Entrevista a SINACIN: “Los trabajadores obtendremos lo que somos capaces de defender”

Los compañeros de la Corriente Marxista Internacional hemos conversado con los dirigentes del Directorio de SINACIN, Miguel Barrera y Juan Navarrete, quienes explican la situación de los trabajadores faeneros, los cambios ocurridos en las últimas décadas en sus condiciones y organización, así como sus demandas entorno a la conocida reforma de las 40 horas.

El Sindicato Interempresa Nacional de la Construcción Industrial y Actividades Anexas, SINACIN, proviene del sindicato de montaje industrial. Organiza desde los guardias y trabajadores de servicio, hasta los de construcción. Sus miembros se encuentran en lugares de importancia para la capacidad productiva del país, como en puertos, minería y centrales de paso.

La entrevista expone la importancia de la organización sindical, conectando las luchas que dan en el corto plazo, con su rol histórico en las luchas del movimiento sindical y de todo el pueblo trabajador. Los trabajadores faeneros representan un sector estratégico de nuestra clase, su explotación permite la acumulación de capital en base a proyectos gigantescos en manos de los empresarios más ricos del país y del mundo. Se demuestra que el trabajo es el elemento fundamental de la sociedad y la economía, y que el gran capital es un obstaculo para el desarrollo y el bienestar de las mayorías explotadas . Los sindicatos, empujados por sus bases de trabajadores y trabajadoras, deben ponerse a la altura de las circunstancias como instrumento de la lucha de clases, y no de colaboración con los capitalistas y su gobierno.

¿Podria partir comentandonos sus condiciones de trabajo?

Nosotros somos trabajadores temporales, no tenemos permanencia en el tiempo en las empresas, ni de contrato ni de ningún tipo. Nosotros tenemos contratos por obras faenas. Hoy día esto es una trampa de los empresarios, es hacernos contratos indefinidos para intentar burlar pagar una conquista que nosotros tuvimos, la cancelación del mes por año para los trabajadores con contrato temporal. Es que logramos que a los trabajadores faeneros se les pague indemnización por año de servicio, cuestión que hasta hace muy poco no pasaba y los empresarios buscan eludir eso, nos hacen contrato indefinido, pero para burlar la ley. 

En Chile los empleadores se dan la maña, la mala arte de que te contrataban por 364 días, te finiquitaban al día 364 y el día 365 te echan, por lo que no cumplías el año para que te pagaran el mes por año, y después te contrataban 72 horas después con un contrato distinto. Y por eso nosotros dijimos “esta cuestión hay que cambiarla” e hicimos un proyecto de ley que finalmente dio frutos en abril de 2019, que es poco conocido por los trabajadores porque a los empresarios no les interesa.

¿Qué porcentaje cree que están sindicalizados de los trabajadores faeneros?

El 70 por ciento

Hoy día en Chile hay muchos sindicatos. Lo que pasa con los faeneros es que hay muchas organizaciones, que surgieron de este tronco que fue el SINAMI, una de las organizaciones más importantes, incluso en la pelea contra la dictadura jugó un rol importantísimo. Ahora hay unas de carácter más clasista y otras muy patronales, o muy ligadas a una cierta actitud mafiosa. Pero están: y ahí están organizados todos los trabajadores.

¿Qué fue el SINAMI y su rol en la lucha contra la dictadura?

Te cuento esa historia, porque yo fui parte. Empecé a trabajar el año 1977. Hasta ese minuto no había una organización sindical. En Chile no había organización sindical, estaban proscritas todas las organizaciones sindicales.

El Sinami fue muy importante en el período 1970 a 1973. En ese tiempo estaba en una de las obras más importantes que había en Chile, la Celulosa de Constitución, había más de cinco mil trabajadores en esa obra. Se llamaba Sindicato de Profesionales, de Mecánicos y Soldadores. Después pasó a ser el Sinami. Hubo incluso desaparecidos en 1973. 

Cuando después vino el período de la dictadura, después de 1973, se cerraron todos los sindicatos. Lo único que permaneció vigente fue el tarifado nacional del montaje, que perduró hasta 1979, por ahí, hasta la implementación del Plan Laboral en 1980.

El año 1978 se re-articuló el sindicato. Seguían las faenas, los trabajos, pero los viejos no se organizaban. Desde 1978 partí trabajando en esto, un hermano me llevó. Cuando comencé, los trabajadores del montaje se juntaban en un lugar en el centro de Santiago, en el Banco del Estado, en calle Bandera con la Alameda. ¿Por qué razón ahí? Porque históricamente, los trabajadores como iban a hacer trabajos fuera, llegaban a pagarse y se pagaban ahí. Iba el jefe al banco y les pagaba y por lo tanto empezaron a generar este núcleo ahí. Y ahí iban a veces después los ingenieros a buscar mano de obra para contratar. Esa tradición se mantuvo durante largo tiempo. 

Y en ese tiempo, el año 1978, los viejos inventaron un ardid para llevarnos a una reunión, nos dijeron que había una pega en Puerto Ordaz en Venezuela, en ese tiempo estaba el boom del petróleo, y que necesitaban camioneros, soldadores y todas las especialidades que nosotros hacíamos. Y partimos a la Pastoral Obrera y ahí apareció un viejo, y nos dice: “Compañeros, yo soy del sindicato, tengo los libros antiguos del sindicato”. Y ahí empezaron a juntarse. Yo era muy joven, y ahí nació el sindicato nuevamente. Y este sindicato –por eso te digo que el Sinami jugó un rol importantísimo– fue el que le prestó la personería jurídica a la Coordinadora Nacional Sindical en 1978, organización que jugó un rol muy importante en la rearticulación del movimiento sindical durante la dictadura. ¡El sindicato había puesto la chapa para que funcionara la Coordinadora Nacional Sindical de trabajadores!

¿Quién era el dirigente?

En ese tiempo estuvo “el huaso” Bustos, Manuel Bustos, un hombre que uno podrá tener diferencias con él, pero hay una cosa que siempre digo cuando me preguntan por él: era prepotente, te trataba muy mal, pero sí tenía una particularidad: él nunca dejó de ir a marcar la entrada a la pega. Él trabajaba en Sumar y nunca dejó de ir a marcar la tarjeta. Pero era muy pesado, en ese tiempo se agarraban tupido y parejo. En ese tiempo se hacían los Confasines, estas reuniones ampliadas de los dirigentes, y ahí los democratacristianos decían: “Yo no sé lo que opinan los comunistas, pero me opongo”. Así funcionaba. Me tocó vivir todo ese tiempo, conocía a todos los dirigentes, a Bustos, después a Martínez y a todos los que pasaron por ahí. Así que tengo mucha historia de ese tiempo, de conocer al movimiento sindical muy desde adentro. 

En 1982 a Bustos lo mandaron al exilio después de un Primero de Mayo, al “loco” Cuevas y a Bustos, porque el loco era de la construcción y Manuel era el presidente. Los mandaron al exterior, y aquí en Chile descabezan a todo el movimiento sindical, los mandaron relegados, una historia de casi todos los dirigentes sindicales. 

¿Cómo nace la CUT y cómo se va relacionando el Sinami con la CUT después de la dictadura? 

En 1989, 1990, o por ahí, producto de todo el desarrollo que había de la lucha social, surgió la idea de la CUT, surgió la idea de organizar –para los comunistas era la Central Única, pero las posiciones más de centro, más amarillentas, finalmente determinaron que fuera Central Unitaria. Y ahí surgió esta central, que la presidió Manuel Bustos en su primera etapa y después Martínez.

¿Y cuál es tu visión hoy de la CUT?

Lo que nosotros necesitamos es que la organización sindical sea fuerte y ahí viene la crítica seria que tenemos hacia la CUT. 

A partir de –voy a decirlo así–un cagazo que se mandó la central en el primer gobierno de Bachelet, cuando aceptó un aumento del salario mínimo de cinco mil pesos, creo que fue, hipotecó la libertad y la independencia del movimiento sindical. Porque la CUT no puede estar al servicio de ningún gobierno. La CUT debe estar al servicio de los trabajadores, no de un gobierno de turno, por mucha plata que le pasen. Porque el Estado le pasa plata, ¿para qué estamos con cuestiones?, o sea nosotros no somos ilusos. Yo soy un viejo dirigente sindical. Cuando hipotecas tu independencia, jodiste. Y la CUT hipotecó su independencia. Y de ahí para adelante vino todo el desbarajuste que tenemos hoy día.

Lo que ocurre en la actualidad es que hay un intento de recomponer el trabajo social. Pero hoy día la CUT no juega ese rol. Perdió el vínculo, perdió el nexo. Generó una distancia entre los trabajadores y la central. Si miras las redes sociales, pasan en puras reuniones. Y ¿dónde está la visita a los trabajadores, a la base misma? Se gobierna la CUT desde ahí de su sede en la Alameda.

Se juntan más con los empresarios que con los trabajadores…

Se perdió el nexo. Se perdió la vida que había desde la CUT, desde esa CUT original, peleadora, en la calle. La CUT actual se ha entregado al modelo. Trabaja más para el gobierno. 

Por ejemplo, el gobierno de Boric le acaba de tirar un balón de oxígeno con este aumento del sueldo mínimo a 350 mil pesos, a 400 mil pesos en un par de meses más. Fue un salvavidas, porque la CUT estaba muerta.

A nosotros nos tocó vivir el asunto de la última elección de la CUT, una elección que fue universal por primera vez en la historia de esta CUT. ¿Qué ocurrió? Tienes un universo de votantes de 670 mil trabajadores, inscritos en la CUT, figurando en la inspección del trabajo, pero en plena pandemia las organizaciones estábamos desarticuladas. Y surge la inquietud: “Oye, ¿qué hacemos?” con los trabajadores. Entonces, para empeorar las cosas aún más, los dirigentes plantearon que para poder votar tienes que tener las cuotas al día. De los 670 mil, pagaban cotizaciones 195 mil, más o menos, por ahí andan los números. Y de esos 195 mil que estaban al día para tener derecho a votar, votaron 34 mil. En la elección en la CUT votaron menos del cinco por ciento. Esta es la central que hay hoy día. Además, se cometió el error político de pasar a manos de los socialistas toda la infraestructura que había en la CUT. Ganaron los socialistas porque hicieron una pega con los trabajadores de los servicios, de los supermercados y del comercio. Y murió la CUT.

Y tenemos esta visión, como te decía de la CUT, porque la CUT no incide, no se mete, no juega. Por ejemplo, en la construcción, ¿quiénes están? Estamos nosotros, hay otras organizaciones, pero no hay un departamento en la CUT que se haga responsable, por lo menos, para decirte: “Oye impulsemos esta reivindicación de la construcción para ver qué pasa”. 

Volviendo a 1990, ¿Qué pasó entonces con las leyes laborales?

Te voy a dar un ejemplo. Cuando vino la seudo democracia después de 1990, se llenaron la boca con la libertad sindical, pero lo que hace es desvirtuar el trabajo del sindicato. Esta famosa “ley de libertad sindical”, que en el fondo, en vez de ayudar al movimiento sindical, lo mandó a la cresta. Cuando tú, hoy día, con ocho personas puedes hacer un sindicato, ¿qué dijiste?: florezcan como callampas. 

Te voy a poner un ejemplo: Trans Santiago en Chile: se juntan ocho choferes y hacen un sindicato. ¿Qué validez tiene ese sindicato si hay 300 o 400 trabajadores? Entonces se juntan otros ocho, hacen otro. Entonces al final, dividir para reinar. Una atomización del movimiento sindical terrible. Por otro lado, está la otra postura, esto de negociar por rama. Es una falacia. ¿Por qué razón? La diferencia entre las organizaciones sindicales es tal, que va a ser muy difícil ponerse de acuerdo. A mi juicio, lo que hay que hacer es una negociación como piso nacional. Por ejemplo, para la gente de la construcción: “este es el mínimo que puede pedir un viejo de la construcción”, y de ahí partimos. Que cada organización se haga cargo del tema particular de cada organización, los flecos que nosotros decimos del convenio. Pero tener una banda mínima de peticiones, un salario mínimo decente, no la porquería que tenemos hoy día. Entonces ahí podemos ponernos de acuerdo.

¿Y cómo eran las condiciones de trabajo de los faeneros después del año 90?

Cambiaron mucho porque nosotros hasta el 81, 82 tuvimos tarifado nacional y de ahí para adelante ya no existe más el tarifado, por lo tanto ya es la ley del mercado. Nosotros partimos organizándonos desde el 83 para adelante, muy fuerte. Y pasa todo este período, un período difícil donde había muy poca pega… Pero los faeneros siempre ganaban un poco más de plata que otras pegas, históricamente siempre la gente que trabaja en faenas porque hay un trabajo distinto, siempre hay un salario distinto. Y ya no teníamos el tarifado, así que había que pelear con la empresa y darnos la maña para poder ir logrando avanzar con respecto a algunas cosas que se habían perdido. 

A partir de 1984, 1985, con el nuevo código del trabajo de José Piñera, surge este tema de los contratistas, principalmente en la minería. Salen los supervisores y otros y empiezan a formar estas empresas de servicios, externalizando cuestiones que hacían antes las mineras. Eso precariza absolutamente la labor. Porque, te digo, los elementos de seguridad… los lentes eran de baquelita, no de seguridad, eran de baquelita y se quebraban y se nublaba a cada rato la vista. Los guantes, para poder trabajar con los guantes teníamos que agarrarlos a martillazos. Y los zapatos de seguridad eran de plástico, entre plástico y goma, una cuestión muy precaria. Teníamos que vivir en pensiones. Nosotros hemos avanzado un siglo, gracias a la pelea que hemos dado. Vivíamos en pensiones, teníamos que llevar la vianda y calentar arriba. Entonces era muy precario. Hoy día uno se para a mirar y dice: “Sí, hemos avanzado un montón”. Y es lo que tratamos de hacerle ver a las nuevas generaciones. Yo soy parte de la generación más antigua. 

¿Cómo eran los turnos, y el descanso…?

Nosotros hablábamos de un veinte por cien. Los trabajos eran muy lejos. Por ejemplo, a mí me tocó trabajar el año 1981 en Mejillones. El viaje para allá eran 27 horas, más o menos, desde Santiago. Entonces era veinte por ciento, decíamos nosotros, ¿por qué?, porque te ibas y después allá generalmente tenías libre el domingo, pero no podías venir para tu casa. Yo era soltero, no tenía problema. Pero los viejos que eran casados tenían que irse por tres, cuatro meses, juntar días para venir una semana para su casa. Esos eran los turnos. Las horas que se trabajaba eran las mismas, diez horas, once horas. A Punta Arenas, por ejemplo, que también hubo harta pega en ese tiempo, también, ahí eran cincuenta días por cinco de descanso.

Y desde ahí fuimos luchando hasta llegar al turno un poco más decente que era el veinte por diez. Veinte días de trabajo por diez de descanso. 

Tengo entendido que el 91 fue el veinte y dos por ocho y el 92, en Arauco, el veinte por diez. Es que hoy día hay tantos turnos que uno ya se pierde. Por ejemplo, en Arauco, en Concepción, había una faena, que era la celulosa, casi la mayoría trabajaba once por tres. Entonces hubo una lucha de los sindicatos hasta lograr lo que tenemos que es un poco más decente: diez por cinco, catorce por siete. Pero si uno lo analiza bien, ese turno es terrible –o sea, es terrible para ambas partes, para los empresarios, por un lado, y para nosotros– porque al día diez ya estás muerto, ya no te dan las fuerzas; entonces el resto, los otros cuatro días, son para cumplir. Hoy día queremos un diez por diez, pero distinto. El turno que nosotros planteamos es diez días de trabajo por diez días de descanso, con diez horas, incluyendo la hora de colación. Por lo tanto las horas efectivas de trabajo deberían ser nueve. 

Entonces, ¿cómo se va colocando el diez por diez por diez?

Nosotros presentamos un proyecto de ley el año 2011. Éramos todavía Sinami. El año 2010, 2011 presentamos un proyecto de ley hablando de este diez por diez, pero poniéndole una condición: los viejos que trabajaran sobre los tres mil metros de altura. Todavía duerme ese proyecto en el senado.

Porque ¿qué pasa con el trabajo en altura? Este tema de la apnea del sueño, por ejemplo, es un tema importante: no puedes dormir. El desgaste físico es terrible. Hemos estado tratando de conseguir algunos estudios que se han hecho, en Chile son muy pocos, acerca del efecto nocivo del trabajo en altura. Y además, del trabajo por turno. 

La cantidad de riesgos que tenemos… O sea, un viejo que duerme mal, malamente va a rendir, y segundo, va a tener también problemas de seguridad, obviamente. Porque no durmió. 

Nosotros en ese tiempo planteábamos que deberían estar todos los campamentos bajo dos mil, para que el viejo pudiera dormir. Por ejemplo, hoy día están trabajando los faeneros en un proyecto sobre cuatro mil metros de altura. La pega la van a hacer igual, pero las condiciones en que están esos compañeros son terribles, por los efectos que tiene el trabajo en altura. Hace poquito nos conseguimos unos estudios, incluso hay unas tesis por ahí de algunos estudiantes que hicieron unas pruebas con ratones. Lo estamos empezando a estudiar porque necesitamos argumentar por qué razón necesitamos que el proyecto del diez por diez con diez horas se apruebe. 

Nosotros nos planteamos mejorar la calidad de vida de los trabajadores. ¿Por qué? Porque solo el tema de la salud, y el impacto que produce en la familia, el desarraigo de los catorce días. Cada doce o catorce días ven al papá, o a la mamá, porque hoy en día hay muchas mujeres que trabajan en faena, también es un tema importante. En Chile hay poco estudio. Claro, a nadie le interesa. A los empresarios, obviamente, no les interesa hacer estudios de ese tipo, y las organizaciones sindicales –nosotros, por ejemplo– no tenemos recursos para poder hacer, o encargarle a una universidad, a alguien, que hagan esos estudios. Esos estudios nos permitirían reforzar nuestra tesis de que necesitamos trabajar de una manera distinta. 

Que hay que seguir haciendo esta pega, nosotros estamos claros que sí, pero con condiciones distintas de salud, por ejemplo. Hoy día, a un viejo le hacen un examen para llevarlo a la altura, se lo hacen aquí en Santiago. Por ejemplo, nosotros nos compramos una cámara hiperbárica, como sindicato, para ponerla al servicio de los viejos, para permitirle recuperarse algo de la salud, porque el viejo baja descompensado de una faena 

Existía una idea de que con el nuevo gobierno, con el nuevo ministerio del trabajo, había una posibilidad –no sé si ustedes la sintieron– de avanzar en estas demandas históricas y que parece que fueron tomando forma en esto que se llamó el proyecto de 40 horas. 

Que nos deja afuera a nosotros….

Esto de las 40 horas, uno de los fenómenos de las 40 horas, es que cada uno ha ido mirando su feudo. 

O sea, las cuatro centrales…

Ni siquiera las cuatro centrales, sino que cada sector de trabajadores. Porque nosotros participamos de las reuniones del comando de las 40 horas, estuvimos con Camila Vallejos. El trabajo previo que hizo Camila Vallejos muy bueno, no tenemos nada qué decir, pero de ahí en adelante, el asunto fue de mal en peor. ¿Por qué? Porque cada sector intentó imponer su visión de las cuarenta horas. 

Nosotros tuvimos una reunión con el comité de expertos –¿cómo se llamaba?–, la mesa esa. Fuimos a exponer a una reunión donde invitaron a varios, incluso invitaron a gente que había hecho un estudio mandatado por Piñera, no sé si era una ONG. Lo que se suponía que iban a hacer ahí era escuchar qué queríamos nosotros de las 40 horas. Nosotros siempre dijimos, “estamos por las 40 horas pero con este esquema, no nos sirve otro esquema”.

¿Y qué pasó?

Por ejemplo, hay una federación minera. Yo no sé de dónde salió. Supuestamente tiene sesenta y tantos sindicatos, yo todavía estoy tratando de buscar dónde están esos sindicatos. Llegaron a un acuerdo que van a hacer una suerte de “banco de horas”, van a trabajar las 40 horas, pero las horas que sobren las van a juntar y van a tener nueve días más de vacaciones. Pero los trabajadores no queremos más vacaciones, si no tenemos plata para gastarnos en las vacaciones. El problema que tenemos es el problema del salario de hoy día. Entonces nosotros dijimos que no y por eso estamos trabajando con unos diputados para presentar este proyecto, como proyecto individual aparte. Para que se legisle para nuestro sector.

O sea, ¿en el fondo este proyecto de las 40 horas es muy limitado en cuanto a la diversidad de sectores que incluye?

Se mandó el proyecto al Congreso y cada sector empresarial, a través de sus senadores, le fue quitando cosas y al final a lo que se llegó fue lo que se tranzó. 

¿Qué planteamos nosotros? El otro día un compañero me planteó que fuimos a perder el tiempo a esta mesa técnica. Lo que hay que hacer es decir: “De mañana en adelante empezamos a trabajar 40 horas”. Punto. Cada sector verá cómo lo hace, con un reglamento adecuado para su función, cómo aplica las 40 horas. Porque si tú intentas que todo el mundo se ponga de acuerdo, el proyecto nunca va a ver la luz. 

Lo que pasa es que cuarenta horas en este momento puede salir aprobado, y va a salir aprobado porque la derecha le dio el visto bueno. El problema es el siguiente: ¿Cómo le dices a ese viejo de la construcción: “mañana empezamos a trabajar 40 horas”? “No viejo”, le va a responder el empresario, “tú eres transitorio, no estás en el proyecto”.

Hay una cuestión que es importante, cuando hubo el cambio de las 48 a las 45 fue así: “48 a 45. Vean cómo cada sector ordena las horas”. Y acá debió haber sido lo mismo. Esto debió haber sido: “Oye, 40 horas de aquí para adelante”. Y gradualmente, porque ellos le ponen la gradualidad de cinco años.

A mi juicio, lo que debería decirse es: “Se implementan las 40 horas, cada sector vea cómo la acomoda a su sector”. En el caso nuestro, nosotros decimos: “Esta es la fórmula, diez, por diez, por diez”. 

Pero además, ¿qué significa esto? –que lo conversábamos en la mañana con el director del trabajo–, esto significa un 33,3 por ciento más de contratación de mano de obra. Eso es lo que en realidad significa trabajar uno por uno, o diez por diez. Funciona así: hoy día nosotros trabajamos una faena de diez por cinco, o catorce por siete, faenas de dos por uno. El empresario necesita tener siempre cien viejos trabajando, dos turnos de cincuenta. Están, digamos, el turno A, el turno B y el turno C, cada uno tiene 50 viejos, con las mismas especialidades, la misma cuestión. En el primer turno, están el A y el B. Unos viejos terminan de trabajar, y entran estos otros. Sigue manteniendo cien. Hace el nuevo cambio, estos descansan, y sigue manteniendo cien. Pero cuando uno tiene trabajo de uno por uno, o diez por diez o catorce por catorce… necesita… en vez de contratar 150, necesita contratar 200. Esa es la lógica de esto. Por esa razón es que a muchas empresas les conviene trabajar en una jornada de dos por uno y no de uno por uno. Ahí está la madre del cordero. Porque es un tercio más de plata. Por esa razón es que nosotros hoy día tenemos tan clara la película respecto de este tema de la jornada.

¿Ustedes están quedando fuera de este proyecto de las 40 horas…? 

La clase política se puso de acuerdo, el PC aguantó… “Oye, esto sí… –porque suena bonito 40 horas– pero no vamos a tocar estos intereses… ni estos otros intereses. Eso lo sacamos para afuera”. Por lo tanto va a salir bonito, a Boric se le van a caer las lágrimas de emoción, 40 horas en Chile, junto a los empresarios que ya lo aceptaron. ¿Y por qué aceptaron? Porque áreas estratégicas como los temporeros, los viejos de la construcción, nosotros… toda esa gente queda fuera. En el fondo, las 40 horas queda como sumida a un sector periférico determinado.

¿Qué podemos hacer? Nos amarran porque el denunciarlo es dividir, oponernos a los sectores de trabajadores beneficiados, apoyar el modelo actual, y por otro lado, no podemos quedarnos callados.

Es que el artículo 38 te deja fuera a toda la gente que tiene este tipo de jornadas especiales. Contratos transitorios, te caga a todos…, te caga al viejo de la construcción, te caga al viejo faenero, te caga a todos…

Ahí es donde estamos complicados. Por eso lo que nosotros buscamos con el proyecto es que cada sector trate de adecuarlo a sus necesidades.

Nosotros tenemos claro que los trabajadores vamos a obtener lo que seamos capaces de defender. Es decir, no podemos quedarnos solo en la cuestión de conversar con el diputado, con el senador. No. Tendremos que movilizar a los trabajadores, tendremos que hacer paralizaciones, empezar a jugar el rol histórico de la clase obrera. Si a nosotros nunca nos han regalado nada. Ese es el asunto de fondo. Si aceptamos que nos dejaron afuera, si nos quedamos esperando… No po!!!

¿Por qué es importante incluir esta demanda del diez por diez por diez en una reforma –no solo ya de las 40 horas–, sino también por ejemplo, modificar el código del trabajo?

Porque va a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, que es uno de los propósitos del sindicato. Va a entregar más empleabilidad, va a haber mayor cantidad de trabajadores, van a tener que contratarlos, para que no se use la calidad de vida de los trabajadores como mecanismo mercantil. 

Esa es la razón fundamental, o el principio fundamental. Primero, mejorar la calidad de vida de los trabajadores, porque trabajar doce horas en situaciones extremas, mucho frío, mucho calor, alturas muy grandes, no podemos seguir aceptando. Y segundo, el tema social, la calidad de vida de sus familias, que es muy importante. Hoy día un viejo, cuando está catorce días fuera de su casa, cuando llega es casi un invitado.

Hay un síndrome que lo vimos años atrás con la doctora Allende, que se llama del reloj roto. Se rompe tanto el reloj biológico, que en un momento determinado dependes de dormir cinco horas, no más. Cuatro o cinco horas. Y aunque estés en tu casa, duermes las cinco horas. O sea, es que incluso, aunque te trasnoches, si te acuestas a las tres de la mañana, estás a las cinco de la mañana despierto. No puedes dormir más. Eso va generando un cansancio sicológico tremendo que termina en un serie de enfermedades, que esta doctora nunca pudo terminar porque no pudo conseguir financiamiento para terminar estudiando este tipo de cosas.

Más allá de las demandas laborales, ¿qué contribución crees que pueden hacer como sindicato a cuestionar el modelo de producción actual?

Tiene que haber un cambio de la matriz productiva. Si nosotros en Chile no somos capaces de ponerle valor agregado a lo que estamos vendiendo para afuera, estamos jodidos. Y vamos a estar jodidos para siempre. Por ejemplo, no podemos permitir que el cobre se lo sigan llevando en concentrado, porque ahí se llevan el molibdeno y muchos otros minerales. Pero para eso tenemos que tener también claridad de que tenemos que mejorar el sistema en, por ejemplo, poner una fundición de última generación como las que hay en Alemania y en otros países. Hay que hacerlo, y aunque cueste cinco mil millones de dólares, hay que hacerlo porque necesitas fundir el cobre que hay en Chile y procesarlo. Antes teníamos en Chile empresas como Madeco, Cobre Cerrillos y otras que producían cañerías y muchas otras cosas de cobre. ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué tenemos que entregárselo a los chinos o a los gringos para que se la lleven y después nos vendan los productos que han hecho con el cobre que han sacado de acá? Lo mismo pasa con los árboles de la industria forestal, por ejemplo. En Puerto Montt las montañas de chips son enormes. Siete segundos se demora una chingeadora en destruir un árbol que costó diez y seis años que creciera. 

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