperación más lenta de la historia, las perspectivas económicas mundiales sólo anuncian recesión y cualquier accidente puede provocar una depresión. Los patrones pretenden que los trabajadores paguemos por la crisis. La minoría capitalista se aferra a sus riquezas, y no hay ningún espacio de maniobra para concesiones reales a las necesidades del pueblo. En todo el mundo las democracias son sólo fachadas que comienzan a caerse mostrando el carácter autoritario de la dictadura del capital. Todos aquellos que planteen soluciones dentro del marco del capitalismo, la propiedad privada y las fronteras nacionales, están destinados al fracaso y serán cómplices engañando a las masas. En Chile la situación de salarios, pensiones, desempleo y endeudamiento, no parece vayan a mejorar. Poco importa ya lo que haga, ante los ojos de todos este gobierno va ser responsable de la debacle económica, política y social.

Debe levantarse desde las organizaciones de base un gran Paro Nacional en unidad que haga saber que son los trabajadores y trabajadoras quiénes producen y hacen funcionar diariamente la economía y la sociedad. Las mujeres y la juventud en las calles dan el ejemplo de que unidos somos más poderosos. Vamos por una Asamblea de la Clase Trabajadora desde las bases. Por un Gobierno de Trabajadores, recuperando los recursos, como el Agua, el Cobre, el Litio y el Mar. Expulsando fuerzas armadas y empresas forestales del Wallmapu, territorio ancestral Mapuche. Abajo Piñera y su régimen capitalista.

América Latina en revolución – lecciones del octubre rojo

El mes de octubre de 2019 estuvo marcado por una oleada insurreccional en América Latina. Del 2 al 14 de ese mes se desarrolló un magnífico levantamiento obrero e indígena en Ecuador contra el paquetazo del FMI que el gobierno de Lenín Moreno quería imponer. Casi inmediatamente le siguió el estallido insurreccional en Chile cuyo inicio se puede fijar en la jornada del 18 de octubre y que continúa todavía, aunque con menor intensidad, en el momento de escribir estas líneas en enero de 2020.

No estamos hablando simplemente de movimientos de protesta que exigen una serie de reivindicaciones, sino de algo más. Se trata de movimientos que toman acción directa para conseguir sus objetivos, no se amilanan ante la represión, desafían no solo a una decisión del gobierno, sino al gobierno mismo y en realidad a todo el status quo, que empiezan a construir organismos embrionarios de poder obrero e incluso organizaciones de autodefensa de las masas ante la represión. Estamos hablando pues de insurrecciones con características revolucionarias. 

Es más, estos movimientos no se limitan a un solo país, sino que en un período breve de tiempo se han extendido de un país a otro. Podemos citar el enorme movimiento en Puerto Rico que durante diez días en julio de 2019 puso a cientos de miles en las calles y finalmente forzó la dimisión del odiado gobernador Rosselló. El hecho es todavía más significativo teniendo en cuenta que, oficialmente, Puerto Rico es territorio de los EEUU. 

Mención aparte merece el movimiento revolucionario en Haití que durante prácticamente once meses ha sacudido el país caribeño. Empezando en febrero, cientos de miles han salido a la calle en manifestaciones masivas, huelgas generales, boicots y enfrentamientos con la policía, en protesta contra la corrupción del gobierno títere de Jovenel Moïse, contra la represión, la miseria y la injerencia imperialista. El saldo mortal es incierto, pero más de 40 personas fueron asesinadas por la represión del estado entre setiembre y noviembre. 

Es necesario señalar al estallido en Chile le siguió el paro nacional del 21 de noviembre en Colombia, una movilización que a pesar de estar convocada solamente para un día, se prolongó en los días siguientes, y que marca un antes y un después en la lucha obrera y social en este país. Tampoco en el caso de Colombia se trata de un simple movimiento de protesta, sino de una impugnación general del régimen que continúa hasta el día de hoy.  

Estos movimientos en América Latina, aunque tienen sus propia características, forman parte también de un proceso más amplio a nivel internacional que incluye las revoluciones en Sudán y Argelia, los movimientos revolucionarios y de masas en Hong Kong, Líbano, Iraq e incluso en en Irán a lo largo del año 2019. También las protestas en Catalunya en octubre forman parte de la misma oleada. En todos estos casos hemos visto algunas características comunes: brutal represión estatal, la resiliencia de las masas que no retroceden, el cuestionamiento de todo el régimen, el descrédito de las organizaciones tradicionales y un fuerte elemento de espontaneísmo. 

A estos factores debemos añadir también, y de manera muy destacada, el papel de la juventud que ha estado en la primera línea de la lucha y sobretodo de los enfrentamientos con las fuerzas del orden. Se trata de una generación de jóvenes que han entrado a la vida política consciente al calor de la gran recesión capitalista de 2008, a los cuales el capitalismo no ofrece ninguna perspectiva, condenados a la precariedad en el empleo y que han reaccionado con furia ante el callejón sin salida al que se enfrentan. 

El mito de la “ola conservadora”

En el caso de América Latina, el octubre rojo de 2019 viene a enterrar definitivamente el cadáver insepulto de la “ola conservadora” y la “muerte de la izquierda” que comentaristas burgueses, pero también académicos y organizaciones de izquierdas, habían anunciado con bombo y platillo.

En marzo de 2016, el político mexicano Jorge Castañeda, que pasó de ser militante del Partido Comunista a ministro del gobierno reaccionario de Vicente Fox Quesada, publicaba una columna en el New York Times con el título “La muerte de la izquierda latinoamericana”. Apoyándose en las derrotas electorales del kirchnerismo en Argentina y del PSUV en Venezuela, Castañeda decretaba “la muerte”, fíjense bien, no el declive, ni el retroceso, sino la muerte, de la izquierda latinoamericana. 

En Brasil, ya en octubre de 2014, el dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) Guilherme Boulos, hablaba de una “ola conservadora” en su columna de opinión en la Folha de São Paulo. La idea de este y otros comentaristas de izquierdas era la de que se estaba produciendo en América Latina, un corrimiento del electorado hacia la derecha. Algunos llegaban a señalar que el motivo era el siguiente: los “gobiernos progresistas” habían aumentado el nivel de vidas de las masas, sacado a la población de la pobreza, y ahora que estas eran de “clase media” su conciencia había cambiado y votaban a la derecha. Una teoría tan simple como errónea que además tenía el valor añadido de echar la culpa a las masas y eximir a los dirigentes de toda responsabilidad.

Como ya explicamos en aquél entonces, en repetidas ocasiones, no estábamos en América Latina ante una ola conservadora y el anuncio de la muerte de la izquierda era muy precipitado. Es cierto que en un período corto de tiempo vimos la derrota del kirchnerismo en las elecciones de noviembre de 2015, la derrota del PSUV en las elecciones a la asamblea nacional de diciembre de 2015, la derrota de Evo Morales en el referéndum constitucional en Bolivia en febrero de 2016, el impeachment de una Dilma extremadamente impopular en 2016, etc. Todos estos fenómenos no son casuales y es necesario explicarlos.

Los “gobiernos progresistas”

En primer lugar debemos señalar que no es posible poner a todos los gobiernos que se agrupan generalmente bajo la etiqueta de “gobiernos progresistas” en el mismo saco. Evo Morales llegó al poder como producto secundario de dos levantamientos revolucionarios (en 2003 y 2005) en el que la clase obrera podía haber tomado el poder, pero no lo hizo por falta de dirección. El MAS se benefició de ese desenlace y desde el poder trabajó por recuperar la legitimidad de las instituciones burguesas.

Algo parecido se puede decir del kirchnerismo en Argentina, que llegó al poder después del estallido revolucionario en diciembre de 2001. El argentinazo puso en tela de juicio todas las instituciones de la democracia burguesa con su “que se vayan todos” y tumbando sucesivos gobiernos. El kirchnerismo cerró esa crisis revolucionaria abierta y devolvió la legitimidad a esas mismas instituciones. 

Lo mismo sucedió en Ecuador, donde la revolución ciudadana de Correa ganó las elecciones después de una serie de levantamientos insurreccionales que habían tumbado a los gobiernos del “loco” Bucaram (1997), de Jamil Mahuad (2000) y de Lucio Gutiérrez (2005). De nuevo, la crisis revolucionaria se cerró por la vía del parlamentarismo burgués. 

La revolución bolivariana en Venezuela fue diferentes de estos procesos, en el sentido de que, de todos ellos, fue el que más avanzó justamente en romper con el régimen capitalista, aunque nunca llegó a ir hasta el final. La elección de Chávez en 1998 y la derrota del golpe de estado de 2002 radicalizaron un proceso revolucionario que ya venía de antes y lo llevaron a empezar a chocar con los límites del sistema capitalista. Las tomas de fábricas (con apoyo de Chávez), las experiencias de control obrero (con apoyo de Chávez), la reforma agraria y la creación de las comunas (con apoyo de Chávez). Existía un proceso recíproco de radicalización entre las masas y el presidente, un proceso que se enfrentaba con la resistencia feroz de la burocracia y los reformistas, que llevó al propio Chávez a plantearse la necesidad del socialismo y de la abolición del estado burgués. 

Sin embargo, lo cierto es que todos estos gobiernos sí tenían algo en común. Se beneficiaron de un prolongado ciclo alcista de los precios de las materias primas, del petróleo, los minerales, las exportaciones agrícolas, sobre la base del cual pudieron sufragar importantes gastos sociales, que tuvieron un impacto concreto sobre las condiciones de vida de las masas. 

Empujados sobre todo por el crecimiento económico en China, los precios de las materias primas crecieron de manera sostenida entre 2003 y 2010. El precio del petróleo subió de menos de 30 dólares el barril a más de 100. El precio del gas natural había estado alrededor de 3 dólares por MMBtu (millones de unidades térmicas británicas) y aumentó a entre 8 y 18 dólares por MMBtu. El precio de la soja subió de un mínimo de 4 dólares por bushel a un máximo de más de 17 dólares. El cobre pasó de 0.67 dólares la libra, a 4,5 dólares. El zinc de un mínimo de 750 dólares por tonelada métrica a un pico de 4.600. El cobre de 3.500 dólares por tonelada métrica a un precio increíble de casi 33.000 dólares. 

Todos estos gobiernos tuvieron un largo período de relativa estabilidad debido a dos factores clave que estaban inter-relacionados. Por un lado la fuerza del movimiento de las masas, que la clase dominante era incapaz de derrotar en un enfrentamiento directo. Los intentos de golpe de estado en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010) fueron derrotados por la movilización de las masas. Esto estaba también vinculado con el alto precio de las materias primas que hemos descrito, que permitía la ilusión de que se podían llevar adelante programas sociales importantes que beneficiaban a millones de personas, evitando un choque directo con los límites del sistema capitalista. 

El fin del boom de las materias primas sumió a toda la región en una recesión en 2014-15 y puso fin esa ilusión. Ese es el motivo económico de fondo de las derrotas electorales que hemos mencionado antes. El fin del crecimiento económico además, sacó a la luz e hizo más relevantes todas las limitaciones de esos gobiernos. El burocratismo en las organizaciones, la cooptación de los movimientos, las concesiones a la burguesía, el imperialismo y las multinacionales. 

Lejos de una situación en la que las masas de la clase trabajadora giraran a la derecha y pasaran a votar por partidos reaccionarios, lo que vimos en realidad fue un aumento de la apatía, el escepticismo y la abstención del electorado que había mantenido a estos gobiernos en el poder. Seguían hablando de “socialismo del siglo 21”, “revolución ciudadana”, “proceso de cambios”, etc., pero cada vez había una distancia mayor entre las grandes frases y la realidad concreta. 

La burguesía, que nunca se había reconciliado con estos gobiernos por los vínculos que tenían en la imaginación de las masas con los procesos revolucionarios que, de manera distorsionada, les habían llevado al poder, decidió que era el momento de pasar a la ofensiva. Querían tomar control directo del poder político de nuevo, a través de sus representantes directos, para llevar a cabo una política de contra-reformas y ataques más abierta. 

Sin embargo es totalmente erróneo hablar de una “ola conservadora”. Los nuevos gobiernos reaccionarios electos no cuentan con una base de apoyo sólida entre las masas. Fueron aupados al poder con mayorías muy estrechas o mediante subterfugios (como en el caso de Lenín Moreno). Y en cuanto empezaron a aplicar su programa de ataques, el programa que la burguesía necesita para hacer pagar la crisis a los trabajadores, se enfrentaron a movilizaciones masivas en contra. Lejos de ser gobiernos estables, asentados sobre un supuesto giro a la derecha de las masas, son gobiernos extremadamente inestables y que amenazan con abrir de nuevo crisis revolucionarias como las que vimos a principios de siglo. 

Quizás el caso más emblemático es el del gobierno de Macri en Argentina. Cuando trató de aplicar el ataque a las pensiones en diciembre de 2017 se enfrentó a una enorme ola de protestas y enfrentamientos que le hizo abandonar la idea de aplicar la contra-reforma laboral. El gobierno de Macri se ha enfrentó a cinco huelgas generales, y de no haber sido por las elecciones en octubre de 2019, es posible que hubiera terminado derrocado por un levantamiento revolucionario. Los dirigentes sindicales y kirchneristas se emplearon a fondo para impedirlo y desviar todo el descontento hacia la vía electoral. Esto no es exactamente lo que se podría entender por una “ola conservadora”. 

Incluso en Brasil, donde la clase dominante perdió el control directo de los acontecimientos después del impeachment de Dilma con la elección de un demagogo reaccionario como Bolsonaro con una amplia mayoría en las urnas, eso no significó una base sólida para una política de ataques abiertos. La llegada al poder de Bolsonaro, no representa la “victoria del fascismo” como muchos en la izquierda pensaron. Es obviamente un gobierno reaccionario y profundamente anti-obrero y anti-democrático. Pero no es un gobierno fuerte que se asiente sobre una masa enloquecida de la pequeña burguesía y la supresión física de las organizaciones obreras. Al contrario, a los pocos meses de su elección, el aspirante a bonaparte se enfrentaba a una enorme movilización espontánea de cientos de miles encabezada por la juventud estudiantil y a una huelga general de millones en defensa de las pensiones. Ese movimiento fue derrotado por el papel nefasto de la dirección sindical, pero reveló la auténtica correlación de fuerzas potencial que existe. Un gobierno dividido internamente, con una fuerte caída de su popularidad, enfrentado a un movimiento que a apenas pocos meses de su elección ya levantaba la consigna de “fuera Bolsonaro”. 

Esta es la auténtica situación en la que nos encontramos, con diferencias y particularidades nacionales, en América Latina. Sí, es el fin de una etapa. Pero no es el inicio de ninguna ola conservadora. La ilusión de que era posible gestionar el débil y dominado capitalismo latinoamericana concediendo al mismo tiempo reformas sociales se ha desvanecido. Entramos en una fase de agudización de la lucha de clases, de ataques brutales a las condiciones de vida de las masas y como consecuencia, de movilizaciones masivas e incluso estallidos revolucionarios como los que hemos presenciado en los últimos meses. 

Características revolucionarias

Es necesario analizar estos levantamientos, examinar sus rasgos más importantes y extraer conclusiones de los mismos. No hay duda que el tanto en Ecuador como en Chile, podemos observar importantes rasgos insurreccionales y revolucionarios. 

¿Qué es una revolución? En su prólogo a la Historia de la Revolución Rusa, León Trotsky afirma que: 

“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. (…) La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.”

Lenin, en 1915, trataba también de identificar los síntomas de una situación revolucionaria: 

“¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos “de arriba”, a una acción histórica independiente.”

Ecuador

En el caso del levantamiento de octubre en el Ecuador podemos ver claramente rasgos revolucionarios en la situación. Lo que provoca el estallido es el paquetazo de Lenín Moreno. Cuando las masas entran en escena, el gobierno trata de aplastar el movimiento con una combinación de represión brutal que incluye el estado de sitio el toque de queda, con concesiones (la retirada del decreto sobre el subsidio al combustible a los pocos días). Pero eso no funciona. Al contrario, en este caso, la represión espolea el movimiento de las masas. Toda la rabia contenida sale a la superfície. 

En ese momento y de manera muy significativa empiezan a surgir elementos de doble poder. Las masas movilizadas desafían el poder establecido de las instituciones burguesas y los cuerpos de hombres armados que las defienden. 

El gobierno decreta el estado de excepción a lo que la CONAIE, que jugó el papel principal en la dirección del movimiento, responde declarando su propio estado de excepción en el que se afirma que ni la policía ni el ejército son bienvenidos en sus comunidades. Y esto no es una simple declaración, sino que se pone en práctica. En varias comunidades efectivos de élite del ejército y la policía son secuestrados por la población y no pueden abandonar las comunidades más que sobre la base de negociaciones con sus dirigentes. 

En varias provincias se producen también tomas de gobernaciones. Es decir, el pueblo organizado desafía al gobierno y toma las instituciones. En el momento álgido de la insurrección el gobierno de Moreno es obligado, casi físicamente, a huir del palacio de gobierno y abandonar la capital Quito para refugiarse en Guayaquil. No solamente esto sino que las masas movilizadas tomaron, brevemente el edificio de la asamblea nacional, con la idea de instalar una Asamblea del Pueblo, es decir, su propio organismo de poder en oposición al poder de la burguesía. 

Claramente, los miles que marchan de las provincias a la capital no van solamente a dialogar con el gobierno, sino que van en un primer momento a imponer sus exigencias y después, cuando la represión brutal ha causado ya más de una docena de muertos, a tumbar el gobierno. La consigna central que gritaban decenas de miles en las calles era “Fuera Moreno, fuera”. 

No solamente las masas movilizadas establecían, de manera embrionaria, su propio poder, sino que en el transcurso de los enfrentamientos con las fuerzas de represión, llegan a levantar organismos de autodefensa, en forma de la guardia indígena o guardia popular. Armados de manera rudimentaria con escudos, tirachinas y morteros caseros, la guardia se encargaba de defender a los manifestantes de la represión, repelía los ataques de la policía y permitía a los manifestantes avanzar. La guardia estaba además, de una forma u otra, bajo el control de las organizaciones, particularmente de la CONAIE. 

También durante el levantamiento en Ecuador vimos síntomas de grietas en el propio aparato represivo del estado burgués, otro elemento que es un rasgo de una situación revolucionaria. Enfrentados al empuje irresistible del movimiento, algunos sectores de la policía y el ejército se negaban a intervenir contra los manifestantes. Así sucedió cuando el gobierno mandó al ejército a levantar los bloqueos de carreteras en los primeros días del levantamiento. En algunas provincias los soldados en lugar de reprimir se limitaron a escoltar a los manifestantes que se marchaban hacia la capital. Incluso en Guayaquil, en el punto álgido del movimiento, hubo un enfrentamiento a golpes entre soldados y policías, cuando los primeros trataban de impedir que los segundos atacaran a un grupo de manifestantes violentos. 

Es importante destacar que los intentos del gobierno de movilizar a la reacción en las calles para hacer frente al movimiento, fracasaron totalmente. Ni siquiera en Guayaquil, feudo tradicional de la oligarquía, lograron movilizar a las capas medias reaccionarias de manera significativa. El intento de organizar una manifestación armada de los pequeños comerciantes para enfrentar “a los indios revoltosos” fracasó estrepitosamente. 

Así pues, los campos estaban claramente delimitados. De un lado los trabajadores, el pueblo indígena pobre, los campesinos, la juventud estudiantil y obrera. Del otro lado el gobierno de Lenín Moreno, completamente alineado con el imperialismo de EEUU, el FMI, la oligarquía capitalista ecuatoriana y todos sus representantes políticos (Noboa, Nebot, Mahuad, etc). Y sin embargo, eran las masas las que estaban a la ofensiva, y el gobierno contra las cuerdas. 

El diez de octubre se produjo una extraordinaria Asamblea del Pueblo en el Ágora de la Casa de Cultura de Quito. Allí el movimiento, que había capturado y desarmado a un grupo de policías, obligó al estado a entregarle los cuerpos de varios de los muertos por la represión, a transmitir la asamblea en directo a todo el país por los medios de comunicación y se fijó como objetivo marchar a la Asamblea Nacional para instalar allí la Asamblea del Pueblo. En ese momento teníamos en potencia una situación de doble poder. La cuestión que estaba planteada era la de ¿quién gobierna en el país? ¿Lenín Moreno o la CONAIE?

Y sin embargo, dos días después la crisis revolucionaria se resolvía con una negociación con el gobierno, la retirada de las masas de las calles y la restauración del orden burgués. ¿Qué falló? ¿Qué faltó?

Lo que faltó fue justamente una dirección revolucionaria que estuviera a la altura de las tareas que estaban planteadas. A pesar de haber planteado la cuestión del poder, lanzando la idea de una Asamblea del Pueblo, la dirección de la CONAIE nunca levantó la consigna de “fuera Moreno”, y se concentró específicamente en exigir solamente la retirada del paquetazo del FMI. En la asamblea del Ágora de la Casa de Cultura se había planteado como condiciones previas a cualquier negociación la dimisión de los ministros responsables de la represión y la retirada del decreto que ponía fin a los subsidios al combustible. Al final, negociaron sin condiciones, los ministros siguen en sus puestos y no se han depurado responsabilidades por los muertos de la represión. Lo único que se consiguió fue la retirada del decreto sobre combustible. Y sobre esa base se desmovilizó a las masas. 

Ante la acusación lanzada por el gobierno y los medios de comunicación de que la CONAIE quería tumbar al gobierno y que por lo tanto “estaba haciendo el juego al correísmo”, la dirección de la CONAIE respondió que no era cierto y procedió a tomar medidas que garantizaran justamente que el gobierno no caía. 

En esto jugó un papel importante el sectarismo de la dirección de la CONAIE hacia el correísmo. Durante el gobierno de Correa hubo desencuentros y enfrentamientos entre la dirección campesino-indígena y el gobierno, y también del gobierno con diferentes organizaciones de trabajadores. En algunos casos, sin duda, la política del gobierno era incorrecta e iba contra los intereses de la clase trabajadora.

Sin embargo, en varias ocasiones, eso empujó a la dirección de la CONAIE (y también la de algunas organizaciones de trabajadores y de la izquierda) a apoyar a Moreno y a fuerzas reaccionarias contra el gobierno de Correa, algo totalmente impermisible. 

A la acusación de que querían tumbar el gobierno y que eran correistas, la dirección de la CONAIE debía haber respondido: “no somos correístas, pero cualquiera que esté en contra de este gobierno y de su paquetazo es bienvenido a la lucha. Y sí, si el gobierno no retira el paquetazo anti-obrero, el pueblo va a imponer la voluntad de la mayoría, tumbar a Moreno y establecer un gobierno de los trabajadores”.

Pero la dirección de la CONAIE no tenía una perspectiva revolucionaria y al final, para defenderse de la acusación de querer tumbar el gobierno, terminó apoyándolo para que no cayera, justo cuando ya estaba pendiente solo de un hilo. En otras palabras, lo que faltó fue el factor subjetivo.

Por supuesto, el gobierno en la mesa de negociación prometió mucho, no le quedaba más remedio sino quería ser derrocado, aunque concedió bien poco, apenas la retirada del decreto. Lo que más le interesaba era que las masas dejaran las calles, dónde eran fuertes y amenazaban a su poder, y regresaran a sus casas, dónde son débiles. 

Una vez que se desconvocó la movilización, el gobierno, poco a poco, empezó a recuperar terreno y atacar a los propios dirigentes que le habían salvado. Se han lanzado acusaciones por rebelión contra dirigentes de la CONAIE en varias provincias. Se han encarcelado a políticos opositores. Era de esperar.

Sin embargo, esto no es el final de la historia. El gobierno de Moreno, más pronto o más tarde, va a pasar de nuevo a la ofensiva. La crisis del capitalismo, y el papel que un país como Ecuador juega en la misma, no le deja ninguna alternativa. La carta de intenciones que firmó con el FMI permanece y si no se producen recortes en los subsidios al combustible, los rectores serán en otra parte. En un momento u otro esto provocará un nuevo movimiento y una nueva insurrección. La tarea urgente es aprender las lecciones y preparar una dirección a la altura de las circunstancias. 

Chile

El estallido chileno que empezó en octubre es extremadamente significativo. Este es un país que era considerado como un “modelo del éxito del neoliberalismo”, y un “oasis de paz social” en un continente sacudido por la revolución. Y ese país justamente ha producido el mayor estallido revolucionario del período reciente. Detrás de ese escaparate de paz y estabilidad social lo que había era una sociedad extremadamente desigual, con una concentración enorme de la riqueza por arriba a costa de la explotación de la mayoría. El “éxito” chileno se construyó sobre la base de una política de privatización, destrucción de derechos y protecciones que empezó bajo la bota de la dictadura pero que se ha prolongado en los años de la llamada transición. 

Esta situación provocó una acumulación de descontento a lo largo de años que se empezó a expresar en toda una serie de movimientos de masas, empezando por la juventud secundaria. Esto está explicado en detalle en el artículo de Carlos Cerpa en esta misma revista. Lo más destacable es que esta situación provocó una profunda crisis de legitimidad de todo el régimen, incluyendo a los partidos de “centro-izquierda” de la Concertación, que gestionaron el mismo durante veinte años. 

Esta crisis de legitimidad del régimen, que se ha agravado con la respuesta del mismo al estallido revolucionario, es la que alimenta y sostiene el movimiento de protesta en el tiempo. Su profundidad es lo que ha impedido al régimen restablecer el equilibrio, ni con la represión más brutal (miles de detenidos y heridos, cientos de ellos con pérdida de visión, abusos sistemáticos de los derechos humanos), ni con las aparentes concesiones (incluso el engaño de una convención constituyente). 

Uno de los eslóganes del estallido fue “no son 30 pesos, son 30 años”. Reflejaba de manera precisa el orígen del movimiento y anunciaba su carácter de impugnación de todo el sistema. 

La más reciente encuesta de opinión, publicada por el CEP en enero es un fiel reflejo de esta afirmación. Según esta encuesta, un 47% de los chilenos piensa que la democracia en Chile funciona mal o muy mal, contra apenas un 6% que piensa que funciona bien o muy bien. Cuando se pregunta por diferentes instituciones, el porcentaje que dice tener mucha o bastante confianza es muy pequeño, y ha colapsado como resultado del movimiento en todos los casos. Las instituciones que sufren una mayor caída en su confianza, en comparación a 2015, son justamente Carabineros (del 57% al 17%) y las fuerzas armadas (del 50 al 24%), la televisión (del 24% al 8%) y los diarios (del 25% al 11%), y también la Iglesia Católica (del 31 al 14%). Es decir el aparato represivo y el aparato ideológico del estado burgués están totalmente desprestigiados. 

Por su parte, las instituciones de representación política de la democracia burguesa, que ya estaban muy desacreditadas, caen a mínimos históricos. El gobierno del 15 al 5%, el congreso del 6 al 3% y los partidos políticos del 6% hace dos años al 3% ahora. Hace 10 años el 42% de la población se identificaba o simpatizaba con algún partido político. Ahora apenas el 14%. 

El estallido, que empezó como sabemos, por una chispa casi accidental, el aumento del pasaje en Santiago, se convirtió en un levantamiento espontáneo contra todo el régimen, una enorme rabia desde abajo que arrasó con todo a su paso. 

También en Chile la consigna central es “fuera Piñera asesino”. En este caso el movimiento de masas, aunque tienen una serie de demandas concretas (salario, pensiones, salud, educación) se dirige contra el gobierno en su conjunto, y más allá, contra todo el sistema. 

Desde el primer momento vimos el surgimiento de organismos a través de los cuales las masas trataban de organizarse y que tenían el potencial de convertirse en organismo de poder dual. Las asambleas territoriales y los cabildos autoconvocados que surgieron en los barrios de las grandes ciudades en los primeros días del estallido incluso tomaron medidas para proteger los pequeños comercios contra los saqueos, organizar el abastecimiento, recuperando tradiciones revolucionarias de los años 70. 

En el transcurso de la lucha también surgieron organismos de autodefensa del movimiento. De manera espontánea, por necesidad y con un aprendizaje sobre la marcha, con la juventud al frente, surgió la Primera Línea. Al igual que la Guardia Indígena en Ecuador, la Primera Línea (con este u otro nombre) defendió al movimiento contra la represión, con medios rudimentarios pero cada vez más sofisticados enfrentó la brutalidad de Carabineros, garantizó la posibilidad de manifestarse en Plaza Italia, ahora rebautizada como Plaza Dignidad. El gobierno se enfrascó en una batalla de semanas para recuperar el control de las calles y nunca lo logró del todo. La Primera Línea estaba asistida por una segunda, tercera y cuarta líneas, que se encargaban de la atención médica, el suministro de proyectiles, etc. 

En Antofagasta, a iniciativa del Colegio de Profesores y otras organizaciones que se coordinaron en la lucha, se creó un Comité de Emergencia y Resguardo, que se encargaba de tareas de autodefensa y de atención médica a los heridos de la represión. 

También en Chile hemos podido observar, aunque de manera muy embrionaria, elementos de quiebre dentro de los cuerpos de hombres armados. El caso de un soldado que se negó a ser movilizado a Santiago para la represión es el más conocido, pero que duda cabe que hubo más y que este caso reflejaba un ambiente más extendido entre los soldados rasos. Sin duda ese fue un factor que obligó a Piñera a retirar el ejército de las calles y dejar el trabajo a Carabineros, un cuerpo heredado directamente de la dictadura sin purga alguna y entrenado para realizar el trabajo de represión más brutal. 

El gobierno estaba realmente contra las cuerdas. Ni sacar el ejército a la calle, ni la represión brutal detenían el movimiento. Ni el anuncio de concesiones y medidas sociales lograban aplacar las protestas. La popularidad del gobierno estaba en noviembre en mínimos históricos y en caída libre. La inmensa mayoría de la población apoyaba las protestas y un porcentaje muy grande había participado o en marchas o en cacerolazos. La huelga general convocada por la Unidad Social podía haber sido el punto de inflexión. 

Es más, todos los intentos del régimen por tratar de movilizar a su base social y recuperar la iniciativa, utilizando por ejemplo la excusa de “los saqueos” y la “la violencia”, fracasaron estrepitosamente. De hecho, una mayoría de los votantes de los partidos de la derecha se declaran a favor de las marchas. 

Sin embargo el gobierno sigue en el poder. ¿Quien lo salvó? En primer lugar lo salvó la oposición firmando el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Y en segundo lugar lo salvaron las propias limitaciones de los dirigentes sindicales que nunca se plantearon la tarea de tumbar al gobierno.

En esto el papel del Frente Amplio fue muy importante. El FA representaba justamente, aunque de manera distorsionada, la expresión política de las grandes oleadas del movimiento estudiantil de 2011 y 2013. Se había convertido en un factor en la política nacional que representaba de una manera u otra, la oposición al sistema fuertemente bipartidista de la transición. En el momento decisivo, sus dirigentes principales salvaron al gobierno de Piñera. Particularmente Boric jugó un papel crucial, negociando con los partidos de la derecha y asegurándose que la inmensa mayoría de las fuerzas parlamentarias estaban en la foto del Acuerdo Nacional. 

El Acuerdo, por supuesto, era una trampa. Apoyándose en una reivindicación sentida del movimiento, una nueva constitución, lo que en realidad hacía era tratar de desviar el movimiento insurreccional contra el régimen hacia los cauces seguros del constitucionalismo burgués, y aún, de carácter muy limitado y controlado. En un momento en que el gobierno estaba acorralado y todas las instituciones de la democracia burguesa enormemente desprestigiadas, ofrecía un camino para su relegitimación. 

La cuestión de la Asamblea Constituyente

El hecho de que en Chile esté vigente la constitución de 1980, hecha en dictadura, es un ejemplo gráfico y sangrante de la farsa que fue la transición a la democracia, un pacto por arriba para evitar un derrocamiento por abajo, que dejaba todas las estructuras del capitalismo intactas y a la dictadura impune. 

Sin embargo, lo que impulsaba el estallido no era la necesidad o no de cambiar un trozo de papel, sino la lucha por salarios que permitan vivir, por pensiones dignas, por la educación gratuita, por la salud. Todas las encuestas de opinión realizadas en los últimos meses así lo demuestran. Por ejemplo la encuesta del CEP, cuando se pregunta “¿cuáles son los tres problemas a los que debería dedicar el mayor esfuerzo en solucionar el gobierno?”, la respuesta es la siguiente: Pensiones 64%, salud 46%, educación 38%, sueldos 27%. La reforma constitucional aparece solamente en onceava posición con un 11% de menciones. 

Debemos tener claridad sobre esta cuestión que se ha convertido en central en Chile. Para las masas movilizadas la asamblea constituyente se entiende como el mecanismo para cambiar todo. Se ha convertido en una expresión del rechazo a todo el régimen.

Pero es el deber de los revolucionarios decir las cosas como son. Un cambio en la constitución no resolvería los problemas de pensiones, salud, salarios … La Constitución burguesa más democrática del mundo sigue siendo el marco legal de la defensa de la propiedad privada de los medios de producción. En Chile el problema no es que no exista la democracia. Ya hay elecciones en las que se eligen diputados y senadores. Cierto, el sistema electoral chileno no es el más democrático, incluso desde el punto de vista de la democracia burguesa formal. Pero el problema central, lo que ha provocado un levantamiento insurreccional que cuestiona todo, no es la falta de democracia formal, sino los problemas materiales que afectan a la mayoría, a la clase trabajadora. Y esos no se resuelven con unos constituyentes reunidos en una sala elaborando una nueva constitución, sino expropiando a la clase dominante y poniendo sus recursos en manos de la clase trabajadora para planificar la economía democráticamente en beneficio de la mayoría. 

El peligro de la consigna de la Asamblea Constituyente, como advertimos desde el principio, es que podía ser utilizado por el régimen para desviar el movimiento, como trataron de hacer con el Acuerdo de Paz. 

¿Quiere eso decir que los marxistas rechazamos las reivindicaciones democráticas? No, de ninguna manera. Nosotros estamos a favor de los derechos democráticos más amplios, contra las leyes represivas y ciertamente contra la farsa de la constitución de 1980, para que la clase obrera pueda usar esos derechos democráticos para organizarse y luchar contra el sistema capitalista. Sin embargo, debemos advertir contra cualquier ilusión de que una nueva constitución vaya a resolver ninguno de los problemas fundamentales que el estallido ha levantado. 

La “transición” española produjo una Constitución que, aunque restrictiva en muchos aspectos (Monarquía, negación del derecho de autodeterminación, etc), contiene palabras muy bonitas acerca del derecho a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo … Sin embargo, en el marco de un sistema capitalista en crisis todas estas promesas se quedan en papel mojado. Cientos de miles son desahuciados de sus viviendas, se producen recortes brutales en la salud y la educación, y más del 90% de los nuevos empleos son en condiciones de precariedad. 

Es más, la consigna de la Asamblea Constituyente, en un momento en que lo que estaba planteado era tumbar el gobierno y asestar un duro golpe a todo el régimen, era en realidad una distracción del objetivo central. En la práctica se estaba exigiendo a las mismas instituciones democrático-burguesas totalmente desprestigiadas y sin legitimidad ninguna, la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Lo único que podía resultar de eso era justamente lo que resultó con el Acuerdo de Paz: una farsa constituyente totalmente controlada.

La Convención Constituyente acordada, como ya sabemos, está totalmente encorsetada, con unas reglas de funcionamiento diseñadas para que nada fundamental cambie: el método de elección que favorece a los partidos existentes (¡en los que confía apenas el 2% de la población!), una mayoría necesaria de 2/3 (que en realidad significa el derecho de veto de una minoría de un tercio), y un plazo de funcionamiento prolongado (calculando la desmovilización de las masas). 

Incluso de esa cocina constituyente se alejan ahora los partidos de la derecha ahora que el movimiento en las calles retrocede parcialmente. 

La consigna que había que haber levantado en ese momento era en realidad una que ayudara el movimiento a entender la cuestión central que se planteaba: la del poder. Es decir: “abajo Piñera”, la consigna que ya estaba en las bocas de millones en las calles; “por una Convención Nacional de Asambleas y Cabildos”, es decir, que el movimiento sea el que decida y tome control de la situación en sus propias manos; y “por un gobierno de los trabajadores”, es decir la alternativa a Piñera y sus amigos capitalistas es que sea la clase obrera la que gobierne. 

Respecto a la cuestión de la Constitución, una demanda justa y sentida, era necesario explicar que una vez que saquemos de enmedio a Piñera y su gobierno, y que sea la clase trabajadora, el pueblo organizado el que gobierno, entonces podemos darnos la Constitución que queramos, y además tendremos los medios (mediante la expropiación de los capitalistas y las multinacionales) para ponerla en práctica. 

El principal problema fue que en el momento clave nadie planteó de manera clara la cuestión del poder, ni tampoco un plan de lucha adecuado para realizarla. Incluso los dirigentes del Partido Comunista y de la Unidad Social, que correctamente rechazaron el Acuerdo Nacional, no plantearon en realidad ninguna alternativa. En ningún momento levantaron ni siquiera la consigna de “Abajo Piñera”. 

Los dirigentes del PC por ejemplo, en las primeras semanas del movimiento, insistieron en la idea del juicio político a Piñera. Es decir, en lugar de plantear que sean las masas las que le derroquen en las calles, poner el foco en un mecanismo parlamentario (del mismo parlamento totalmente desprestigiado) que permita sacarlo por una vía legal e institucional. En realidad, independientemente de sus intenciones objetivas, estaban haciendo propuestas que ayudaban a esas instituciones burguesas desprestigiadas a volver a adquirir legitimidad, en lugar de avanzar consignas que ayudaran a tumbarlas de una vez por todas. Para llamar a las cosas por su nombre, los dirigentes del PC no tenían una perspectiva revolucionaria.

En realidad, la Unidad Social, en lugar de dirigir el movimiento, iba a remolque del mismo. La primera convocatoria de huelga general, el 21 de octubre, partió de abajo. Después, para no quedar atrás, los dirigentes de la US hizo una serie de convocatorias, pero solamente por arriba, sin poner los medios, ni organizar las asambleas en los puestos de trabajo necesarias para que la huelga fuera un éxito. Las convocatorias en cualquier caso no eran parte de un plan de lucha claro que tuviera como objetivo derrocar el gobierno, y se convertían por lo tanto en un ritual regular que no ayudaba a fortalecer el movimiento y hacerlo avanzar. 

También en Chile, como en Ecuador, lo que faltó fue una dirección revolucionaria que hubiera podido canalizar la energía insurreccional de las masas hacia la victoria. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky explica la importancia de la dirección en una situación revolucionaria con la siguiente analogía: 

“Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante, de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor.” 

En Chile no se llegó a cerrar la crisis revolucionaria de la misma manera que en Ecuador (donde los dirigentes de la CONAIE llamaron a desmovilizar), lo cierto es que, inevitablemente, el estallido ha retrocedido desde su punto más álgido, alrededor de la huelga general del 12 de noviembre. Las masas no pueden mantenerse en las calles de manera indefinida, particularmente ante la ausencia de una perspectiva clara de hacia dónde ir y cómo. 

Pero eso no quiere decir que las aguas hayan vuelto a su cauce. Ni el gobierno ni las instituciones burguesas han restablecido su legitimidad, al contrario, su desprestigio se ha profundizado.

Inevitablemente, uno u otro factor accidental que no podemos predecir con precisión, volverá a provocar un nuevo estallido del movimiento. El estallido ha dejado un profundo poso en la conciencia de millones, cuya comprensión política ha avanzado a pasos de gigante. Esto ha tenido un impacto, aunque no de manera directa, sobre las organizaciones existentes, cuyo programa ha sido puesto a prueba. Hemos visto divisiones y desgajamientos en el Frente Amplio, que quizás es la organización que más golpeada ha salido, pero incluso también en el PS. Habrá más en el próximo período. 

Es importante que los sectores más avanzados se agrupen sobre la base de una discusión a fondo de las principales lecciones del estallido, para construir una corriente marxista revolucionaria que se prepare para la siguiente oleada de lucha. 

Perspectivas y tareas para los revolucionarios

Para los revolucionarios es importante estudiar en detalle las lecciones de Ecuador y Chile (y también las de los acontecimientos contra-revolucionarios en Bolivia) para prepararse para las próximas batallas. Ecuador y Chile, como hemos señalado, no son dos ejemplos aislados, sino que son la avanzadilla que anuncia el nuevo período de agudización de la lucha de clases en que hemos entrado, en América Latina y en todo el mundo. 

América Latina, que se recuperó relativamente rápidamente de la recesión mundial de 2008 (gracias al tirón de China), sufrió de manera muy aguda la desaceleración de la economía china a partir de 2014. En realidad, los últimos seis años han sido de estancamiento económico. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el período 2014-20 será el de menor crecimiento económico en siete décadas, es decir, peor incluso que la década perdida de 1980. El año 2019 terminó con una crecimiento económico de apenas el 0.1% en América Latina y el Caribe, que en América del Sur fue una contracción del 0,1%, lastrado por una fuerte recesión en Argentina (-3%). 

Este período de estancamiento lo han pagado, como siempre, las familias obreras y pobres. El PIB per cápita en la región se ha contraído un 4% entre 2014 y 2019 según las cifras oficiales. Esta es la base económica de fondo de los procesos que estamos analizando. Y después de este período de 7 años de estancamiento, el continente se prepara para afrontar la próxima recesión capitalista internacional en condiciones de extrema debilidad. 

Esta situación de estancamiento económico y de aumento de la desigualdad después de un período de crecimiento ha provocado una erosión muy fuerte del prestigio de las instituciones de la democracia burguesa en todo el continente. Según el Latinbarómetro, la confianza en los gobiernos, que entre 2006 y 2010 superaba el 40% en todo el continente, había caído ya en 2018 a poco más del 20%. El Economist Intelligence Unit, comentando las perspectivas para América Latina señala: 

“Esto, a su vez, ha creado la impresión entre vastas franjas de la población que la élite política tradicional de América Latina puede eludir las reglas del juego con impunidad.

Los ciudadanos de la región ahora consideran que el sistema político es parte del problema, no parte de la solución, y ven las protestas públicas como una necesidad para lograr cualquier tipo de responsabilidad de aquellos en poder” (énfasis mío) (Where next and what next for Latin America?, EIU)

En este período veremos más levantamientos insurreccionales y estallidos revolucionarios. Los países no son compartimentos estancos. Las masas en un país observan lo que sucede en otros y sacan lecciones. Qué duda cabe que el levantamiento en Ecuador tuvo un impacto en el estallido chileno. Y está claro que el movimiento de paro nacional que inició el 21 de noviembre en Colombia estaba fuertemente influenciado por el estallido chileno. La idea de que solo la lucha masiva, en la calle, contra todo el régimen, sirve, cae en un terreno fértil. Vimos en Bogotá como se creaba también una Primera Línea de autodefensa para las marchas, directamente copiada de la experiencia chilena. 

Argentina es otro candidato para una explosión social, que se hubiera producido ya de hecho, de no ser por el cauce electoral hacia el que los dirigentes sindicales y kirchneristas desviaron toda la rabia acumulada. Pero también Brasil está en la parrilla de salida de los movimientos revolucionarios que vamos a presenciar en América Latina en el próximo período. Colombia, donde el gobierno de Duque acumula niveles sin precedentes de rechazo, tampoco se queda atrás.

El mismo informe del Economist Intelligence Unit señala: “existe una gran posibilidad de que 2020 sea otro año volátil para América Latina” y desarrolla un “mapa de riesgo de inestabilidad política” en el que la mayoría de países están clasificados como de riesgo “moderado o alto de renovada volatilidad en 2020”. La conclusión general del informe, es una que compartimos con estos analistas de la clase dominante: “América Latina enfrenta importantes desafíos económicos y políticos, y las semillas están ahí para renovados disturbios en 2020.”

La cuestión por lo tanto no es si va a haber estallidos sociales en el próximo período en América Latina, sino más bien cómo los revolucionarios nos preparamos para ellos. Las principales lecciones del octubre revolucionario de 2019 son tres. Una, el carácter tan profundo de la crisis de régimen y el desprestigio de las instituciones de la democracia burguesa. Dos, la enorme capacidad y voluntad de lucha de las masas que no retroceden ni con la represión ni con los amagos de concesiones. Tres, a pesar de la correlación de fuerzas tan favorable, existe una clamorosa ausencia del factor subjetivo, de una dirección revolucionaria que pueda hacer avanzar a la clase trabajadora hacia la toma del poder. 

Nuestra tarea es la de tratar de resolver justamente esta última cuestión, mediante la construcción de una poderosa corriente marxista, insertada en el movimiento de la clase trabajadora, con una perspectiva internacionalista, que pueda intervenir en los estallidos que inevitablemente se van a producir, para cambiar el curso de los acontecimientos y conseguir, en un país u otro, una victoria que transformaría todo el continente y el mundo entero. 

17 de enero, 2020
Publicado en América Socialista 21

¿Qué hace falta para tumbar a Piñera y su régimen?

Chile vive una nueva jornada de huelga general, como parte del levantamiento contra el régimen que ya cumple casi 40 días de lucha. El gobierno sigue intensificando la represión (denunciada por organismos internacionales) e incluso modifica la legislación otorgándose más poderes para usar al ejército “en el resguardo de edificios públicos” sin necesidad de decretar el estado de emergencia, al tiempo que trata de desmovilizar mediante “acuerdos” y promesas de negociación. Las condiciones están dadas para tumbar a Piñera, pero ¿qué es lo que falta?

[FUENTE ORIGINAL]

El intento del gobierno de Piñera de desactivar el levantamiento con el “Acuerdo de Paz y Nueva Constitución”, en el que participaron todos los partidos del arco parlamentario (con la excepción del PCCh), además de ser una trampa en los términos en que se planteó, fue rechazado por el movimiento de manera frontal. La Unión Portuaria y el Colegio de Profesores fueron los primeros en oponerse, y les siguió, el 16 de Noviembre, una declaración conjunta de la Mesa de Unidad Social. La firma del acuerdo por parte del dirigente del Frente Amplio Boric ha generado también un amplio rechazo, con cientos de militantes firmando declaraciones críticas, exigiendo su renuncia como diputado y abandonando la militancia en CS, incluyendo entre ellos el alcalde de Valparaíso y dirigente nacional del FA Jorge Sharp.

La idea del débil gobierno de Piñera era fortalecer su base de apoyo implicando a la oposición, pero en realidad lo que logró fue aumentar el rechazo general a todo el régimen, incluyendo a los partidos de la antigua Concertación.

Plaza de la Dignidad Image B1mbo

La reciente encuesta del Barómetro del Trabajo (https://fielchile.cl/v2/barometro-del-trabajo/) demuestra la amplitud y profundidad de la falta de legitimidad de las instituciones del parlamentarismo burgués. Un 90% de los encuestados dicen no estar satisfechos con la democracia (un 47% no está nada satisfecho) y un 89% de los encuestados “señaló que se gobierna en beneficio de los grupos poderosos”. Un 83% desaprueba la gestión del gobierno, pero todos los partidos sufren niveles de desaprobación generalizados, desde el 77% del gobernante UDI, hasta el 70% del propio Frente Amplio. En una escala del 1 al 100, solamente aprueban los movimientos sociales (58), mientras que los partidos políticos y el parlamento obtienen apenas un 4 cada uno. Un 85% se muestra de acuerdo con las movilizaciones, a pesar de la campaña constante de criminalización y manipulación de la información por parte de los grandes medios y del propio gobierno. De lo que estamos hablando en realidad, si cabía alguna duda, es de una profunda crisis de régimen.

Un aspecto muy interesante de esta encuesta es el hecho de que aunque cuando se pregunta directamente, un 82% afirma que Chile necesita una nueva constitución (y un 58% cree que debe ser elaborada por una Asamblea Constituyente, no por un grupo de expertos), en realidad cuando se hace una pregunta abierta sobre cuáles son las demandas de la protesta, un 51% menciona mejoras salariales, un 44% la cuantía de las pensiones, un 38% la abrogación de las AFP, 37% más presupuesto para salud, un 27% la gratuidad de la educación, y sólo un 10% una nueva constitución.

Esto ratifica lo que ya explicamos, para las masas implicadas en el levantamiento la cuestión de la Constitución es vista como un medio para llevar adelante un cambio radical de todo el sistema, lo que las empuja es la acumulación de agravios salariales, de pensiones, salud, educación, etc. Sin embargo, esas reivindicaciones, no se consiguen simplemente escribiendo una nueva Constitución. El obstáculo es el sistema capitalista en crisis, y solo mediante la expropiación de los grandes medios de producción, las minas, los bancos, la gran patronal y las multinacionales, se puede garantizar un salario digno, una pensión digna, salud y educación gratuitas.

Protestas en Chile Image Carlos Figueroa

De ahí que la clase dominante, aunque teme las implicaciones de una Asamblea Constituyente en un contexto de un cuestionamiento del régimen tan fuerte, podría en un momento dado, ante el temor de enfrentarse a un derrocamiento revolucionario, llegar a convocar una Constituyente. Su preferencia, como se plantea en el “Acuerdo por la Paz”, una Convención Constituyente encorsetada y bajo control. Pero incluso no se puede descartar que para poner fin al levantamiento pueden llegar a hacer más concesiones democráticas en los términos de la misma.

El paro nacional progresivo que ha convocado la Unidad Social, aunque tiene un amplio apoyo, adolece de dos limitaciones. La primera el carácter un poco confuso de la convocatoria. En un primer momento se anunció paro de algunos sectores para el 25 de noviembre (portuarios y otros) y huelga general para el 26 y 27 de noviembre. Pero en las comunicaciones más recientes de la MUS se insiste en la huelga general del 26, sin mención alguna del 27. Para avanzar, el movimiento necesita una dirección clara y con una actitud decidida.

Pero la debilidad principal es justamente la que ya señalamos anteriormente. Se convoca a una huelga general por un pliego petitorio y por una Asamblea Constituyente, pero las organizaciones convocantes rehúyen deliberadamente la palabra de orden que domina la calle: “Fuera Piñera”. Es más, la Mesa de Unidad ha aceptado reunirse con Piñera a partir del 27 de noviembre para discutir el pliego petitorio. El gobierno, contra las cuerdas y sin poder controlar la situación a más de un mes del inicio del levantamiento, no solo utiliza la represión, sino que también trata de enredar al movimiento en todo tipo de trampas de negociaciones y acuerdos.

El gobierno está a la defensiva. Varios organismos internacionales de derechos humanos (no conocidos por sus simpatías revolucionarias, sino al contrario) han denunciado públicamente los abusos de la represión. Son ya casi 2000 heridos y más de 7000 detenidos documentados por el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile desde que inició el levantamiento, de ellos 437 heridos por arma de fuego, y 1180 por disparos de perdigones, más de 200 personas con daños oculares, además de un sinfín de denuncias por torturas y vejaciones sexuales a detenidos. En realidad, sino fuera porque no tiene un recambio claro, la burguesía ya hubiera reemplazado a Piñera por otro gobierno más “a la izquierda”, con un contenido “más social”. En lugar de eso ha tratado de jugar la carta de la “unidad nacional” a la que se han prestado todos los partidos parlamentarios (menos el PCCh).

El levantamiento popular ha dado muestras de una enorme vitalidad, resiliencia y valentía. La juventud de la primera línea ha organizado la defensa de las marchas contra la brutalidad policial. Las movilizaciones siguen siendo masivas y hay reuniones amplias de asambleas y coordinadoras territoriales, cabildos autoconvocados, etc. En las últimas jornadas hemos visto un aumento de los ataques a cuarteles policiales (cinco el mismo lunes 25), la respuesta más organizada a la brutalidad policial, se nota que el pueblo en las calles no sólo está harto de la violencia de carabineros sino que empieza a perder el miedo.

Pero inevitablemente la pregunta surge ¿porque no ha caído todavía Piñera? ¿Qué falta? En primer lugar se requiere una estrategia ofensiva. La continuación de manifestaciones diarias y barricadas y enfrentamientos con la policía, de huelgas generales parciales y limitadas en el tiempo, corre el riesgo de producir desgaste y cansancio ante la ausencia de una perspectiva clara de cómo avanzar. Lo que puede dar al levantamiento un nuevo aire es la incorporación de los sectores decisivos de la clase obrera. Solamente de esa manera se puede paralizar el país y poner en jaque al gobierno patronal. Se requiere un plan de lucha que culmine en una huelga general indefinida con el objetivo claro de tumbar al gobierno y todo el régimen.

Piñera asume como Presidente de Chile Image Government of Chile

Para eso es necesario que el movimiento se dote de una estructura democrática. La Mesa de Unidad Social se ha puesto a la cabeza del movimiento, pero hasta el momento se compone solamente de representantes de las diferentes organizaciones y no hay ningún mecanismo que la haga responsable ante el propio movimiento. Hay que avanzar en la coordinación de los cabildos y asambleas, en cabildos regionales mediante voceros electos y revocables en todo momento. Se debe convocar una gran asamblea nacional de cabildos y asambleas.

Al mismo tiempo es necesario organizar la autodefensa del movimiento. Se han dado ya varios casos de personas vinculadas al movimiento (la mimo Daniela Carrasco y una periodista comunitaria en Santiago y un activista social en Antofagasta) que han aparecido muertas en circunstancias sospechosas. El 25 de noviembre carabineros allanó el local del PC en el comunal de Calama, Antofagasta y se llevaron preso al secretario del partido. La juventud de la Primera Línea se ha dado a la tarea de defender las marchas contra la represión. Hay que ampliar esa organización, aunando la juventud al movimiento obrero organizado, los portuarios, mineros, etc, mediante comisiones de seguridad y resguardo como la que ya existe en Antofagasta.

Como muy bien lo ha planteado Gustavo Burgos en un artículo en El Porteño: “Si las asambleas y cabildos se unifican nacionalmente, estarán echadas las bases no sólo de una nueva forma de Gobierno y Constitución. Tal unificación dará en realidad cuerpo a un gobierno de los explotados, abriendo las puertas de la revolución que se ha iniciado en Chile desde el 18 de octubre . Con esta unificación del movimiento se crearán las herramientas para cambiar desde la base bases la totalidad de la estructura social. Tal cambio pondrá fin al orden capitalista, pondrá el poder en manos de los trabajadores y explotados y será el Chile nuevo, la República de los Cabildos y Asambleas, el rojo amanecer y la liberación popular cuyas banderas enarbolan millones hoy día en las calles. Tal es la tarea, tal es la revolución, en esta lucha desde las bases, habremos de vencer.” (LA SOLUCIÓN A LA CRISIS: QUE GOBIERNEN CABILDOS Y ASAMBLEAS http://elporteno.cl/2019/11/25/la-solucion-a-la-crisis-que-gobiernen-cabildos-y-asambleas/)

Una victoria revolucionaria, posible, en Chile, tendría un impacto en todo el continente, ya sacudido por levantamientos revolucionarios y movilizaciones de masas en Haití, Ecuador, Colombia, etc. Para eso es también urgente forjar una dirección revolucionaria que esté a la altura de las tareas a las que se enfrenta el levantamiento.

25 de noviembre 2019