
El Colegio de Profesores de Chile, la semana pasado realizó paralización nacional de 48 horas (4 y 5 de junio), a raíz de no recibir respuestas de parte del ministerio de educación, movilización que culmina con una gran marcha en Valparaíso, y que ahora se enfrenta a las consecuencias y amenazas propiciadas por fallo de Contraloría General de la República, quien exige que se descuenten los días que los profesores no trabajaron, frente a esto, el Magisterio emitió la siguiente opinión:
Diagnóstico político-gremial ante el dictamen E93887/2025 y los oficios de Contraloría
¿Qué se está instalando?
- Una cultura del castigo.
- Un modelo de obediencia administrativa.
- Una señal de vigilancia institucional.
- Una des-politización forzada del trabajo docente.
¿Cuáles son las reales intenciones?
- Desarticular al Colegio de Profesores de Chile.
- Impedir la capacidad de negociación colectiva.
- Preparar el terreno para cambios estructurales sin resistencia.
- Aplicar el modelo gerencial en la educación pública.
¿Qué terrenos estamos pisando?
- Democracia con instrumentos autoritarios.
- Retiro de derechos adquiridos.
- Ambigüedad institucional.
- Riesgo de represión blanda.
¿Qué sucedería si nos acallaran?
- Educación sin actores críticos.
- Deterioro sin resistencia de condiciones laborales.
- Privatización silenciosa.
- Desintegración gremial.
¿Quiénes se beneficiarían? ¿Por qué?
- Sostenedores que buscan control absoluto.
- Sectores privatizadores.
- El poder político de turno.
- Sectores interesados en el traspaso a una educación pública.
- La élite económica, que necesita un sistema educativo funcional al capital.
Batalla ideológica en la educación
Que la educación pública sea un blanco sobre el que apunta el capitalismo para reproducir las desigualdades es un asunto que no debería tener disenso al interior del movimiento popular. Conceptos como la educación de mercadoexisten, aunque las nuevas narrativas de izquierdapretendan relativizar todo con su nueva forma de hacer y entender la política.
Ya lo decía Paulo Freire en su obra Cartas a Quién pretende enseñar, un libro que revela el sentido más puro de lo que significa ser profesor, maestro o docente, desde la decisión misma que los jóvenes toman antes de ingresar a la facultad, y luego durante sus procesos formativos hasta integrar el Magisterio. Uno de los retos del profesorado es no caer en las trampas del sistema. Debenaprender a asumirse desde su rol de trabajadores y no de “tíos y tías”.
El profesor es un trabajador; una verdad que, sin salir de la obviedad por un lado, se somete a diario a escrutinio público. Esto se debe a que, si bien nadie podría cuestionarle formar parte del mundo laboral, se le solicita elementos que no vienen al caso para personas que se encuentran bajo el precepto de vender su fuerza de trabajo. Se le exige vocación a toda prueba y que no ejerza sus derechos, en nombre del “bien superior de los estudiantes”.
“Un día de clases perdido es un tiempo irreparable que afecta seriamente los procesos de aprendizaje de los estudiantes”. Esta frase la repiten a coro el Ministerio de Educación, ese sector que se autodenomina “experto en educación”, así como un sector de la sociedad que, por lo general, no muestra preocupación por los asuntos públicos. Para mayor preocupación de estas “almas caritativas”, los más afectados son los estudiantes de sectores vulnerables, situación que los conmueve profundamente.
Ante lo expuesto, no puede haber dudas sobre las posiciones en disputa: los izquierdistas del lado de los trabajadores (en este caso, de los profesores), los derechistas del lado de los mercados. Mientras tanto, los centristas se alinean con la posición hegemónica de turno. Sin embargo, en un mundo donde prima la confusión, estas posiciones no están bien definidas.
Esto se explica a partir de una nueva configuración: ya no es solo el capitalismo el que asume el control del pensamiento. También se levanta con fuerza, en la realidad chilena, el posmodernismo, corriente que ataca cualquier atisbo que pudiera acercarse al marxismo. Incluso llega a considerar adversarias o enemigas posturas que no tienen nada que ver con el marxismo, pero que de alguna manera les hacen rememorar las luchas sociales, las manifestaciones callejeras y las reivindicaciones socio-políticas.
La misma plataforma de lucha propiciada al interior del Colegio de Profesores de Chile no tiene una relación directa con el marxismo. Sus principales dirigentes no son marxistas, y la organización gremial es diversa en su composición, con serios problemas endógenos de unidad. Sin embargo, ha sido capaz de mantenerse en estado de alerta frente a demandas sentidas tanto por los profesores como por las comunidades educativas de todo el país, quienes creen que una mejor educación pasa necesariamente por la defensa irrenunciable de la educación pública.
Y esa lucha ha encontrado una serie de detractores, en su mayoría, defensores abiertos del capitalismo. Esto se expresa en una batería de argumentos que desesperadamente intentan instalar en el debate nacional, como una estrategia de gran envergadura. El objetivo es aislar a los profesores movilizados de cualquier apoyo que pudieran tener de familias, estudiantes y la sociedad en general.
Por lo mismo, este sector gremial, que ha protagonizado jornadas de movilización durante este último gobierno, se enfrenta a una estrategia que pretende deslegitimar sus demandas, creando una corriente de opinión favorable al mantenimiento del establishment: “que el sistema funcione, pese a todo”. Según esta narrativa, los grandes responsables de los problemas de la educación son los profesores “que luchan” por sus derechos.
Por un lado, están los sectores que históricamente han defendido el capitalismo, aquellos que han abrazado con esperanza las políticas mercantilizantes en el campo educativo: tecnicistas, burócratas, “expertos”, es decir, aquellos que reducen los procesos de enseñanza-aprendizaje a instrumentos cuantitativos, saberes académicos y cifras. Por otro lado, están aquellos que en un pasado reciente han defendido la lucha de los maestros, estudiantes y familias, quienes se han movilizado por la defensa de la educación pública, pero que hoy no ven con buenos ojos que una lucha de alcance nacional pueda en un futuro tomar cauces transformadores, y, valga la desgracia, cauces revolucionarios (que aunque parece muy lejano con un pueblo movilizado por sus demandas, nunca se sabe su potencial), pues el fantasma del estallido chileno los persigue; a toda costa se debe evitar despertar al pueblo de nuevo.
Algunos elementos que definen la estrategia para detener a los profesores movilizados son la base para deslegitimar luego cualquier forma de manifestación sindical y popular: las ya conocidas tácticas de “divide y vencerás”, las “verdades” expresadas por los medios de comunicación controlados por el sistema. Las mismas recetas que adquieren un mejor sabor cuando los renegados de izquierda abandonan sus posiciones para pasarse a la vereda del frente. Un ejemplo claro es el ministro de Educación, Nicolás Cataldo (PC), quien, de forma constante, deslegitima y se burla de cualquier intento de los profesores por ejercer su derecho a la protesta social.
Cronología de un conflicto en ascenso
En octubre 2023, escribimos un artículo titulado: ¿Qué dejó la movilización nacional docente?, tras largas jornadas de protesta desde julio a septiembre de ese año, incluyendo movilizaciones locales aún mas extendidas por la crisis de financiamiento que tuvo a muchas comunas a lo largo del país, con profesores sin recibir ni su sueldo ni el pago de cotizaciones legales, sumado a graves problemas de infraestructura y el creciente fenómeno de la violencia en contextos escolares.
Este conflicto culmina con la destitución del ministro Marco Antonio Ávila (Frente Amplio), presentado como el “ministro-profesor”, pero que no fue capaz de resolver un conflicto complejo. Pasó a ocupar ese cargo el actual ministro Nicolás Cataldo, uno de estos renombrados “expertos en educación”, quien entró con la única misión de evitar un paro nacional indefinido. Su trabajo inicial consistió en cuestionar las razones de la movilización y, en segundo lugar, entregar soluciones sensatas a problemas reales.
En ese entonces, el mismo ministro despreciaba la adhesión de la última votación interna del Magisterio, que votó a favor del paro por un 53.66%, mientras el ministro de Hacienda, Mario Marcel, culpaba a los profesores por la caída del IMACEC (indicador económico) del mes de agosto. Pero finalmente, el gobierno se comprometió a dar solución con plazos razonables a cada una de las demandas. Por supuesto, no cumplieron.
También en aquel artículo se menciona la incapacidad del Magisterio de aprovechar la fuerza del movimiento para instalar sus posturas. Si bien, por un lado, se enfrenta a un ministro sin voluntad política como Cataldo, las contradicciones internas en medio de un próximo proceso electoral del Colegio de Profesores no permiten actuar de forma cohesionada. A pesar de la voluntad unitaria de sus bases, los personalismos en disputa resultan claves al tener que bajar la paralización bajo promesas que todos sabíamos no se cumplirían.
Un año y medio después, frente a un silencio crónico de las autoridades políticas, vuelven a surgir las manifestaciones docentes. Sin embargo, esta vez las demandas se acotan simplemente al cumplimiento de una agenda corta, en teoría de más fácil resolución. No obstante, la postura del gobierno no cambia; el ministro de Educación sigue sin entender por qué los profesores osan ejercer presión en las calles contra lo que él cree es “su gobierno”, “el gobierno del pueblo”, y él “un ministro cercano y preocupado por sus colegas profesores”.
Hoy, las demandas docentes inmediatas se expresan en la titularidad docente, creando un clima de estabilidad necesaria para cualquier trabajador; la conciliación familiar para los docentes, creando mecanismos que disminuyan el agobio laboral; el reconocimiento real a la labor de los profesores jefes; que el Día del Profesor sea incorporado dentro del calendario escolar, y hacer frente a las situaciones de violencia escolar, pues actualmente cualquier trabajador de la educación se encuentra indefenso frente a cualquier agresión en su contra. Estos son asuntos que requieren tan solo una voluntad mínima de parte del ministerio; sin embargo, prefieren tomar el camino contrario a resolver el conflicto.
En santa jauría se han conjurado el Ministerio de Educación, los “expertos” escondidos en fundaciones, los medios de comunicación y, ahora último, la Contraloría de la República (que es un nuevo actor de refuerzo). A viva voz gritan que el paro de profesores es una afrenta a la democracia y al sistema político, que es un acto egoísta que solo perjudica a los niños y adolescentes en su derecho a la educación, y a las abnegadas familias de Chile que no tienen dónde “guardar” a sus hijos mientras van a sus trabajos.
Luego de sus gritos de dolor por el sufrimiento que los profesores causan a las familias chilenas, vienen sus dolores emocionales por ver a los profesores a quienes solo les importa el dinero, dejando de lado la vocación que tanto extrañan de sus propios profesores cuando ellos eran niños. Al parecer, la razón y la emoción están del lado de los poderosos, y eso es lo que intentan instalar en el debate nacional. Como diría Carlos Marx, “la burguesía crea un mundo a su imagen y semejanza”.
Algunos mitos instalados por la burguesía frente al Paro Docente
“Los profesores no quieren trabajar, solo le interesan las vacaciones y los paros”
Se intenta construir la imagen de que los profesores son flojos y egoístas, y que sus huelgas solo perjudican a los estudiantes y sus familias. Sin embargo, la realidad es que los profesores chilenos, así como en la mayoría de países del mundo, tienen extensas jornadas laborales que incluyen preparación de materiales, corrección de evaluaciones, reuniones tras reuniones y trabajo administrativo (parte del cual es innecesario).
Los paros locales y/o nacionales, y formas de protesta como las “jornadas de brazos caídos” y “jornadas de reflexión”, son instancias que solo se ejercen frente a muchos intentos fallidos de negociación, cuando solo reciben como respuestas negaciones, burlas e indiferencia. Es únicamente ante situaciones como estas que surgen las protestas. Por lo tanto, primero habría que preguntarse: ¿Por qué los profesores tuvieron que paralizar sus actividades? La respuesta la encontrarán en la indolencia de sus empleadores.
Además, las demandas que promueven los trabajadores no son disparatadas; obedecen a situaciones concretas, como mejores condiciones laborales, recursos, salarios y estabilidad laboral. Esto se enmarca dentro de los límites de las luchas sindicales que cualquier trabajador ejerce cuando sus aspiraciones no son atendidas.
“Los profesores son resistentes al cambio y al progreso (no tienen la capacidad de innovar en educación)”
Se intenta construir la imagen de que los profesores son reacios a la innovación de sus competencias profesionales. Esto lo afirmó el propio ministro de Educación, Nicolás Cataldo, en noviembre de 2024, al hacerse público un estudio sobre la permanencia y revinculación escolar. Así, recurre a la misma receta de todos los gobiernos anteriores: culpar a los profesores de todos los males de la educación chilena.
El ministro señala: “Tenemos escuelas del siglo XIX, con profesores del siglo XX, para estudiantes del siglo XXI”. Por supuesto, no asume ninguna responsabilidad ni del Estado ni del Gobierno frente al deterioro de las escuelas. Tiene razón en que estas no responden a las necesidades de este siglo, pero esa es responsabilidad de las instituciones políticas, incluyéndose él, y no de los profesores que deben trabajar todos los días bajo esas condiciones (que él mismo desprecia y llama “escuelas del siglo XIX”).
Muchas veces, esas resistencias a las que hacen referencia los “expertos”, con las que se encuentran en las escuelas —luego de que ellos toman sus decisiones políticas sin consultas, solo basándose en datos técnicos, investigaciones e intereses de partidos políticos—, pueden encontrar resistencias legítimas en quienes tienen que implementar esas políticas en contextos reales, bajo las mismas condiciones de las que tanto se queja el señor ministro.
“Los profesores son los responsables de la mala calidad de la educación”
Se intenta simplificar datos concretos que fueron denunciados durante décadas por el movimiento social por la educación. Ante la negación de los defensores del sistema, que insistían en la necesidad de una educación de calidad, ahora asumen que, efectivamente, no hay calidad. Sin embargo, nuevamente ellos no tienen nada que ver con esta realidad negativa; en cambio, son los profesores los únicos culpables. A veces, cuando las luchas estudiantiles están en auge, se incorpora a la fórmula: “profesores sin vocación y flojos, con estudiantes sobre-ideologizados, son el cáncer de la educación chilena, los grandes enemigos a vencer para salir del subdesarrollo”.
El mismo presidente Gabriel Boric instala de forma soterrada este discurso cuando sale en defensa de los Servicios Locales de Educación Pública. Dice que bajo esta modalidad, propiciada por el gobierno, se han obtenido mejores resultados, cuando en realidad, no son los sostenedores de las escuelas quienes propician per se buenos resultados, sino el trabajo diario de los miembros de las comunidades educativas.
Además, se omite que muchas de las demandas de los profesores no ponen en el centro sus reivindicaciones salariales, sino precisamente la exigencia de mejores condiciones laborales que propicien mejoras en la calidad de la educación que reciben los estudiantes. Demandas que tampoco han sido atendidas adecuadamente por ningún gobierno en décadas.
“Los profesores están ideologizados y adoctrinan a los estudiantes”
Se intenta acusar a los profesores de promover sus ideas políticas al interior de las aulas y de no asumir el rol neutral que deben tener. Sin embargo, se omite que quienes deciden los contenidos, habilidades y actitudes no son los profesores, sino instancias ajenas a las escuelas, como el Consejo Nacional de Educación, donde confluyen distintos estamentos. Los profesores deben abordar, de forma contextualizada a sus realidades, lo referido en el currículum nacional y los programas de estudio.
Al mismo tiempo, se les insta a promover el pensamiento crítico en los estudiantes y a transmitir la cultura y los valores predominantes en la sociedad; es decir, deben reproducir los elementos que forman parte del sistema político. Pero su labor va más allá de enseñar a adecuarse al mundo, sino a entregar herramientas a las nuevas generaciones para construir nuevas realidades, a partir de los conocimientos transversales acumulados por la historia.
Fomentar una educación contextualizada en una sociedad inequitativa y carente de justicia social crea, de por sí, estudiantes que se pregunten: ¿Será posible un mundo mejor? Y eso no debería considerarse de forma peyorativa “adoctrinamiento”, sino que destaca el verdadero propósito de la educación.
“Las demandas de los profesores solo son por dinero”
Se intenta minimizar las demandas de los profesores, reduciéndolas solo a aspectos económicos, siendo que estas obedecen a un contexto de confrontación político-social y al mismo quehacer pedagógico. Las demandas actuales son prueba de ello, ya que se instalan problemáticas que no están directamente relacionadas con mejoras salariales.
Exigen, por ejemplo, la reducción de la carga administrativa que produce agobio laboral. También demandan mejoras de infraestructura para que los estudiantes cuenten con espacios adecuados para estudiar (iluminación, recursos tecnológicos, bibliotecas, casinos, patios acordes a la cantidad de estudiantes, arreglos generales y materiales didácticos adecuados, entre otros). Asimismo, piden un aumento de la dotación de personal docente y no docente, como psicólogos, trabajadores sociales, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales, así como personal denominado de “servicios menores”, que favorezcan la seguridad e higiene de los establecimientos.
“Hay demasiados profesores, o cualquiera puede ser profesor”
Se intenta devaluar la profesión docente, y esto es una constante de muchos gobiernos, sugiriendo que no se requiere una especialización para ejercer esta labor y que existen demasiados profesores, todo para justificar la precarización laboral. Pero luego surgen datos que los hacen contradecirse, asumiendo que se espera un alto déficit de profesores a nivel país para el 2030.
La realidad es que la profesión docente exige una formación rigurosa en pedagogía, que incluye, entre otros saberes, una alta especialización en diversas disciplinas de enseñanza, didáctica y psicología del aprendizaje. Además, requiere habilidades sociales como empatía, comunicación y habilidades de liderazgo en el aula.
Más aún, en un contexto de polarización de la violencia en la sociedad, que se expresa de forma creciente en las escuelas, frente a la incapacidad de las autoridades políticas para responder a esta urgencia, se erige como una de las tantas razones que justifican la movilización de los profesores de Chile. Estos han enfrentado casos emblemáticos de violencia en sus lugares de trabajo, mientras el gobierno, en esos casos, tan solo brilla por su ausencia.
Sobre el devenir del Paro Docente
El Paro Docente ha culminado su segunda etapa con la paralización de actividades este 4 y 5 de junio, finalizando con una gran expresión de masas en la ciudad de Valparaíso, donde se encuentra el Congreso Nacional. Esto ocurrió a pesar de las medidas disuasivas, como la detención de buses provenientes de todo el país a 10 kilómetros de la ciudad, obligando a los profesores a marchar durante horas (un hecho inédito), pensando que el cansancio detendría a los docentes.
Ahora, de no mediar soluciones ni respuestas, queda el camino del Paro Nacional Indefinido, una opción que nadie quiere por sus implicaciones sociales. Por un lado, los profesores no desean llegar a esa instancia porque entienden que, si hubiera voluntad del gobierno, este problema se resolvería. Sin embargo, las señales de quienes están en el poder indican que este año la confrontación puede salirse de las manos de los actores involucrados.
El ministro de Educación, nuevamente con sus declaraciones desafortunadas, cuestiona la legitimidad del paro, acusando intereses políticos detrás de ello. Dice, además, que todos estos temas ya están más o menos resueltos, queriendo decir que los profesores no tienen razones para quejarse ni movilizarse.
A esto se suma una avalancha de declaraciones de un sector autoasignado como “expertos en educación”, principalmente de fundaciones y ONG que defienden la educación de mercado, con sus opciones y datos. Promueven que las familias chilenas no apoyen las aspiraciones docentes, asuntos de los que se hace eco el gobierno, gritando a coro el discurso predominante de los sectores más conservadores de la sociedad.
Y el último actor que interviene de forma amenazante es la Contraloría General de la República, quien se pronuncia como un actor no neutral, como punta de lanza que pretende quebrantar la voluntad de lucha de los profesores chilenos, exigiendo el descuento inmediato de los días no trabajados por la movilización docente.
El futuro de esta lucha de los profesores aún se encuentra en desarrollo. A simple vista, no han logrado doblar la tozuda mano del ministro de Educación (ex defensor de la educación pública); sin embargo, ahora se vienen nuevas jornadas de movilización.
Es necesario apoyar la lucha de las y los profesores
La conclusión del Colegio de Profesores es que una posible derrota de los docentes iría en directo beneficio de quienes promueven una educación pública servil, desprovista de resistencia y organización. Más allá de las ambigüedades y debilidades inherentes al Magisterio, este es el momento crucial para que la sociedad en su conjunto apoye este movimiento de masas.
Se advierte una inminente arremetida reaccionaria que, al percibir un movimiento docente derrotado y la ausencia de luchas estudiantiles, buscará un momento propicio para profundizar políticas al servicio del capitalismo. Estas políticas deteriorarían los derechos laborales del profesorado y, concomitantemente, la calidad misma de la educación.