Chile: después de la marcha más grande de la historia, esto no ha terminado ¿cómo avanzar?

El viernes 25 tuvo lugar la marcha más grande de la historia de Chile, con al menos 1 millón 200 mil personas sólo en Santiago. Las consignas principales exigen vivamente la renuncia del presidente Piñera. Otras consignas celebran el despertar del pueblo chileno. Escenas equivalentes se vivieron en otras ciudades. Esta convocatoria supera la del cierre de campaña del NO en octubre del 88’, donde hubo 1 millón de personas. Ni migajas, ni concesiones, ni pacos y milicos pudieron parar esto.

El movimiento de protestas, que lleva más de una semana, ha resistido el estado de emergencia y el toque de queda en las ciudades de Chile. Esto después que el presidente Piñera, uno de los hombres más ricos de Chile, declaró la guerra a los pobres ante los ojos de todo el mundo. El día sábado Piñera anunció el fin del estado de emergencia desde la noche del domingo, y el fin del toque de queda. Además insistió en la agenda social que propuso antes en la semana y un nuevo gabinete anunciado el lunes. Se propone que el país vuelva a la “normalidad”. Es precisamente esa normalidad cínica y miserable contra la que se rebela el pueblo. En Chile algo ha cambiado para siempre.

Desde que comenzaron las protestas cifras oficiales reportan más de 3,000 detenidos. Se investigan muchísimos casos de torturas y violencia sexual. El uso de balines apuntados al rostro ha dejado más de 125 personas con heridas oculares. El vicepresidente del Colegio Médico ha definido esto como “una emergencia sanitaria, una verdadera epidemia”. Han habido al menos 21 muertos. Niños y jóvenes, hombres y mujeres, que dieron sus vidas desafiando la represión. Dentro de todos algo ha muerto. Los nostálgicos de la dictadura han revivido los horrores de las violaciones a los Derechos Humanos, y con ello han sepultado las ilusiones de los últimos 30 años de democracia postdictadura. Pero también algo ha comenzado a nacer. Dos o tres generaciones se han tomado de la mano para hacer historia. El pueblo trabajador se encuentran por millones en las calles y no quieren volver a soltarse. Se desvanece la ilusión de la clase media ante la riqueza grosera del 1% que concentra el 33% de los ingresos.

Una vez que los explotados se han estirado de cuerpo entero para sentir su enorme fuerza a lo largo del territorio, ahora toca golpear todos juntos al punto de ataque. Si se deja pasar el tiempo, el cansancio y el desgaste harán lo suyo. Los políticos profesionales de las cocinas y arreglines ya han comenzado a actuar. Las masas tienen instinto y no aceptando la normalidad que quieren imponer, marchan dirigiéndose a los centros de poder. Al edificio del Congreso en otra marcha histórica en Valparaíso el día domingo. Y el lunes a La Moneda en Santiago. Múltiples marchas se repitieron en regiones. Es el momento de organizar, y coordinar las luchas a nivel nacional. De clarificar los objetivos y medios de alcanzarlos. Se necesita una dirección que ofrezca una perspectiva clara y decidida que vaya más allá de los límites del sistema capitalista en crisis. El nivel de claridad estratégica de la dirección del movimiento determinará el futuro de toda una generación.

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Piñera se ocupa de ganar su guerra por el Engaño y la Fuerza.

Hace sólo unos días el empresario-presidente Sebastián Piñera anunciaba la suspensión del alza al pasaje de transporte. Una medida parche, al mismo tiempo que implementó el toque de queda. Luego de las primeras horas de furia y confusión de la movilización espontánea, se quiso justificar la militarización con una fuerte mediatización de saqueos e incendios, que intentó opacar el carácter masivo de las movilizaciones.

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Masivo porque hay un descontento muy amplio y profundo contra 30 años de medidas anti-obreras, de una política que privatizó los recursos naturales y los derechos sociales. Un régimen que asegura impunidad para los ricos y poderosos cuando se coluden, estafan y evaden impuestos. Hay una rabia profunda contra los militares en las calles, en un país que vivió por 17 años una de las dictaduras más sangrientas del continente. El estado de emergencia se implementó antes de que ocurrieran los hechos más violentos e incendiarios de la jornada. Fue una medida provocadora y descriteriada.

Los medios de comunicación en días siguientes, quizás preocupados por la pérdida de credibilidad que haría fracasar cualquier estrategia comunicacional, pasaron a poner al centro las expresiones “pacíficas” de las protestas. Esto también constituye una manipulación tremenda. Tan reduccionista como decir que el pueblo se manifiesta exclusivamente de forma violenta, es decir lo opuesto, que éste es intrínsecamente pacífico. Pues lo cierto es que el pueblo chileno en años anteriores ya tuvo marchas multitudinarias y protestas pacíficas (incluidas genkidama y besatones). Estas casi siempre terminaron en comisiones parlamentarias y cooptando a los dirigentes.

El martes pasado el presidente Piñera hace unas propuestas al país, una agenda social que más parece un bono de término de conflicto laboral. Esas migajas que los patrones acostumbran ofrecer para terminar una huelga. Por ejemplo, un aumento de 20% a la Pensión Básica Solidaria que hoy es de 110 mil pesos, o sea un aumento de poco más de 20 mil pesos (unos US$30). Asegura también un Ingreso Mínimo Garantizado de 350 mil pesos, para complementar el salario de aquellos trabajadores a jornada completa que reciban menos de esta cifra. En circunstancias que el sueldo mínimo es de 301 mil pesos. Las medidas que Piñera propone son en el fondo subsidios que serán otorgados a los mismos privados que se han enriquecido con los derechos sociales. Otro par de medidas importantes ya habían sido anunciadas. Como el proyecto que termina con el Sename, y el de Sala Cuna Universal.

Una medida que no anunció públicamente fue el llamado a reservistas del Ejército, quienes según el Ministerio de Defensa, no saldrían a patrullar, sino que cumplirían con labores administrativas. Esto reveló el agotamiento que el personal vivenciaba. El gobierno en cada episodio ha combinado concesiones mínimas con más represión. Es por el engaño y la fuerza.

Por otro lado, el nuevo gabinete anunciado el día lunes, fue un enroque descarado que sigue incluyendo a rostros odiados de la derecha. No cambia a ministros sectoriales que mucho contribuyeron a la situación actual, como lo es Transportes y Educación.

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El movimiento necesita una dirección. Sobre la Mesa Unidad Social y la Asamblea Constituyente

La espontaneidad de las protestas representó una ventaja en sus primeras fases. Superó los métodos rutinarios y el pesimismo en organizaciones sindicales y de izquierda. Pero si la creatividad de los trabajadores y la juventud no encuentra una expresión organizada con el objetivo de vencer, toda su energía puede disiparse. No debemos olvidar que la clase dominante no escatina en medios violentos y conspira constantemente para engañar y dividir al pueblo.

Algo que sorprende sobre este movimiento, es lo mucho que ha avanzado en unos pocos días, disponiendo de una diversidad de métodos acumulados por los episodios de movilizaciones anteriores. Evasión del pasaje, por supuesto. Luego insurreccional, por cierto. Con barricadas y lucha callejera, pero también festivo y cultural. Incendios y saqueos a comercios usureros y coludidos, pero además memes, graffitis, danza, cantos y conciertos. Pero de manera decisiva ha entrado en escena la huelga general en la que la clase obrera se hace consciente de su propio poder.

Desde el principio los trabajadores portuarios han expresado su solidaridad de clase y agitado la huelga general. Esto se concretó el día lunes en un paro de casi la totalidad de los puertos. Esta situación ha forzado a las direcciones oficiales a convocar un paro nacional y jornadas de asambleas, para el miércoles 23 y jueves 24. Quienes convocaron son la Mesa Unidad Social, compuesta por organizaciones sociales y sindicatos como la CUT, ANEF, CONFUSAM, Colegio de Profesores, portuarios, mineros, banca, comercio, Coordinadora No Más AFP, Coordinadora 8M, MODATIMA, etc. Esta coordinación de organizaciones hizo un llamado a una huelga general y manifestaciones, empujada por el propio movimiento. La respuesta fue muy positiva. Las manifestaciones del día miércoles en el centro de Santiago fueron aún más masivas que en días anteriores. Contaron con la participación activa de numerosas organizaciones de trabajadores y movimientos sociales. Lo mismo en puertos y ciudades de todo Chile. Algunas ciudades han protagonizado revueltas regionales en los últimos años y han ganado experiencia enfrentando la represión.

Este lunes la Mesa Unidad Social ha presentado un Pliego de los Trabajadores y Trabajadoras de Chile. Las demandas que incluye el petitorio son correctas y resúmen en gran medida los agravios que ha levantado el propio movimiento. La Unidad Social ha efectuado un llamado a paro nacional para el miércoles 30 de octubre. Es fundamental que los trabajadores no abandonen las calles y continúen alerta. Sin embargo, pasar de convocar una huelga de 48 horas la semana pasada a una de 24 horas esta semana muestra claramente las limitaciones de este organismo, que en lugar de dar dirección al movimiento, va por detrás del mismo. El peligro es el de caer en una sucesión de convocatorias, una detrás de otra, sin que haya una perspectiva clara de avance del movimiento a formas superiores de lucha. Esto llevaría al desgaste de las masas en marchas y protestas sin una perspectiva clara. Es una actitud pusilánime esperar sentarse a dialogar este pliego con el presidente, cuando lo que millones en las calles exigían el viernes era “Fuera Piñera”.

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En circunstancias que está planteado hacer caer el gobierno y conseguir el triunfo de un pliego de trabajadores y trabajadoras mediante el total desenvolvimiento de la capacidad coordinadora y organizativa de la clase obrera, a través de las asambleas territoriales y cabildos. Estas instancias, que con diferentes nombres se extienden por todo el país, constituyen formas de auto-organización claves para el desarrollo del movimiento. Son capaces de nutrirse de la creatividad de las bases y organizar sus fuerzas. Estos avanzan además en formular más claramente las demandas. Ejemplo de ello es la Mesa Social de Valparaíso, que exige entre otras medidas: Poner fin a las AFP e implementar un sistema solidario y de reparto. Nacionalización del Cobre, Litio, Mar y Agua. Nacionalización de Empresas estratégicas como energía y telecomunicaciones. Salud y Educación Gratuita y de Calidad. Salario Mínimo de 500 mil pesos. Jornada de 40 horas.

Todas estas demandas cuentan con el apoyo mayoritario de la población. Sin embargo, existe confusión sobre los medios de obtener esto. Ha calado hondo en el sentido común la idea de una Asamblea Constituyente. Ciertamente la constitución hecha en dictadura es escandalosamente antidemocrática. Pero la Asamblea Constituyente significa cosas distintas según a quién se le pregunte. Para las masas movilizadas la Asamblea Constituyente representa la idea de un cambio estructural, profundo y de raíz. Para los reformistas y conciliadores, significa un medio de encauzar la energía revolucionaria del movimiento hacia el parlamentarismo burgués. Incluso ya hay sectores de la burguesía que juegan con la idea de la Asamblea Constituyente para desviar el movimiento por cauces más seguros.

Para unos se trata de mecanismos de representación que gestionados desde los “territorios”, municipios o asambleas convocadas, envíen una lista de demandas a esta Asamblea Constituyente para una Nueva Constitución, que de allí se someta a plebiscito. Sin la movilización y discusión activa en las bases, esto abre la puerta a los acuerdos por arriba de los políticos profesionales. Esto desmoviliza al pueblo de las calles prefigurando además su desilusión y apatía. Es simplemente repetir la dinámica del parlamento burgués, la lógica de los acuerdos mínimos y el dominio de las maquinarias electorales.

A veces nos da la impresión que esto es lo que algunos intentan hacer en este momento. Por ejemplo, desde sectores de la izquierda parlamentaria se insiste en destituir a Piñera a través de acusaciones constitucionales. Este parece ser el centro de la estrategia del Partido Comunista. En la probabilidad que este cálculo resulte, se daría lugar a un determinado gobierno de unidad nacional, o futuras elecciones en la cual una coalición bajo la consigna de la Asamblea Constituyente sería la esperanza de las masas en las urnas. No tienen ninguna confianza en la fuerza e inteligencia del pueblo trabajador. No creen en la capacidad de hacer caer a Piñera por la organización de la clase trabajadora, que comience a desarrollar sus propios organismos de poder y decisión, agrupando a la gran mayoría de la población decidida a cambiar radicalmente este sistema.

Por otra parte, hay quienes conciben la Asamblea Constituyente como la expresión de un poder soberano del pueblo, sobre el cual no pueden imponerse otros poderes del Estado. El mandato de las bases asegura que sean los trabajadores y el pueblo quienes efectivamente dirigen las leyes, la economía y la sociedad. Es decir, una Asamblea con delegados electos desde las bases y revocables en todo momento. Desde asambleas emanadas desde las comunidades, lugares de trabajo y de estudio. Que organizan y discuten las necesidades de la vida comunitaria, la manera de producir, así como la investigación científica, de manera armónica y democrática. Esto último más bien describe la perspectiva de un gobierno de trabajadores. Si es así, no debería confundirse con la consigna de Asamblea Constituyente, que advertimos puede constituir un grave peligro que desmovilice al pueblo de las calles. Especialmente porque de desarrollarse el poder de las asambleas para organizar la producción y otros aspectos de la vida social, se dibujaría una situación de doble poder. Una disputa entre el poder de los capitalistas por un lado, y el poder de los trabajadores por otro. Esta situación no puede durar mucho tiempo, y requiere la preparación consciente de esta perspectiva de toma del poder. Perspectiva que la consigna de Asamblea Constituyente tiende a enredar en formalismos y tecnicismos leguleyos que excluyen a las mayorías trabajadoras.

Según la encuesta Pulso Ciudadano realizada el 22 y 23 de octubre, el gobierno del presidente Piñera tiene la más baja aprobación desde la vuelta a la democracia. Sólo un 14% de aprobación. Mientras las manifestaciones cuentan con un 83% de aprobación. Pensamos que si este formidable levantamiento popular, que da pruebas de la disposición espontánea del pueblo para el combate, es además capaz de dotarse de la dirección decidida de los trabajadores en un gran movimiento huelguístico es perfectamente posible tumbar el gobierno del empresario Sebastián Piñera.

Hoy en Chile el pueblo trabajador en la calle comienza a darse sus propios organismos de poder. Es necesario coordinar los Cabildos Abiertos y Asambleas Territoriales, mediante delegados electos, en una gran Asamblea Nacional del Pueblo Trabajador que se plantee la toma del poder, político y económico. Que establezca las bases de un gobierno de trabajadores para poner fin al saqueo empresarial, y usar las riquezas de Chile para satisfacer las necesidades del pueblo y no de una minoría. Los resortes fundamentales de la economía deben estar bajo control de los trabajadores y el pueblo. Debe recuperarse el agua para las comunidades. Expulsar a las hidroeléctricas, forestales y mineras que aliados con latifundistas han aterrorizado al pueblo-nación mapuche. Recuperar y nacionalizar el cobre, el litio, el mar. Planificar un sistema de transporte bajo control de trabajadores y usuarios. Acabar con las AFP. Establecer un sistema de Educación y Salud gratuita y de calidad.

¡Fuera Piñera!

¡Fuera los militares de las calles! ¡Fin a la represión! ¡Fin a la militarización del Wallmapu!

¡Por la coordinación nacional de los Cabildos y Asambleas Territoriales!

¡ Por una Asamblea Nacional del Pueblo Trabajador!

¡Por un Gobierno de Trabajadores!

Ni la represión ni las falsas concesiones frenan el levantamiento chileno

Más de un millón de personas se manifestaron en Santiago de Chile el viernes 25 de octubre en lo que se vino a llamar #LaMarchaMásGrandedeChile, y ciertamente lo fue, superando el cierre de campaña del NO en 1988 que congregó a un millón de personas. La movilización del viernes 25 de octubre, se repitió en ciudades y comunas de todo el país y se produce a una semana del estado de emergencia, la militarización de las calles y el toque de queda impuesto por el gobierno de Piñera. Un total de más de dos millones marcharon contra el régimen.

Ni la represión brutal, ni las torturas, ni el toque de queda, ni los amagos de concesiones han parado un movimiento que empezó como una protesta secundaria contra el alza del pasaje en Santiago y se convirtió rápidamente en un movimiento nacional contra todo el régimen, contra 30 años de recortes, de creciente desigualdad, de privatizaciones, de ataques a la clase obrera, de desregulazión, etc.

El movimiento, de manera espontánea ya había convocado una huelga general el lunes de la semana pasada y forzó a las direcciones oficiales a convocar dos días de huelga general, el 22 y 23 de esa semana. Pero realmente las direcciones tradicionales están desbordadas y no son capaces ni de orientar ni de canalizar el movimiento. Empiezan a surgir expresiones amplias de auto-organización por abajo, cabildos abiertos, asambleas territoriales, que en algunas partes, como en Valparaíso (de combativa tradición) se coordinan tentativamente. Este es el camino a seguir.

“Ya cayó, ya cayó” se gritaba el viernes a Piñera en Santiago. Y ese es un desenlace posible. Las fuerzas represivas están desbordadas ante un pueblo que no se amilana. Se han dado casos de insubordinación entre los soldados (por lo menos uno reportado, en Antofagasta). Al régimen le quedan pocas opciones y si quiere evitar que el estallido insurreccional culmine con un derrocamiento revolucionario debe de dar pasos audaces y rápidos.

Respondiendo rápidamente a la enorme marcha del viernes, el presidente Piñera anunció el fin del estado de emergencia y del toque de queda, además de un cambio de gabinete. En realidad, era una trampa de cara a la opinión pública para tratar de dar la imágen de un gobierno “que escucha” y de una “vuelta a la normalidad”. Nada de eso sirvió, el domingo y el lunes hubo de nuevo manifestaciones enormes auto-convocadas bajo el eslógan #EstoNoHaTerminado en todo el país y la represión continuó. De manera muy significativa el objetivo ahora eran los edificios que representan el poder: en Valparaiso decenas de miles marcharon hacia el Congreso que tuvo que ser desalojado, y en Santiago las masas avanzaron hacia el palacio de La Moneda detenidas solo por la represión.

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Mientras tanto los dirigentes sindicales y de la izquierda parlamentaria no saben qué hacer y en la práctica actúan para impedir un desborde revolucionario. El Partido Comunista parece centrar su estrategia en un juicio político a Piñera y Chadwick, es decir, una maniobra constitucional con pocas probabilidades de prosperar, cuando en las calles está la fuerza para derrocar al gobierno. Los dirigentes de la Unidad Social convocan a huelga general para el miércoles, sólo de 24h, es decir un paso atrás respecto a la huelga de 48h de la semana anterior, cuando el movimiento se desarrolla de manera poderosa hacia una paralización indefinida con marchas diarias.

Todos ellos se afanan a “condenar la violencia”, cayendo en la trampa de la burguesía de separar a los “vándalos violentos” de las “manifestantes pacíficos”, cuando en realidad se trata de un solo movimiento que ha ido adquiriendo características insurreccionales. Por supuesto que los marxistas revolucionarios no estamos a favor de la destrucción aleatoria de propiedad como estrategia. Pero de ninguna manera nos podemos colocar del mismo lado del gobierno burgués que exige condenar la violencia mientras utiliza la represión más brutal contra el movimiento. La manera más eficaz de evitar la violencia, en primer lugar la de las fuerzas del estado, es dar al movimiento un carácter organizado y democrático, incluyendo la organización de la autodefensa de los trabajadores. Se han dado ya algunos pasos en esa dirección como por ejemplo el Comité de Emergencia y Resguardo creado a iniciativa de los trabajadores de la educación en Antofagasta.

En estas condiciones la burguesía puede tratar de buscar un recambio y sacrificar algunas piezas. La remodelación del gobierno no ha servido para calmar a la calle ¿Algún tipo de iniciativa que trate de implicar a los dirigentes del PS, PC y FA, y los sindicatos? El Financial Times, órgano de la burguesía imperialista británica, exigía concesiones sustanciales y costosas y un nuevo gabinete, pero manteniendo el president. Pero eso era el día 22, esas mismas medidas hoy pueden ser insuficientes. Tendrán que sacrificar a Piñera. Incluso, no es descartable, dependiendo de hasta dónde llegue el movimiento en su empuje, algún tipo de Asamblea Constituyente limitada, convocada por arriba y prometida para algún tiempo futuro para tratar de desactivar el movimiento. Políticos del PS, del PC, con el concurso de algunos dirigentes de la derecha ya están hablando de un plebiscito constitucional a celebrarse dentro de unos meses. Se empieza a tejer la trampa.

El alzamiento popular, insurreccional, obrero, juvenil y popular, implica a capas muy amplias de la sociedad, reflejando un hartazgo acumulado de décadas. Sabe lo que no quiere: fuera Piñera, ya basta. Pero no tiene una idea muy clara de lo que quiere y carece de una dirección con autoridad que lo lleve hacia adelante. Inevitablemente llegados a cierto punto, el cansancio empezará a hacer mella.

Las organizaciones de la Unidad Social hablan de una Asamblea Constituyente “para cambiar el modelo económico”. Es cierto que Chile tiene una constitución con muchos elementos anti-democráticos que fue cocinada conjuntamente con Pinochet. Pero no es menos cierto que un cambio de constitución no es garantía en absoluto de que nada cambie. Una constitución puede contener muy buenas palabras acerca del derecho a la sanidad, educación, vivienda, etc. El sistema capitalista en crisis no está en condiciones de garantizar que esas palabras se lleven a la prática.

De lo que se trata no es de “cambiar el modelo”, sino de abolir el capitalismo del que ese modelo es la expresión. Lo que se requiere es un programa de renacionalización de las AFP, del cobre, del agua, la salud, la nacionalización de las grandes empresas y monopolios para que toda la riqueza del país, que la crea la clase obrera, se pueda planificar democráticamente para satisfacer las necesidades de la mayoría (salud, educación, transporte, techo) y no los privilegios de una pequeña minoría. Eso no se conseguirá con una Constituyente que al fin y al cabo no es más que otro parlamento burgués. En las mentes de las masas la Constituyente representa la idea de un cambio profundo y de raíz. En el cálculo de los reformistas y de sectores de la burguesía representa un intento de encauzar el movimiento por los canales seguros del parlamentarismo burgués.

El pueblo trabajador en la calle ya se está dando sus propios organismos de poder. Es necesario coordinar los cabildos abiertos y asambleas territoriales, mediante delegados electos, en una gran Asamblea Nacional del Pueblo Trabajador que se plantee la toma del poder, político y económico, para resolver las acuciantes necesidades que están detrás de este maravilloso estallido insurreccional.

Alza del pasaje desata movimiento de Evasión Masiva y levantamiento popular en Chile. ¡Abajo el estado de emergencia!¡ Fuera Piñera!

El gobierno de los empresarios en Chile ha declarado la guerra a los pobres. Han decretado estado de emergencia y toque de queda en las principales ciudades. Una medida que no se veía desde 1987 en dictadura. Ya se confirman varios muertos. El inmenso levantamiento popular ha puesto gravemente en jaque al gobierno que actúa desesperado. Se vive una movilización histórica no vista desde las protestas que tumbaron al dictador Pinochet.

A principios de octubre el empresario-presidente Sebastián Piñera declaraba Chile un “verdadero oasis dentro de una América Latina convulsionada”, haciendo alusión a las crisis sociales, políticas y económicas que afectan a países de la región. El viernes por la noche su imagen idílica se desvaneció cuando se declaraba el estado de emergencia,-es decir que las Fuerzas Armadas asumen el mando de zonas determinadas- en el área metropolitana de la capital, y en horas siguientes en las principales regiones del país. Frente a la magnitud de las protestas el sábado en la noche se anunció la anulación del alza del pasaje, al mismo tiempo que se declaraba toque de queda y estado de emergencia en varias regiones. Estas medidas han sido rechazadas ampliamente por la población que se resiste a dejar las calles otra vez a los militares.

La última alza del transporte público llega a $830 por pasaje en hora punta (más de un dólar, el más caro de América Latina), aproximadamente $50,000 mensuales. Un gasto importante si consideramos que el 54% de los trabajadores gana menos de $350,000 pesos líquidos. No sorprende que sean los estudiantes secundarios quienes encendieron la chispa de las evasiones masivas desde el lunes pasado. Comenzando en estaciones de metro del centro de Santiago, que se han tornado en jornadas de furia que se expandieron hacia la periferia, y un movimiento de carácter insurreccional en desarrollo que incluye otras demandas históricas y de regiones. El gobierno empresarial de Piñera es incapaz de comprender las necesidades del pueblo. Desde un principio califica a los jóvenes de “terroristas” y a la respuesta solidaria espontánea de este enorme movimiento de masas, como una acción organizada por grupos extremistas. Las autoridades del gobierno no cesan de insultar la inteligencia de los trabajadores que han visto la impunidad con que los ricos evaden impuestos, y las fuerzas armadas y carabineros roban miles de millones de pesos.

“Evadir, no pagar, otra forma de luchar”. Los secundarios encienden la chispa.

La realidad es que este segundo gobierno de Piñera que comenzara en marzo del 2018, ha estado marcado por movimientos de protesta de diversos sectores. Significativamente, por nombrar algunos, el movimiento No Más AFP contra el sistema privado de pensiones, en un país que otorga un 79% de pensiones por debajo del salario mínimo y 44% inferiores a la línea de la pobreza. El mayo feminista, que muestra la profunda desafección de la juventud hacia los valores tradicionales del machismo y el autoritarismo universitario. La rebelión portuaria, que desplegó métodos obreros de combate en un formidable paro nacional en solidaridad. El paro de los profesores, un hito de la movilización docente en Chile. La crisis social y ambiental de Quintero-Puchuncaví. Además de las protestas por la privatización de recursos naturales en medio de la crisis hídrica que afecta a comunidades y la continua represión y resistencia en el Wallmapu, territorio ancestral mapuche. Para nada el oasis con el que Piñera quiere hacernos soñar.

Los estudiantes secundarios han sido singularizados como sujetos terroristas y delictuales, por un discurso clásico de la derecha que no da ninguna solución para que la juventud del país desarrolle sus aptitudes e inquietudes. Han modificado los programas curriculares contra la opinión de los docentes y expertos de educación. En particular en la comuna de Santiago centro y liceos emblemáticos, bajo el alero de la política de “Aula Segura”, han violentado adolescentes, niños y niñas, dentro de sus propios establecimientos educacionales.

Pero esta generación no se deja pisotear fácilmente. No cesan de buscar los medios de sacudirse la herencia dictatorial que rige las leyes, la economía y la vida cotidiana del país. Desde hace un par de semanas, luego de los anuncios del alza del pasaje, estudiantes secundarios del centro santiaguino, en particular del Instituto Nacional, empezaron de forma incipiente a protagonizar “avalanchas” humanas que saltándose el torniquete invitaban además al conjunto del pueblo a evadir. Como es costumbre, personajes del gobierno calificaron estos hechos de terroristas y violentos. Lo cierto es que el no pago del pasaje, no constituye un delito, sino que es una falta administrativa que conlleva una multa. Una falta así no amerita el uso de Fuerzas Especiales de Carabineros ingresando a las estaciones de metro, y mucho menos golpear a jóvenes desarmados que defienden los intereses de las mayorías explotadas. Es una desinteligencia común de la derecha en esta época, responder con caricaturas mediáticas y represión. Esta actitud matona de políticos además famosamente corruptos, lejos de hostilizar a la gente contra los manifestantes, encendió más los ánimos e incitó la solidaridad hacia esta protesta.

La represión echa bencina al fuego. Levantamiento popular desata la furia del pueblo cansado de abusos.

Con la extensión de las evasiones masivas, en horas de la tarde del viernes, se comunicaba el cierre de las estaciones de metro del centro capitalino. Miles de personas caminaban por las calles. Siguiendo en su estilo autoritario, el ministro del Interior Andrés Chadwick, viejo cuadro de la derecha dictatorial, anunciaba la implementación de la Ley de Seguridad Interior del Estado contra los detenidos en la jornada, quienes arriesgarían hasta 10 años de cárcel . Los trabajadores que retornaban a sus casas, lejos de volverse contra los manifestantes, como esperaba el gobierno, se sumaron a las protestas a través de un cacerolazo convocado para las 20.30hrs del mismo día. Entonces ahora las protestas alcanzaban sectores periféricos, que usualmente no se ven afectadas por las manifestaciones políticas que periódicamente colman la Alameda. Ante este panorama de desorden y alteración del transporte público tan cuestionado, la actitud de la gente es más bien de simpatía y admiración hacia la generación joven que perdió el miedo y da cara frente a las injusticias y entusiasma a una generación que se había hundido en el conformismo. Los cacerolazos fueron acudidos masivamente, terminando de signar lo que ya se sabía. Se vivía una jornada de movilización histórica del pueblo, no vista desde las protestas contra la dictadura. Ha ocurrido un salto cualitativo desde los episodios de protestas y movimientos de masas que hace más de una década cambian el paisaje del chile postdictatorial.

El balance indica que durante la noche del viernes fueron destruidas al menos 41 de casi 140 estaciones de metro. A ello se sumaron saqueos e incendios a lugares simbólicos en tanto representan los abusos contra el pueblo: el edificio central de la compañía eléctrica privatizada, las autopistas privadas, cadenas farmacéuticas, supermercados y bancos, que por años se han coludido contra la clase trabajadora. En horas de la noche para seguir con su agenda represiva, el gobierna aplica el estado de emergencia. Desde la dictadura es la primera vez que este se decreta en situaciones que no son de catástrofe natural. Evidentemente el paisaje de las tanquetas y los soldados en las calles evocan en Chile una carga emotiva muy fuerte. La derecha tiene las manos manchadas con sangre y seguirá siendo recordada por su prontuario antidemocrático y criminal.

Santiago amaneció el sábado con la vergonzosa escena de milicos en las calles. Pero esto no ha amedrentado a un pueblo que despierta y busca proporcionarse los medios para vencer. Policías y soldados han sido objeto de los usuales insultos que merecen su historial de asesinos del pueblo. Pero también hay voces que pretenden hablar al ser humano que podría residir aún dentro del uniforme. El ejemplo de las jornadas insurreccionales en Ecuador que hace una semana comenzó a resquebrajar al ejército en líneas de clase está vivo en la mente de los manifestantes. Los pueblos latinoamericanos compartimos una herencia antigua de represión bajo el autoritarismo de las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense. Se está viviendo un Octubre Rojo Latinoamericano. Se desvanece la idea de una ola conservadora tan comentada estos últimos años por algunos intelectuales y grupos de izquierda.

Hoy las calles están en disputa. La autoridad está descolocada y actúa “de memoria” reprimiendo, y con la cantinela del orden y la unidad nacional. Pero el movimiento sigue creciendo. Las protestas se han extendido a regiones y ahora el levantamiento adquiere carácter nacional. En horas de la noche del sábado el gobierno de Piñera ha resuelto dos importantes medidas. Por un lado se ha anunciado la suspensión del alza del pasaje. Por otra parte se ha decretado toque de queda en Santiago, Valparaíso y Concepción. La última vez que esto sucedió fue en 1987 durante la dictadura. Alrededor de 10,000 militares están desplegados sólo en la capital.

La suspensión del alza constituye una maniobra del gobierno para dividir al pueblo. Confundir a sectores que conformes con la concesión del gobierno, comienzan a entrar en pánico con la imagen de caos y destrucción promovido por los medios, para separarlos de quienes entienden el engaño detrás de esta medida. A la vez, el gobierno dispone de artefactos legales heredados de la dictadura para aniquilar este levantamiento. La ley de seguridad interior del estado, el estado de emergencia para restablecer el “orden público”, y por supuesto, el toque de queda que restringe las libertades personales de movilidad. Mientras es una clara medida de fuerza, esto expresa la debilidad de un gobierno acorralado, en una correlación de fuerzas en general más favorable a las mayorías trabajadoras contra la minoría de empresarios saqueadores.

En este momento en la voz del pueblo está claro que esta protesta no es sólo por el pasaje. Es contra un modelo hecho a base del robo, la usura y la injusticia. Afirmado con sangre y fuego durante la dictadura cívico-militar y continuado por los gobiernos durante la “transición democrática”. Los capitalistas han hecho un negocio de todo aquello que resulta preciado para el desarrollo de las sociedades humanas, el agua, la salud, la vivienda, las pensiones y la educación. Y a quienes protestan quieren callarlos con la más bruta represión policial y hoy además como en dictadura con los militares en las calles.

Organizar un Paro Nacional. ¡Fin al Estado de Emergencia y Fuera Piñera!

La Federación de Sindicatos de Metro han declarado su apoyo a las demandas legítimas contra el alza del pasaje, además de exigir que se retiren los Carabineros de las estaciones de metro. El dirigente Eric Campos señaló además que los trabajadores de Metro no son enemigos de los estudiantes y entienden que los estudiantes no son enemigos de los trabajadores. Muy interesante es el punto donde explican que “De los 810 pesos que los trabajadores pagan en el Metro, la empresa no recibe más de 490 pesos. La diferencia del alza va a financiar el fracasado plan de transporte Transantiago, ahora mal llamado Red Movilidad”. Estos comentarios son muy útiles pues dan una explicación clara y necesaria sobre la polémica alza, y la posición de los trabajadores de Metro.

Sin embargo, esto queda muy corto de los objetivos planteados por la situación actual, que se rebela contra un sistema basado en la desigualdad social y el poder de los ricos. Además que en estas pocas horas ya ha corrido mucha agua bajo el puente, y no se trata ya sólo del alza, sino también de la defensa de los derechos democráticos que están seriamente amenazados. Este gobierno al servicio de los capitalistas han abierto la puerta a abusos gravísimos por parte de las Fuerzas Armadas y policías, cada abuso y cada muerto no puede ser olvidado ni perdonado y no hay negociaciones con estos asesinos del pueblo en las calles.

La Union Portuaria de Chile ha llamado por su parte a una huelga general. “Hacemos el llamado a estar alerta y a preparar el camino para que Chile, de una vez por todas, todos los trabajadores chilenos nos levantemos y organicemos una gran HUELGA GENERAL que haga tambalear a los dueños de Chile”. Esto apunta en una dirección correcta. Los mineros del cobre también se han sumado. En este momento es clave que los grandes batallones de la clase obrera entren en escena con sus métodos históricos. En diciembre pasado los portuarios estibadores de Valparaíso daban lecciones sobre estos métodos: el paro nacional en solidaridad, la movilización desde las bases, la acción directa y la autodefensa. La hora es urgente y el pueblo necesita de toda la fuerza y toda la inteligencia de la clase trabajadora, para que la organización se extienda y se galvanice por todas partes.

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Existe un llamado a un Paro Nacional para este Lunes 21 de Octubre. Es importantísimo que las organizaciones sociales y políticas más grandes, como la CUT, la ANEF, la FECH, etc. dispongan de todos sus recursos para que este paro tenga lugar de la manera más exitosa y acabada posible. Pero no podemos simplemente esperar a que reaccionen. Múltiples organizaciones y sindicatos ya han tomado la iniciativa de dar una dirección decidida y unificada a este movimiento. Deben realizarse asambleas en todos los barrios y lugares de trabajo, colegios y universidades, para discutir los pasos a seguir en una huelga general que exija el fin al estado de emergencia, la renuncia de Piñera y todo su gabinete criminal. Debe buscarse la manera de otorgar una coordinación nacional a todas estas asambleas o cabildos locales que surjan, junto con los sindicatos y lugares de trabajo movilizados. Al mismo tiempo deben organizarse la autodefensa y seguridad de las comunidades frente a la represión, la distribución de alimentos y medicamentos, especialmente de niños, adultos mayores y personas que necesiten asistencia. La clase trabajadora conoce los medios para dirigir la economía y la sociedad, mucho mejor que estos políticos y milicos corruptos.

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Es necesario que el movimiento crezca en contenido y musculatura. Las manifestaciones de masas son imprescindibles para crear la confianza de éstas en sus propias fuerzas. Pero no son suficientes para vencer al aparato estatal, los medios de comunicación plagados de opinólogos vendidos, el cansancio propio de la lucha y el desgaste ocasionado por las organizaciones y dirigentes conciliadores. Pensamos que si este formidable levantamiento popular, que da pruebas de la disposición espontánea del pueblo para el combate, es además capaz de dotarse de la dirección decidida de los trabajadores en un gran movimiento huelguístico es perfectamente posible tumbar el gobierno del empresario Sebastián Piñera.

La magnitud de las protestas y los atropellos a la democracia que hemos visto plantea objetivos que superan cualquier nuevo decreto, reforma, o presidente. Se trata de cambiar nuestras vidas, regidas por una constitución antidemocrática forjada en dictadura, que defiende las ganancias de una minoría en un sistema capitalista que amenaza la existencia de la humanidad y el planeta. No podemos permitir dejar el poder y las riquezas del país en manos de una élite ignorante y corrupta. Los dueños de Chile no pueden hacer otra cosa que defender sus intereses capitalistas. Es hora de que los trabajadores defendamos también nuestros intereses recuperando lo mejor de la historia revolucionaria del pueblo chileno, que ahora está tomando su destino en sus propias manos. Para esto los resortes fundamentales de la economía deben estar bajo control de los trabajadores y el pueblo. Debe recuperarse el agua para las comunidades. Expulsar a las hidroeléctricas, forestales y mineras que aliados con latifundistas han aterrorizado a la nación mapuche. Recuperar y nacionalizar el cobre. Planificar un sistema de transporte bajo control de trabajadores y usuarios. Acabar con las AFP. Establecer un sistema de Educación y Salud gratuita y de calidad. Todas estas son demandas ampliamente apoyadas por la mayoría de chilenos y chilenas.

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La magnitud del movimiento ha superado las expectativas de las organizaciones existentes. Este movimiento debe confiar sólo en sus propias fuerzas. Ahora se necesita una dirección clara y decidida, con una estructura democrática interna, que emanada desde las asambleas de base, otorgue una coordinación nacional. De esta manera se puede elaborar un petitorio que unifique todas las demandas sentidas por el pueblo chileno. Un programa que poniendo los medios del Paro Nacional y la clase obrera al frente, exija el fin del estado de emergencia y que se vaya Piñera. Que establezca las bases de un gobierno de trabajadores para poner fin al saqueo empresarial, y usar las riquezas de Chile para satisfacer las necesidades del pueblo y no de una minoría.

¡Fuera milicos de las calles!

¡Abajo el Estado de Emergencia!

¡Fuera Piñera!

¡Por la Coordinación Nacional de organizaciones que luchan!

¡Por un Gobierno de Trabajadores!

¡Vivan los pueblos de Ecuador, Haití y Honduras que también luchan!