La producción capitalista y su incidencia en la crisis climática

Mauricio Olave Sierra, Presidente EcoMaestranza

Existe una crisis planetaria sin precedentes y la complejidad de actores involucrados, incentiva una desbordada proliferación de teorías que explican este fenómeno, el fenómeno de la crisis ambiental, puesto que nos encontramos ante un hecho ineludible, que incorpora como actores, a prácticamente toda forma de vida en el planeta, y coloca a la humanidad ante un callejón sin salida

Lo particular de nuestra experiencia, se sustenta en una interpretación de la sociedad y de las bases materiales que le dan vida, puesto que no está en duda, que los actores originarios del daño causado a la naturaleza, tiene a nuestra especie humana como protagonista. En este sentido, los seres humanos hemos causado esta situación precisamente por la forma de relacionarnos con la naturaleza.

Es necesario precisar el punto de inflexión que marca las causas de esta crisis, no como un simple dato de la causa, sino como el aspecto central, sobre el cual repensar posibles soluciones profundas, sin embargo, conocer las causas de por si, no va a mejorar el escenario en que nos encontramos, puede permitir definir estrategias sobre las cuales, podemos reconstruir una nueva relación, está vez, armónica entre los seres humanos y nuestro entorno.

Mucho se ha escrito, sobre los orígenes de la sociedad humana, en donde entre otros factores, la construcción de las ciudades-estados, se convierte en un elemento por excelencia, del descubrimiento de la agricultura y domesticación de ganado, pasando la especie humana desde una vida predominantemente nómade, a predominantemente sedentaria; iniciando un largo camino de conquista de la naturaleza.

Si bien, en la actividad de recolección de frutos silvestres y de la agricultura antigua y medieval, se mantiene sin grandes alteraciones, un equilibrio entre la explotación de recursos, principalmente de la tierra, y la capacidad de la naturaleza de regenerarse; el hombre había logrado, con éxito subsistir del fruto de la tierra, paulatinamente aplicando los avances de la técnica en una mayor eficiencia de los procesos productivos.

Estos avances, incluyendo la voracidad de un nuevo sistema de sociedad que se abría paso, como consecuencia de la revolución industrial y la asunción de la burguesía como clase social dominante en el mundo moderno, va generando una perturbación en una de las fuentes de riqueza mas fundamentales, es decir, la naturaleza, teniendo como punto de partida, los nuevos medios de producción, que revolucionaron para siempre a la historia, surgiendo con ello, la denominada agricultura industrial durante el siglo XIX.

La aparición de la agricultura industrial, genera grandes consecuencias históricas, sumado a esto, el uso de la química con fines agrícolas, que permite ponen en el debate científico de la época, la calidad de los nutrientes de los suelos, en especial, para los fines de cultivar nuestros alimentos.

Destacados científicos en Alemania y Gran Bretaña, como Justus Von Liebig y James Johnston, respectivamente, señalaron lo perjudicial de la agricultura industrial para efectos de la preservación de la calidad de los suelos.

Hicieron fuertes criticas por la pérdida de nutrientes de la tierra (…) debido a la agricultura capitalista, culpando principalmente a la agricultura intensiva británica. En efecto, esto se extendió al robo de tierras de algunos países por parte de otros” (Foster, 2013).

Liebig en una de sus obras escrita en 1840, sostuvo que el problema de fondo, albergaba dos aspectos fundamentales: el primero, es el agotamiento de nitrógeno, fósforo y potasio; y el segundo, que estos nutrientes terminaban llegando a los grandes centros urbanos, provocando otro efecto, la contaminación de la población urbana. Esto nos lleva a afirmar, con evidencia palpable, que ya desde una etapa temprana del desarrollo de producción capitalista, este modelo de sociedad, mostraba sus primeras consecuencias sociales, la contaminación y degradación del suelo, por cuanto, somete por una necesidad intrínseca del sistema capitalista, a una ruptura con la agricultura medieval, otrora dominante. En este sentido, Marx y Engel, en el Manifiesto Comunista, señalan: “la producción feudal no era suficiente, para satisfacer la demanda de los nuevos mercados”, agregando que: “la gran industria creó el mercado mundial, preparado por el descubrimiento de América”, finalizando con la siguiente afirmación: “la expansión de la industria (…) se desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales”, con ello, esta nueva clase social gobernante se encarga de finalizar toda forma de producción del pasado.

Pero fue otro descubrimiento científico, que determinaría la cara más oscura del naciente capitalismo, en 1842, el químico británico J. B. Lawes, desarrolla la capacidad de producir superfosfatos, en base a convertir los fosfatos en elementos solubles, con ello, se da el primer paso para la creación de fertilizantes sintéticos; aunque durante el siglo XIX los países dependían del fertilizante natural, comienza y en esto, Inglaterra se instala como precedente, en una vorágine insaciable por satisfacer sus necesidades de fertilizantes naturales; mostrando en el intento, sus pretensiones imperialistas.

El autor Bellamy Foster, considera que en este contexto de agotamiento de nutrientes de los suelos, es Gran Bretaña el ejemplo por excelencia de la disputa arbitraria, en el despojo de otras naciones de sus recursos naturales a escala mundial; esto basado en aportes de Liebig, quien señala entre sus investigaciones, como la necesidad de contar con fertilizantes para subsanar el efecto colateral de la producción capitalista sobre la calidad de los suelos agrícolas, llevó a las grandes potencias, en especial, a la ya mencionada, a indagar en formas no convencionales, como: “el desentierro y transporte de huesos humanos de los campos de batallas napaleónicas y catacumbas europeas” (Foster, 2013).

La extracción, por medio de trabajo forzado, lleva incluso a poner sus ojos en las costas del Perú, abundante en guano, en especial, obtenido del excremento de aves marinas; si bien, se desata esta especie de fiebre del guano, indirectamente, desencadena en un conflicto bélico, que aún divide a países limítrofes, es decir, la denominada Guerra del Pacífico; que culmina con la anexión de territorio peruano y boliviano, a la soberanía territorial chilena hasta el día de hoy, pero que abre a la industria capitalista británica una fuente permanente de negocios, entre ellas, la industria del salitre.

Todo ese recorrido histórico, desde la irrupción de la producción capitalista en la agricultura, el daño causado al suelo, y la necesidad inherente de grandes potencias industrializadas, de obtener mediante cualquier medio, incluso el saqueo colonialista, de apropiarse de la riqueza de otras naciones; acrecentado por el descubrimiento de América, y particularmente, de países sudamericanos como el nuestro, para promover la industria de fertilizantes naturales, crea al mismo tiempo, las condiciones materiales para el surgimiento de una incipiente clase obrera local; son los primeros movimientos obreros que surgen en Chile, en torno, a la minería y extracción de recursos naturales, quienes impulsan movimientos huelguísticos y organizacionales; además de otros movimientos vinculados al transporte ferroviario y portuario, condicionando a Chile en su configuración urbanística y socio-política.

Por lo que podemos afirmar, que existe un conducto evidente y poco abordado, entre las grandes contradicciones de las sociedades capitalistas y los problemas ambientales, durante los últimos doscientos años, que crece de forma exponencial, hasta el límite de nuestra contemporaneidad; esta fractura entre los modos de producción, la sociedad humana y el entorno ambiental, tiene como elemento reactor, el afán de lucro de grandes industrias, partiendo de la agrícola, sin descartar otros rubros que cobran posteriores protagonismos, por sus emisiones contaminantes. Pero para efectos, de lo que tratamos, vamos a continuar esta linea de desarrollo económico.

Las potencias europeas sin querer, provocan en países como Chile, un efecto impensado, creando lo que Marx denominaría, “a sus propios sepultureros”, es decir, a la clase obrera chilena, que mas adelante, protagonizarían páginas gloriosas y estremecedoras de la historia nacional.

En el camino, se pueden observar una serie de contradicciones, entre ellas:

La primera contradicción que provoca esta fractura metabólica, esta supeditada, a lo que Carlos Marx menciona en El Capital, “que el rompimiento del ciclo de la tierra en la agricultura capitalista industrializada, constituía nada menos que una fractura, en la relación metabólica entre los seres humanos y la naturaleza” (Foster, 2013).

Cuando las clases dominantes de una sociedad dada, provoca como es el caso, una insustentabilidad entre sus propias necesidades mercantiles y productivas, con las necesidades de su propio entorno, entonces, no solo está dañando a la propia naturaleza, sino que se está dañando a si misma como especie, por cuanto, los seres humanos no somos entes externos, sino que formamos parte de la misma naturaleza, en ese sentido, podemos señalar que la afirmación marxista, que el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza, es decir, el trabajo y la naturaleza, es factible en esta situación, por cuanto, no solo se daña al planeta, sino que se expande al sometimiento de una incipiente nueva clase social, el proletariado.

La segunda contradicción, se desarrolla en las distintas relaciones de poder entre las naciones, ya que para que el sistema pueda funcionar, se requiere de un país explotador y otro país explotado, las grandes empresas que se instalan en Chile, son por cierto, británicas, por tanto, los dueños del capital; mientras el país explotado se regocija en la absurda creencia, que el camino a la independencia económica, se pavimenta incrementando la capacidad de exportar materias primas, sin ningún valor agregado.

Las autoridades políticas de la época, aunque con ciertas coincidencias, de las actuales autoridades, insisten en este camino, ya que comprenden que sus limitados espacios de libertad, están unidos al desarrollo de las grandes potencias, ante el miedo a su propio pueblo, prefieren conformarse con la parte de la ganancia que les toque.

La tercera contradicción, es el crecimiento de la población urbana, según Foster: “los grandes centros , acumulan la fuerza motriz histórica de la sociedad”, pero al mismo tiempo, agrega: “perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra”.

Lo que provoca un sentido contradictorio, puesto que es precisamente el desarrollo de la agricultura capitalista, quien tiende a incrementar la vida urbana, por sobre la vida rural.

Todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez, en el arte de esquilmar al suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad” (Foster, 2013).

Entonces, ¿qué viene a aportar a la historia, la producción capitalista en general, y la agricultura capitalista en particular?, más allá, de una mayor capacidad de extraer los “frutos de la tierra”, lo realmente relevante de destacar, es su responsabilidad histórica ineludible en la actual crisis ambiental. Como lo señala, la Corriente Marxista Internacional, en sus tesis acerca de la crisis climática “el capitalismo está matando al planeta”, agregando que el movimiento de masas debe señalar un camino, “el cambio de sistema, no el cambio climático”, es decir, “el planeta por encima de los negocios”.

En ese análisis, la CMI irrumpe con una fuerza teórica fundamental, poniendo sobre el banquillo, al verdadero causante:

Es el sistema capitalista, con su insaciable búsqueda de ganancias, el responsable de la destrucción del medio ambiente, de la destrucción de los ecosistemas y de la contaminación del aire que respiramos y del agua que bebemos (…), bajo el capitalismo, son las grandes empresas las que deciden lo que se produce y cómo se produce”. (CMI, 2020).

Lo más preocupante, es que la actual producción capitalista, casi doscientos años después, de las investigaciones de los científicos antes mencionados, y de reflexiones en torno a las condiciones materiales de la naturaleza; se ha acrecentado enormemente su capacidad destructiva, pues no estamos hablando de cualquier forma de producción, sino a una irracional que se autodetermina, sin control alguno salvo el mito que se ha creado de su famosa “mano invisible”, teniendo como único objetivo real, reducir costos, superar a la competencia, captar mercados y maximizar ganancias. En este escenario, ¿qué pueden importar las condiciones de trabajo, y menos aún, la preservación de la biodiversidad?

La CMI, continua en sus reflexiones y plantea, que no se puede esperar otro resultado de “un sistema basado en la propiedad privada, la competencia y la producción con fines de lucro”.

En este sentido histórico, no podemos hablar de una crisis ambiental o de un cambio climático, en el que todos somos por igual responsables, puesto que los niveles de producción planetaria, con un claro y evidente, efecto dañino a la naturaleza, se encuentra condicionado a las grandes decisiones de los dueños del capital; quienes se autodeterminan bajo la complicidad del poder político y mediático, es más fácil, culpar a la falta de educación ambiental y concientización de los millones de ciudadanos a pie, que asumir el deterioro de un sistema enfermo, que solo ha provocado desastres en los últimos siglos. Pero lo realmente cierto, que plantean los poderosos, es su llamado a los ciudadanos comunes y corrientes, a asumir el desafío de luchar contra el cambio climático, mientras ellos se lavan las manos.

Efectivamente, no hay una verdad tan elocuente, sobre el protagonismo que se debe asumir, desde los espacios fuera de las grandes esferas de poder, crear un movimiento de masas tan arraigado y profundo, que impulse una propuesta comunitaria y rupturista, una propuesta que permita recomponer los efectos de esta fractura metabólica, repensando una nueva forma de sociedad humana.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *